Anuncio de festividad judía |
Por Enrique Del Risco
Al Clarendon Hall lo llamó Martí “el salón de los desterrados y los pobres”. Era natural que no les fuera ajeno este sitio a los cubanos de Nueva York que se contaban casi siempre entre los primeros y no pocas entre los segundos. Situado en 114-116 East 13th Street no lejos de Union Square sirvió lo mismo como escenario de mítines sindicalistas, anarquistas que para celebrar combates de lucha profesional. O incluso llegó a ser el sitio de curiosas demostraciones como el el caso de un médico que estuvo sentado en un sillón durante cuarenta días sin comer para promocionar las virtudes terapéuticas del ayuno. En el caso de los exiliados cubanos de la ciudad primero con el nombre de Masonic Hall y más tarde con el definitivo de Clarendon Hall acogió diversos actos públicos que incluyeron la presencia de figuras como Ramón Leocadio Bonachea, Antonio Maceo o el propio Martí.
Al Clarendon Hall lo llamó Martí “el salón de los desterrados y los pobres”. Era natural que no les fuera ajeno este sitio a los cubanos de Nueva York que se contaban casi siempre entre los primeros y no pocas entre los segundos. Situado en 114-116 East 13th Street no lejos de Union Square sirvió lo mismo como escenario de mítines sindicalistas, anarquistas que para celebrar combates de lucha profesional. O incluso llegó a ser el sitio de curiosas demostraciones como el el caso de un médico que estuvo sentado en un sillón durante cuarenta días sin comer para promocionar las virtudes terapéuticas del ayuno. En el caso de los exiliados cubanos de la ciudad primero con el nombre de Masonic Hall y más tarde con el definitivo de Clarendon Hall acogió diversos actos públicos que incluyeron la presencia de figuras como Ramón Leocadio Bonachea, Antonio Maceo o el propio Martí.
Recorte de The Sun |
En el caso del general
Maceo, llegado a la ciudad el 12 de julio de 1885 para recaudar fondos se
convocó a una reunión en dicho salón para el martes 21 del mismo mes. Sin
embargo, de acuerdo con el relato del periodista Enrique Trujillo, director de
El Avisador Cubano, el cónsul español en Nueva York Miguel Suárez Guanes trató
de impedir dicho acto presentando una denuncia ante el
“Fiscal del Distrito
Mr. Dorsheimer para que lo suspendiera, como atentatorio á deberes
internacionales. El funcionario norteamericano tendría que reírse ante la
quijotada del Cónsul, que desconocía el texto de la Constitución que garantiza
el derecho de reunión, la libertad de la prensa y la de la palabra. Despechado
el Cónsul insistió en nueva denuncia manifestando que aquella era una reunión
de negros y que se iba á alterar el orden. El Fiscal pasó el oficio al Alcalde
de la ciudad que destacó un pelotón de policías en el local, quienes unidos á
los entusiastas cubanos allí reunidos vitorearon á la libertad y á Cuba,
dejando así burladas las pretensiones del quijotesco Cónsul”
(He ahí una imagen
bastante alejada de aquella difundida por los medios oficiales cubanos en que
las autoridades norteamericanas son presentadas como enemigos permanentes de la
independencia cubana)
Bastante más dramático había
resultado un incidente ocurrido el mes anterior en el mismo salón, que tuvo
como protagonista nada menos que al apóstol de la independencia cubana. Dicho drama
que constó de dos actos. El primero, ocurrido el día 13 de Junio de 1885 en el propio Clarendon Hall tomó de
pretexto una reunión para reconstituir la Junta Directiva de la Asociación
Cubana de Socorros. Tal organización había sido presidida por Martí, cargo al
que había renunciado tras su famoso desacuerdo con el Plan Gómez –Maceo el añoanterior. El distanciamiento de Martí de dicho plan, por considerar que se
estaba conduciendo de manera en exceso autoritaria, había generado continuas
maledicencias. Al parecer en dicho acto se comentó que habiéndose apartado del
Plan Gómez- Maceo ahora Martí intentaba hacerlo fracasar oponiéndole obstáculos
y movilizando gente en su contra. Tales comentarios llegaron a oídos de Martí
quien hasta entonces los había sufrido en relativo silencio (a excepción de un
famoso incidente en el Tammany Hall con Antonio Zambrano el año anterior).
Decidido Martí a acabar de una vez con tales comentarios convocó a una reunión
en el mismo donde se le había denostado para dar cuenta de sus acciones. Con
tal objeto hizo circular con fecha de 23 una hoja impresa con el siguiente
texto:
"A los Cubanos de Nueva
York:No tengo más derecho al dirigirme á los cubanos de Nueva York, que el del más humilde de ellos: amar bien á mi patria. Pero han llegado á mí rumores confusos de que en una reunión en Clarendon Hall, el 13 de este mes, se hicieron respecto á mis actos políticos algunas gestiones equivocadas, debidas sin duda á exceso de celo, ó á desconocimiento involuntario de los hechos á que se referían.
Mis compatriotas son mis dueños. Toda mi vida ha sido empleada y seguirá siéndolo en su bien. Les debo cuenta de todos mis actos, hasta de los más personales : todo hombre está obligado á honrar con su conducta privada, tanto como con la pública, á su patria. En la noche del jueves 25, desde las 7 1/2, estaré en Clarendon Hall para responder á cuantos cargos se sirvan hacerme mis conciudadanos.
José Martí"
Según el propio Enrique Trujillo
al comentar aquella reunión “La concurrencia fué bastante regular, encontrándose
muchas personas que no acostumbraban ir á reuniones políticas”. Ante la los
exiliados allí reunidos el “señor Martí pidió que se le acusara”. En los fragmentos
de la transcripción que se conserva llega
a preguntar: “¿Hay aquí alguien a quien yo haya incitado, a pesar de mis
opiniones privadas, a que moviese obstáculos? Que se ponga de pie si lo hay”. De
acuerdo con Trujillo solo el “señor M. Rico pronunció algunas palabras con tono
de censura, pero se le paralizó la lengua y no pudo continuar”.
No obstante la indignación
que debió embargar a Martí los fragmentos que han sobrevivido el discurso permiten
apreciar un tono firme y al mismo tiempo contenido y profundamente conciliador:
“¿qué cubano mirará como a
enemigo a otro cubano? ¿qué cubano permitirá que nadie le humille? ¿qué cubano,
que no sea un vil, se gozará de humillar a otro? Aunque yerre un cubano profundamente,
aunque toda el alma nos arda en indignación contra su error; aunque sea un
traidor verdadero; aunque llegue a hacernos tan abominable su presencia que nos
venga a los labios al verlo o al recordarlo la náusea que producen los infames;
aunque arremetamos ante él ciegos de ira, como un padre arremete contra el hijo
que lo deshonra ¡ay! cáigansenos los brazos antes de herirlo, porque nos
herimos a nosotros mismos. Ha podido errar, ha podido errar mucho, pero es
cubano. Que siempre esté la puerta abierta, de par en par, para todos los que
yerran. Solo la grandeza engendra pueblos: solo los fortifica la clemencia”
Como resulta común en la
oratoria martiana su exposición de sus razones políticas se convierte en
lección de su idea ética de lo político:
“Quiero que el pueblo de
mi tierra no sea como este, una masa ignorante y apasionada, que va donde
quieren llevarla, con ruidos que ella no entiende, los que tocan sobre sus
pasiones como un pianista toca sobre el teclado. El hombre que halaga las
pasiones populares es un vil. El pueblo que abdica del uso de la razón, y que
deja que se explote su país, es un pueblo vil”
Y a continuación expone con
toda claridad su posición ante el Plan en marcha, una posición que mantendrá
hasta su muerte en el campo de batalla:
Recorte de agosto de 1883 |
“Yo no necesito ganar una
batalla para hoy; sino que, al ganarla, desplegar por el aire el estandarte de la
victoria de mañana, una victoria sesuda y permanente, que nos haga libres de un
tirano, ahora y después. ¿Que dónde estoy? en la revolución; con la revolución.
Pero no para perderla, ayudándola a ir por malos caminos”
Concluye Trujillo en su
descripción del evento que “La reunión terminó en completa armonía y el señor
Martí muy aplaudido”. El propio periodista le escribirá a Antonio Maceo:
“Yo no esperaba otra cosa
de su profundo tacto político. Su discurso nos ha dejado satisfechos. No echó a
volar ningún concepto que pueda perjudicar la marcha progresiva de la revolución
ni presentarnos divididos. Dijo que eran simples detalles lo que lo había
alejado de los jefes del movimiento, pero que él estaba y estaría siempre con
la patria”
Fue de esta manera que Martí
a pesar de haberse distanciado de los dos jefes indiscutibles del exilio como
eran Gómez y Maceo consiguió mantener a salvo e incluso elevar su prestigio
político dentro de los emigrados cubanos como una figura de una honradez y
valor político a toda prueba.
Hay constancia de otros eventos celebrados por cubanos en el Clarendon Hall pero con los años dicha comunidad comenzó a alquilar con mayor frecuencia los auditorios que ofrecían el Chickering Hall, Hardman Hall y el Masonic Temple para sus eventos. El propio edificio desapareció tras un incendio del que daba cuenta la edición del 28 de enero de 1902 de The New York Times.
Estado actual del edificio. Foto del autor.
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En su lugar se erigió en 1906 (otras publicaciones
dan el 1909 como fecha) el edificio conocido como The American Felt Building. A
lo largo de sus 110 años de existencia este ha tenido entre sus habitantes
notables a personalidades tan dispares como Abbie Hoffman y Tom Cruise. Hoffman,
personaje fundamental del movimiento contracultural de los sesentas y quien fue
cofundador del Youth International Party ("Yippies") hacia vivió en un
apartamento del último piso.
En 1968 dicho apartamento fue allanado por la
policía y Hoffman detenido por posesión ilegal de armas y drogas aunque luego
fue absuelto. El conocido actor Tom Cruise fue dueño de un apartamento en el
propio edificio entre 1984 y 2013.
O sea, el Apóstol consideraba que el pueblo americano era un pueblo vil. Hmmmmm!!!! Interesting!!! Y que si eres cubano puedes errar, incluso errar mucho!!!! Pero eres cubano. Hmmmmmmm!!!!!
ReplyDeletePor supuesto. Con los pueblos por hacer caben todas las ilusiones, todas las esperanzas. Y toda la generosidad.
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