En la décima edición del Festival Vista de Miami, que tuvo lugar recientemente
en el Miami Hispanic Cultural Center de la ciudad floridana, dos miembros de
nuestra institución desarrollaron una destacada labor: Manuel Gayol Mecías y
Luis Leonel León, Presidente del Capítulo de California y Secretario del de la
Florida, respectivamente. En una de las actividades, el segundo tuvo a su cargo
la presentación del libro 1959: Cuba, el
ser diverso y la Isla imaginada del primero. A continuación transcribimos
sus palabras.
1959 o el año de la
debacle
Por Luis Leonel León
El año 1959 marca no el inicio,
como suele decirse, de la más profunda y larga desgracia de los
cubanos, sino la victoria del anhelo revolucionario, que otras guerras
verdaderas -no su último simulacro- y reiteradas revueltas, habían comenzado
mucho antes, a veces sin saberlo. 1959 fue el final de nuestra corta
República. Desde entonces, los cubanos no tenemos país. Sólo una pelea contra
los demonios de una nacionalidad incompleta, herida, fragmentada, ilusoria,
inexistente. E imaginada, como advierte Manuel Gayol Mecías en
su reciente libro, no en balde titulado 1959 (Neo Club Ediciones-Palabra
Abierta Ediciones).
Diez años le tomó a redactar este
ensayo, cuyo título no podía ser otro. 1959 es un año que marca a los cubanos.
Y no se trata de historia: aún 6 décadas después, es una realidad. Una
espantosa realidad, intensamente defectuosa, que nos toca las narices con
absoluta desfachatez y perversidad sociológica. Y aunque nuestro espíritu se
niegue a creerlo, o incluso a aceptarlo, no son pocas las veces en que, dentro
y fuera de la isla, sentimos que, a pesar de sus amagos y señales, este
fantasmal epílogo que nos parece vivir -vivir y morir a cada rato- pudiera otra
vez enredarse en el largo y tortuoso camino de alegres murallas, tales como la
esperanza, el desespero y la imaginación. El yin y el yang de nuestros intentos
perdidos. Ojalá nuestra agenda de golpes y eternos retornos se equivoque. En
eso andamos, desde 1959.
Gayol Mecías lo sabe. Por ello,
entre la espada y la pared, entre la certeza y la incertidumbre, ha escrito
esta larga lista de tribulaciones del cubano moderno. Que no sólo habla de los
cubanos. Imagina a los cubanos. Indaga en cómo hemos andado como nación, cómo
hemos sido vistos e imaginados, con aciertos y desaciertos, con intereses y
desintereses, que no son pocos. Expone qué ha sido de esa imaginería, que el
realismo socialista ha transformado en una gigantografía del tamaño de la isla,
de donde aún, sin el Muro en Berlín ni la Unión Soviética, para la mayoría,
entre mitos y realidades, es casi imposible escapar. Una isla que
pareciera flotar, pero que no va a ninguna parte. Una ilusión, si acaso una
intención a medias, disfrazada de país.
Con un lenguaje donde confluyen
el ensayo y la poesía, la historia y hasta el relato, Gayol Mecías aporta su
visión de lo que somos, lo que hemos sido y, en buena medida, lo que no hemos
logrado ser los cubanos, a pesar de que digamos, o digan otros, lo contrario.
Entre sueños y gestas, sangre y carnavales, prisiones y éxodos, riesgos y
dobleces, sumas y restas, verdades y mentiras: en este libro, reflejo de una
reflexión sobre nuestra historia, una vez más es posible comprobar nuestra
insular receta de carencias, y defectos, a los que el autor le dedica buena
parte. Mientras Gayol Mecías escribía (me aventuro a decir que desde antes),
comprendió que “el hecho de analizar nuestros defectos, al tiempo que le hablo
al cubano descalzo, era (y es) el mejor favor que podemos hacernos a nosotros
mismos”.
Esto confiesa: “Desde hace unos
diez años, vengo pensando en lo difícil de abordar este tema, puesto que he
estado convencido de que lo primero es encontrar y definir cuáles son nuestros
defectos y las principales connotaciones que hacen una imagen más justa de
nosotros mismos, pues de alguna manera, la imagen es el significante del
significado que debemos ser”.
Pensamientos, bibliografía,
hechos, contextos, conceptos, metáforas, memorias: son recogidas aquí por un
cubano que no vive en Cuba, pero que, como otros 2 millones (aunque ciertamente
no con la misma intensidad y perspicacia), no ha dejado de vivir en la Cuba
imaginada, por muy brutal que sus nostalgias sean. Pues el arsenal de anhelos,
hablando de Cuba, es fácil de percibir, de imaginar. Varias de sus
imágenes posibles, con el lente poético de Lezama Lima, y con la preocupación
pedagógica de su autor, son retratadas, perseguidas, reinventadas en un ensayo,
al que no quiere, no puede, ponerle punto final. Su objetivo es atávico e
inexcusable: “saber de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos”.
Con 1959 (cuyo subtítulo
es Cuba, el ser diverso y la isla imaginada), Gayol Mecías quiere
aportar sus hallazgos a las imágenes de la Cuba desarmada. Sabe que nuestra
nación está inundada de “lagunas de olvidos”, y por eso, su libro, es también
una forma de luchar contra el olvido: crear y rescatar palabras, imágenes
posibles, contra 6 décadas de olvidos.
El “espejismo de la Revolución”,
es decir, su insustancial, pero a la vez poderosa tropología, es una imagen
cardinal en este libro. “Los mitos políticos son creadores de imágenes y esas
imágenes, interrelacionadas, dan lugar a espejismos”, asegura Gayol Mecías,
quien ensaya en lo que considera los 5 mitos fundacionales de la Revolución
castrista: el de “Robin Hood”, la “Isla de la Utopía”, “David contra Goliat”,
la “isla bloqueada por el imperio” y el “invencible Comandante en Jefe”.
También menciona otros mitos, que sustentan la autocracia socialista,
provenientes de los discursos de Fidel Castro: “El genio está en las masas. El
genio es masivo”; “patria o muerte, venceremos”; “al socialismo le debemos todo
lo que somos hoy”; “a la Revolución no hay quien la detenga”; “toda nuestra
acción es un grito de guerra contra el imperialismo”; “vamos a crear riqueza
con la conciencia y no conciencia con la riqueza”, entre otros.
Contraportada del lib |
La Cuba de antes de 1959, es uno
de los dolores y realidades históricas de las que zarpa Gayol Mecías para
ensayar, que no es otra cosa que pensar, su nación. Que además de imaginada
también reconoce rota, interminada, vilipendiada por una propaganda que ha
ayudado a perpetuar el caos y la miseria en la isla, y el desconocimiento, y
hasta no pocos desapegos, en el resto del mundo.
“Cuba no ha sido un referente de
ejemplaridad durante la dictadura castrista, sino que —por el contrario— ha
sido una devastadora avalancha de empobrecimiento y su referente se ha
invertido en relación con lo que era antes de 1959. Si Cuba fue un ejemplo a
imitar para otros países, en cuanto a calidad de vida, lo fue antes de 1959. La
supuesta Revolución cubana siempre se ha autoproclamado, desde su inicio, como
un referente de avanzada (…) cuando en verdad ha sido todo lo contrario, como
he dicho, aun cuando la publicidad de la izquierda ha coadyuvado a proyectar su
mito de una manera muy siniestra, valga la redundancia (…). A partir del año
1959, este estatus de referencia se ha invertido y la Isla ha pasado a ser un
referente de pobreza en todo sentido”, señala el también autor de La
penumbra de Dios y Viaje inverso hacia el Reino de Imago,
entre otros títulos.
De esa Cuba, recuerda el
ensayista, con todo el peso de la historia como cimiento: “era un referente en
tanto ejemplo a imitar por haber sido síntesis de lo posible en este
continente, como ya Fernando Ortiz lo constataba, en otro sentido, al señalar
que Cuba era modelo de transculturación —y la transculturación resultaba ser, a
su vez, un abanico de posibilidades por la rapidez del cruzamiento de razas en
la Isla, y porque el cubano en la década de los años 50 contaba ya con una
excelente asimilación empresarial y tecnológica de todo lo que entraba al país
procedente principalmente de Estados Unidos. Hasta que en 1959 comenzó la
debacle”.
Gayol Mecías es un poeta. Por
eso, incluso ante el horror petrificado que marcha por su nación en triste
manada, ha preferido hablar de imágenes. No podía dejar de dedicarle, con
paciencia de 10 años, capítulos a imágenes tales como el ajiaco de los genes,
la utopía de la imperfección, los bufos con imaginación, la prostitución
insular, la burla, la supervivencia, la pachanga, las lágrimas, el relajo, el
desdoblamiento, la imaginación frustrada y los rejuegos del poder, y otros
tropos que nos acompañan a los cubanos, con imponente presencia, como
chasquidos en los ojos, sobre todo desde 1959.
Hablamos de un libro que ama
profundamente a Cuba. Que se niega a permitir que las imágenes construidas por
la propaganda revolucionaria supriman por completo la ya casi borrada historia
de antes de 1959 y mucho de lo que hoy se fermenta y arde en las calderas del
socialismo real. Al ser escrito ahora, 1959 no
presenta a Cuba como la palabreada isla solitaria de los años nebulosos 60. La
recorre hasta su impacto en Latinoamérica, con los satélites cubanos del
llamado Socialismo del siglo XXI, que no es más que el nuevo maquillaje de las
dictaduras de izquierda en Latinoamérica, con el castrismo en la cabeza del
pulpo, y a quienes considera menos peligrosas que la matriz del fenómeno: el
gramscismo. Esa estratagema seudointelectual para esconder narcoestados y
justificar la imposición de la violencia, la demagogia, el terror, la miseria
material y espiritual.
Hay mucho más en las 400 páginas
de 1959. Cuba, el ser diverso y la isla imaginada. Creo
que a todo el que le interese Cuba, ya sea para aprender, inspirarse, asentir o
discutir (ese estado que tanto nos gusta a los cubanos), le llamará la
atención este libro de Gayol Mecías. Un cubano que se ha atrevido, otra vez, ya
no sólo a hablar de los cubanos -eso no es noticia-, sino, sobre todo, a pensar
los cubanos. Lo cual siempre es un riesgo.
(Palabras de
presentación del libro “1959” en el X Festival Vista de Miami, el 15 de
diciembre 2018).
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