Por Geandy Pavón
La estatua de José Martí en el Central Park de Nueva York (en la sexta avenida y la calle 59), obra de la escultora norteamericana Anna Vaughn Hyatt Huntington, es tal vez la única escultura ecuestre del héroe independentista. Su creadora tomó como modelo una imagen creada por el pintor cubano Esteban Valderrama. Pero para ello Huntington se vio obligado a usar una reproducción fotográfica del cuadro de Valderrama. La obra original, un óleo de gran formato, fue destruida por el propio autor después de recibir un sinnúmero de críticas y objeciones a su representación de la muerte de Martí.
La estatua de José Martí en el Central Park de Nueva York (en la sexta avenida y la calle 59), obra de la escultora norteamericana Anna Vaughn Hyatt Huntington, es tal vez la única escultura ecuestre del héroe independentista. Su creadora tomó como modelo una imagen creada por el pintor cubano Esteban Valderrama. Pero para ello Huntington se vio obligado a usar una reproducción fotográfica del cuadro de Valderrama. La obra original, un óleo de gran formato, fue destruida por el propio autor después de recibir un sinnúmero de críticas y objeciones a su representación de la muerte de Martí.
Un informe de 1938 de la Comisión Central Pro-Monumento consignaba:
"El lienzo original, de gran tamaño, no existe ya: el señor Valderrama lo
destruyó ante la insistencia de una crítica incomprensiva que señalaba
caprichosos errores de inexactitud histórica, los cuales no existían; pero que
en todo caso se referían a detalles de nula importancia. La conciencia
artística del señor Valderrama es tan severa que, además de documentarse cuanto
le fue dable, se trasladó a Dos Ríos y alojóse allí y todos sus bocetos fueron
hechos a la hora de la trágica caída del Apóstol, colocando el modelo en la
posición que los biógrafos declaran que ocupaba Martí y utilizando la luz en la
dirección adecuada. Eligió, además, el mes de mayo, no obstante ser de lluvias
y propenso a plagas en nuestros campos, y mal alojado, con todas las
dificultades del transporte, llevó a cabo su obra sin otra ambición ni estímulo
que su grande amor al Maestro y su fervor artístico, sin propósito alguno de
lucro. Del lienzo solo quedan dos fragmentos: la cabeza del Apóstol, que tiene
un gran vigor y está tratada de manera admirable y uno de los caballos que,
también, es un acierto."
Huntington terminó la estatua en 1958,
a la edad de 82 años. La escultura de Martí fue su último proyecto de escala
monumental. Es a partir de esa obra concluida que se inicia la historia
siguiente, cuyos detalles pueden encontrarse en un reportaje de Gay Talese
publicado en 1964 en The New York Times:
"Cubans Fail in Attempt to Place Marti Statue".
El
pedestal vacío
La escultura de bronce fundido costó
200.000 dólares de la época y fue presentada como un tributo de la artista Anna
Vaughn Huntington y su multimillonario esposo Archer Milton Huntington, no al
pueblo de Cuba, sino específicamente al Gobierno de Fulgencio Batista en la ciudad de Nueva York. Batista, en
agradecimiento, donó 100.000 dólares para la construcción del pedestal de
granito negro de una altura aproximada de cinco metros por 2,5 metros en cada
lateral, cuyo diseño fue obra de la firma de arquitectos Clarke & Rapuano. (No era la primera vez que los Huntington donaban una escultura al gobierno de Batista. En 1956 el esposo de la escultora y fundador de la Hispanic Society of America Archer Hilton Huntington había donado el conjunto escultórico "El Relevo" al gobierno cubano, conjunto que fue instalado en el parque que se encuentra detrás de la Biblioteca Nacional, en la intersección de Ayestarán con 20 de Mayo. Debe añadirse que versiones de esa misma pieza fueron donadas a España durante la dictadura de Francisco Franco y todavía se encuentran instaladas en Madrid (en la Universidad Complutense) y Valencia (en la avenida Blasco Ibáñez.)
Conjunto escultórico "El Relevo" de la artista Anna Vaughn Huntington ubicado en 20 de Mayo y Ayestarán, en La Habana |
La escultura fue trasladada entonces a
unos almacenes en el sur del Bronx y custodiada por guardias de seguridad hasta
1965.
Casi seis años estuvo el pedestal
vacío entre los monumentos de Bolívar y San Martín, confundiendo a turistas y
locales con inscripciones en inglés y en español refiriéndose a un héroe
invisible.
La artista en su taller trabajando en la escultura de Martí |
En su lado oeste podía leerse: "JOSE MARTI: APOSTLE OF
CUBAN INDEPENDENCE / LEADER OF THE PEOPLES OF AMERICA / AND DEFENDER OF HUMAN
DIGNITY / HIS LITERACY GENIUS VIED WITH HIS / POLITICAL FORESIGHT. HE WAS BORN
/ IN HAVANA ON JANUARY 28, 1853 / FOR FIFTEEN YEARS OF HIS EXILE HE LIVED IN
THE CITY OF NEW YORK. / HE DIED IN ACTION AT DOS RIOS IN / ORIENTE PROVINCE ON
MAY 19, 1895".
Y en el lado este la inscripción en
español: "JOSE MARTI:
APOSTOL DE LA INDEPENDENCIA / DE CUBA
GUIA DE LOS PUEBLOS / AMERICANOS Y PALADIN DE LA / DIGNIDAD HUMANA SU GENIO /
LITERARIO RIVALIZA CON SU / CLARIVIDENCIA POLITICA NACIO / EN HABANA EL 28 DE
ENERO DE / 1853. VIVIO QUINCE ANOS DE SU / DESTIERRO EN LA CIUDAD DE NUEVA /
YORK MURIO EN EL COMBATE DE / DOS RIOS PROVINCIA DE ORIENTE / EL 19 DE MAYO DE
1895".
Mientras tanto, los exiliados
anticastristas hacían lobby en el Ayuntamiento de Nueva York —bajo el gobierno
del alcalde Robert F. Wagner— para la instalación del monumento. Argumentaban
que Martí era lo contrario de Castro, que era el George Washington cubano, que
el monumento era una obra en honor a la libertad de Cuba frente al comunismo,
que se trataba de un monumento al exilio…
Sin embargo, ningún razonamiento fue
suficiente para lograr convencer a las autoridades. De manera que llegó el mes
de septiembre de 1964 y el objetivo de los exiliados consistió en inaugurar el
monumento el 10 de octubre, cuando se cumplía un aniversario del Grito de Yara
de 1868.
Frustrados ante la negativa del
alcalde y del Departamento de Estado, decidieron protestar de una manera muy
singular.
La
puesta en escena
El grupo de cubanos exiliados logró
establecer contacto con los empleados del taller de Huntington en Connecticut,
convenciéndolos para obtener de ellos un vaciado en yeso de un modelo de la
escultura. El vaciado medía aproximadamente dos metros de altura y había
servido de maqueta para la obra definitiva en bronce, de seis metros de altura.
Se habían propuesto instalar
furtivamente la escultura de yeso sobre el pedestal de mármol negro en la
Avenida de las Américas. La operación debería ser ejecutada en la madrugada del
10 de octubre de 1964. El modelo de yeso fue trasladado en una furgoneta, los
exiliados se reunieron a las 12:30 am del día anterior, y luego se
acuartelaron en la residencia del líder del grupo, Enrique Abascal, en la West
72 Street.
El exiliado cubano Enrique Abascal |
A las 2:00 am del 10 de octubre, el
grupo de 15 hombres se reagrupó en la calle 67 para subir y reensamblar las
cuatro partes de la escultura en la furgoneta. Hicieron, al parecer, mucho
ruido, y discutieron mucho, por lo que terminaron despertando a una parte del
vecindario, que decidió llamar a la policía. Y no tardaron en escucharse
sirenas y alcanzaron a ver cómo seis patrullas de la NYPD bajaban por la calle
67 en dirección al grupo.
El doctor José M. García-Mazas, a
nombre de quien estaban los papeles de la furgoneta rentada, fue el encargado
de hablar con el sargento de la policía.
Luego de inspeccionarlo todo, el
sargento dio a los agentes la inexplicable orden de retirarse.
Aproximadamente a las 3:00 am el grupo
de exiliados volvió a reunirse, esta vez frente al pedestal en el Central Park.
A esas horas el lugar estaba completamente desierto, solo un par de borrachos
merodeaban.
El grupo de exiliados trató de subir
la estatua al pedestal, pero no lo consiguió. Es obvio que no habían calculado
la enorme dificultad que implica subir a una altura de cinco metros una figura
de yeso de unas 600 libras. Lo intentaron una y otra vez, pero les fue
imposible. Y, a eso de las 4:00 am, exhaustos y frustrados, llegaron a una
solución aprobada unánimemente: quizás la escultura entera era demasiado
pesada, pero al menos un pedazo se podría instalar.
Fue así como decidieron decapitar la
estatua y colocar solamente la cabeza de José Martí sobre el pedestal.
El 10 de octubre de 1964 amaneció en
el Central Park de Nueva York una cabeza blanca sobre un pedestal negro,
custodiada por Simón Bolívar y José de San Martín. Abajo, tendido en el suelo,
quedaban un caballo y un jinete sin cabeza.
La escultora Anna Vaughn Huntington en su taller durante el proceso de creación de la estatua de Martí |
Una
pequeña exégesis
Es inevitable el sentido metafórico de
esta historia. El Martí centauro, inseparable de la bestia, el Martí ecuestre,
es una construcción demasiado densa. El poeta es una cabeza sin cuerpo que
canta, como el Orfeo asesinado en el monte Pangeo, adonde había subido para
encontrarse con Apolo, de cara al sol, y de quien solo su cabeza pudo entrar al
Olimpo después de ser decapitado por las ménades.
No en balde Esteban Valderrama
destruyó su cuadro. No es casual que la imagen de un Martí heroico y a la vez
moribundo se convirtiera en una fuente de controversias y malentendidos.
Paradójicamente, es la tradición la que ha definido la estética revolucionaria.
El héroe revolucionario no es un héroe caído, es por el contrario un héroe
triunfante. Resulta mucho más llevadero el mártir que el héroe, pensando ambas
definiciones en su sentido más estricto.
El Martí mártir es un testigo, es
decir, alguien cuya muerte —y aún después de desaparecer físicamente— continúa
dando testimonio de su fe, de su idea del mundo. Los héroes, en cambio, son
criaturas larger than life. Los héroes,
por definición, tienen un origen divino, una carga metafísica que pesa más que
el yeso o el bronce.
Tanto los exiliados de este episodio
como el propio Valderrama tuvieron que recurrir a una solución puramente
iconoclasta: mutilar a Martí para despojarse de esa pesada carga que se activa
al conjugar en una misma figura al héroe y al mártir.
Esa conjugación del héroe-mártir, esa
extraña mezcla de padre fundador, guerrero, poeta, pensador y apóstol, todo ese
fardo sobre los hombros de un único individuo, han hecho de Martí el fundador
de una tradición revolucionaria que llega hasta nuestros días, sin permitir un
espacio a ningún otro proyecto político que se salga de esos márgenes. Todos,
absolutamente todos, los que han aspirado al poder político en Cuba, han
reclamado su origen revolucionario, desde Tomás Estrada Palma, pasando por Machado y Batista, hasta Fidel Castro. Los exiliados
anticastristas de esta historia también se veían a sí mismos como
revolucionarios.
El cuerpo del héroe sobre un caballo,
esa imagen patética y romántica, es la revolución; la cabeza, decapitada y
sola, es la libertad.
Hace 58 años, Anna Vaughn Hyatt Huntington
decidió regalar una estatua de José Martí a la dictadura de Fulgencio Batista.
Casi seis décadas después, la actual directora del Museo del Bronx, Holly Block, gestiona, bajo la dirección de una institución pública
como lo es ese museo, un grupo denominado "Amigos de José Martí",
creado por ella con el único objetivo de recoger fondos por el monto de 2,5
millones de dólares para regalar una réplica de la misma escultura a otra dictadura
cubana.
[Este artículo apareció previamente publicado en Diario de Cuba y El Nuevo Herald y se reproduce aquí con algunos añadidos por autorización expresa del autor]
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