Por Enrique Del Risco
Poco se discute el sitio privilegiado que ocupa Cecilia Valdés en la novelística cubana del siglo XIX. O incluso en la conformación del imaginario nacional cubano. Bastante menos conocido es que su autor, Cirilo Villaverde (1812- 1894) viviera la mayor parte de su vida adulta (de 1849 a 1858 primero y luego de 1860 hasta su muerte en 1894) en los Estados Unidos y que su obra cumbre fuera publicada en Nueva York ciudad en la que vivió la mayor parte de su vida adulta. Tras participar en el movimiento conspirativo dirigido en la isla por el general venezolano Narciso López fue detenido y condenado “a 10 años de presidio y en revista, a muerte en garrote vil”. El 31 de marzo de 1849 se fuga de la prisión en compañía de otro preso y un guardián de la cárcel al que había sobornado y se embarca hacia los Estados Unidos “oculto en la bodega de una goleta costera” (Calcagno, F. 689). Al llegar a Nueva York se incorporaría de inmediato al movimiento que por aquellos días organizaba Narciso López para arrancar la isla de Cuba del dominio español con la intención declarada de anexarla a los Estados Unidos. Villaverde como secretario personal de Narciso López asistiría al complejo proceso conspirativo que llevó a las sucesivas y fallidas expediciones que el general venezolano llevaría a Cuba y a la creación de los emblemas que terminarían siendo los del futuro estado nacional: el escudo y la bandera cubanos.
Aparte
de diferentes estancias en Nueva Orleans entre 1850 y 1854 y su estancia entre
1854 y 1855 en Filadelfia (ciudad en la que conocería a Emilia Casanova y se
casaría con ella) Villaverde desarrolló casi toda su vida norteamericana en
Nueva York. Allí nacerían dos de sus hijos, participaría en la redacción de
publicaciones como La Verdad (1852-1854) La América de 1861 a 1862 y La Ilustración Americana de 1865
a 1869 y junto a su esposa fundaría colegios en Oak Point, Bronx, NY y
Weehawken, NJ, proyectos que aparentemente tuvieron poca duración.
Al
estallar la gesta independentista de 1868 desarrollaría junto a su esposa una
intensa campaña de apoyo a la insurrección independentista de 1868. Emilia Casanova,
nacida en la ciudad de Cárdenas había llegado a presenciar el desembarco en
dicha ciudad de Narciso López y desde entonces había estado consagrada a la
causa de la independencia del yugo español. La revolución de Yara de 1868 hizo
de Emilia una de las figuras más visibles del exilio cubano al punto que la
prensa integrista la convirtió en blanco predilecto de sus ataques.
Hija del
inmigrante canario Inocencio Casanova, que a través de diversas empresas y
propiedades en la ciudad de Cárdenas llegaría a ser uno de los hombres más
ricos de Cuba Villaverde Emilia Casanova puso su fortuna a disposición de la
causa independentista. Durante un tiempo ella y su esposo vivieron con su padre
en el Bronx en el llamado Castello Casanova, una de las residencias
particulares más impresionantes del país. De aquella residencia se dice que
durante la guerra del 68 se almacenaron armas para la contienda independentista
y desde la que partieron envíos de armas hacia Cuba. “Senor Casanova’s
mansion became a secret cache for Cuban arms to be used in a revolution, and
local lore tells of mysterious ships that ventured up the creek on moonless
nights, with cautiously sounding the channel” (McNamara. 29).
La calle 24 vista desde la sexta avenida hacia 1930 |
Hacia
1872 Emilia y Cirilo se mudaron al número 59 Oeste de la calle 24 de Manhattan,
sitio que se transformaría en centro del exilio político cubano en la ciudad de
Nueva York en aquellos años. Cuando en octubre de 1873 las autoridades
españolas capturaron el barco expedicionario Virginius y comenzaron a ejecutar
a sus tripulantes un periodista de The New York Times acudió a dicha
dirección para conocer las reacciones de Villaverde, de Emilia Casanova y del
resto de los concurrentes. “La residencia del señor Villaverde estuvo
abarrotada a lo largo del día de ayer. Entre los presentes se encontraba un
capitán que había participado en tres expediciones a la isla y que dijo estar
preparado para partir en otra expedición en cualquier momento y un gran número
de hombres, tanto cubanos como ciudadanos norteamericanos dijeron estar listos
y ansiosos para incorporarse como voluntarios a la causa. La señora Villaverde
y su esposo conocían a la mayoría de las víctimas de la expedición del
Virginius personalmente y contribuyeron grandemente a la preparación de esa y
de otras expediciones previas”.
Recorte correspondiente al 15 de noviembre de 1873 |
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