En Diario de Cuba aparece hoy una versión abreviada de una entrevista al artista Geandy Pavón sobre su última exposición dedicada al presidio político cubano. Este blog se complace en ofrecerles la versión íntegra de dicha entrevista:
Vae Victis Vanitas: los que escogieron luchar
Por Enrique Del Risco
251 años. Esos fueron los
años que cumplieron en el presidio político las 18 personas representadas en
los retratos que reúne Vae Victis Vanitas, exposición que acaba de inaugurar el artista visual Geandy
Pavón en William Patterson University. Apenas una mínima muestra, modélica pero
no excepcional, del presidio político más nutrido y extenso que haya conocido el
hemisferio: decenas de miles de reos condenados a largas penas que habrían de
cumplir en condiciones atroces. Para en buena parte de los casos salir de la
prisión directamente al destierro donde nunca dejaron de enarbolar los mismos
principios que sostuvieron en prisión. Opositores armados o pacíficos,
magnicidas frustrados (la única variante que conoce nuestra historia) o
conspiradores de café sin leche; intelectuales, campesinos, obreros, de origen
africano, europeo, asiático o hasta del Medio Oriente; liberales,
anticomunistas, socialistas, anarquistas: todos fueron engullidos por la misma
maquinaria que repartía años de prisión con una generosidad asociada a cosas
más leves. Hermanados en el dolor y el aislamiento en épocas que nadie se daba
por enterado de su propia existencia. Lo que no consiguió la violencia ejercida
sobre ellos lo están consiguiendo los rigores de la edad, los desmanes del
tiempo. De ahí que esos rostros que Geandy se esfuerza en conservar antes que desaparezcan
sean –en su severidad y desafío- mucho más elocuentes de lo que fueron recién salidos
de la cárcel. De eso se tratan estos retratos, de una última línea de defensa
contra el tiempo. No es metáfora. El día en que se inauguraba la exhibición
buena parte de los retratados estaban en el funeral de la esposa de uno de
ellos.
¿Cómo surgió la idea de crear la serie?
Mi
relación con la comunidad de expresos políticos comienza desde mi primer día de
exilio en los Estados Unidos. La persona que nos recibió en el aeropuerto fue
también un ex preso político, el director de la oficina de Rescate
Internacional en West New York, el señor Guillermo Estévez. Y el primer lugar
al que llegué después de aterrizar en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, fue
la Unión de Ex Presos Políticos Cubanos. Pero sin embargo, la idea de un ensayo
fotográfico sobre los expresos políticos surgió casi 20 años después,
paralelamente al de mi interés por la fotografía documental.
El
primer retratado de ésta serie fue el poeta y ex-prisionero político Jorge
Valls. Todos los que conocimos a Jorge Valls, tenemos la certeza de habernos
encontrado con otra Cuba, con la dimensión de un universo y un carácter que le
fue arrebatado a mi generación. Por eso comencé a retratar a Jorge Valls, como
quien se encuentra con un ser de otro universo y quiere conservar el testimonio
de ese encuentro. Después descubrí que Jorge era la puerta a un mundo al que ya
tenía acceso, pero que justo por tenerlo tan cerca y haberlo mirado, nunca
había visto: los expresos políticos del presidio histórico cubano. Ésta es una
serie que de muchas maneras me hizo consciente de un mundo a mi alrededor que
está a punto de desaparecer, de individuos con vidas increíbles que están
desapareciendo junto a ese mundo. Es un trabajo que me ha obligado a andar con
prisa, que agudizó mi consciencia sobre la mortalidad.
Sí, y me imagino que la muerte
posterior de algunos de los retratados confirme esa necesidad y esa
urgencia. ¿Cómo ha sido el proceso de retratarlos? ¿Sentías incomodidad en
ellos al dejarse retratar?
Cuando se
retrata a una persona que ha estado tantos años en prisión, siempre hay
tensión, tanto de un lado de la cámara como del otro. El retratado tiene la
suspicacia natural, la sospecha de estar siendo el objetivo de algo sobre lo
cual no tiene ni el control, ni la certeza de un fin particular. El que
retrata, tiene en sus manos la responsabilidad de la dignidad estética de quien
es retratado. Cuando digo “estética” no me refiero solo a la mera
representación de lo bello o lo feo, sino al testimonio material de una vida,
contenida en una sola imagen.
Algunos de
los retratados se mostraron reticentes al principio, después pude convencerlos
de la importancia de su testimonio. Esta serie incluye fotografías de carácter
situacional, para dar una idea del contexto, otras son más estudiadas, donde el
sujeto posa para la cámara. Todos los sujetos fueron retratados usando el mismo
formato del Mugshot. El mugshot
es un close up del rostro del
acusado, es la manera en la que la policía documenta a los detenidos. Pero para
realizar este tipo de retratos, generalmente se usa un teleobjetivo para no
acercarse demasiado al retratado. Yo en cambio usé un lente normal con una
anilla de acercamiento, de manera que literalmente estoy a un pie del rostro de
cada una de las personas retratadas. Como te puedes imaginar no es una
situación demasiado cómoda para quien está frente a la cámara.
Una vez
que el sujeto estaba sentado y listo para ser retratado, yo le pedía que mirara
directamente al mismo centro del lente (una cámara Hasselblad de formato
mediano). Así los dejaba por unos instantes, concentrándose, y entonces tomaba
el retrato. Creo que esos pocos segundos de concentración frente a un objetivo
tan cercano a sus rostros, fue lo que me permitió lograr que el retratado estuviera
centrado en sí mismo y no distraído por el hecho de posar para un retrato. Es
algo paradójico, porque quizás lo que rompe con esa aprensión de ser el
objetivo de un lente, es precisamente el extremo de una cercanía tal, entre la
cámara, que funciona como un espejo, y el rostro.
Muchos de
estos ex-presos han visto su vida reflejada en los libros de otros, en los
documentales y las palabras de otros, en el saco testimonial de un colectivo:
los presos políticos cubanos. Creo que para una gran parte de mis retratados en
esta serie ha sido la posibilidad de un último testimonio, pero esta vez
individual, más personal. Las calaveras todas son iguales, los rostros no.
También te lo
preguntaba pensando en que todos ellos son parte de una generación que ve ajenos
a su idea de dignidad ciertos gestos de vanidad, ya sea retratarse o exponerse como
víctimas, en contraste con el propio título de la serie.
Los ex-presos políticos cubanos se ven a sí mismos, con toda la razón
del mundo, como los guardianes del testimonio de la lucha contra la tiranía en
Cuba. Tal vez la esperanza no es algo que esté reflejado en cada una de las
imágenes de esta serie. Sin embargo, su persistencia después de tantos años de
cárcel y exilio, es una prueba irrefutable de ese optimismo, de su conmovedora voluntad.
Mi serie, a pesar de tener en cuenta todo lo anterior, pretende ir un
poco más allá. Vae Victis Vanitas es un retrato de los
vencidos de una coyuntura histórica y material pero no de una derrota moral; su
existencia y testimonio representa en sí, una derrota ética para sus
carcelarios, una fisura irreparable en el despliegue del proyecto totalitario
cubano.
Cuando se piensa en la fotografía cubana, generalmente se piensa en la
fotografía épica. Una de las primeras imágenes que nos vienen a la mente son
las de los vencedores, la entrada triunfante del joven Fidel en La Habana, el
famoso retrato del Che etc. Vae Victis Vanitas es el reverso
del triunfo, de la vanidad, un retrato de la crueldad de los “héroes”
vencedores.
Iván De La Nuez, en un ensayo sobre su proyecto curatorial Iconocracia,
expone cómo la Revolución Cubana se hizo retratar no en mármol o grandes
monumentos, sino en la blandura del papel fotográfico. Nuestro imaginario
occidental nos hace aceptar la caída de un monumento, la mutilación de una
estatua, pero no la destrucción de un documento. Iván llega a la conclusión de
que ese es el motivo por el cual, el arte cubano no recurre al gesto
iconoclasta, sino más bien a una intervención del ícono, transformar la imagen
épica y darle otro sentido, hacerla hablar contra sí misma, revertirla. Esta
serie, aunque no de manera exacta, sigue esa lógica. Mi manera de lidiar con la
imagen épica del vencedor, no es destruyendo su monumento, sino mostrando los
cimientos sobre los que se alza y la sombra que aún proyecta.
¿Por qué el título?
Vae Victis (¡Ay, de los vencidos!) es la frase pronunciada por Breno,
el jefe galo que entró triunfante a Roma. Cuenta la leyenda que Breno impuso un
rescate impagable a los vencidos. Al acudir estos a presentarles sus quejas, el
jefe galo tiró su espada sobre la balanza exclamando que no solo tendrían que
pagar el impuesto original, sino que ahora además tendrían que equiparar el
peso añadido de su espada.
Tal vez algunos de los retratados no se sientan del todo cómodos con
la condición de vencidos que yo subrayo en esta serie. Una vez tuve esa
conversación con uno de ellos y me dijo lo siguiente:
“Mi generación al menos tuvo el honor de ser derrotada, la tuya nació
en la derrota, es parte de ella. Uno no puede escoger ganar o perder, solo
puede escoger luchar o no luchar”
El titulo de esta serie incluye también la palabra Vanitas. El Vanitas
fue un tema recurrente en la pintura durante los siglos XVII y XVIII. Es un
tipo de obra simbólica en la que se pone de manifiesto la futilidad del poder
terrenal, lo material e intrascendente de la vida física. En esas imágenes era
recurrente el uso de símbolos que aluden al tiempo y la mortalidad, uno de
ellos, tal vez el más común, es la calavera. En mi serie la calavera es
sustituida por el rostro, mis retratados no son un still life, sino más bien un still
alive. La foto no es más que una forma apresurada y a la vez quieta de
captar ese “todavía” (Still significa
quieto, pero también significa todavía). Siendo el Vanitas una forma de la
ruina puede entenderse de manera equívoca, sobre todo si tenemos en cuenta que
se trata de seres humanos. Porque para hablar de la vanidad del poder cubano,
su futilidad, está toda Cuba que es una ruina, un testimonio de la decadencia
del poder que la controla. Un uso menos riguroso de la palabra Vanitas, la
limitaría a su acepción más elemental, la de “ruina”. Pero para que las huellas
de la decadencia tengan el valor de un Vanitas, tienen que contener un valor
moral y ese es el valor de los ex-presos políticos. Sus retratos son un Vanitas
político, una manera de recordarle al Poder su temporalidad, un testimonio
contra su vanidad.
Mis retratados, además, no se acomodan a esa idea común que muchos
tienen del exilio cubano, gente exitosa económicamente etc. Sin embargo y
paradójicamente, han sido el núcleo principal de eso que todavía llamamos
exilio. Son ellos quienes han dedicado su vida antes, durante y después de la
prisión política, a sostener el peso de esa otra cara de la Historia, la de los
que todavía luchan. Nosotros, el resto,
vivimos en la comodidad moral de una derrota digna, la que ellos han pagado
contra el peso de la espada.
Siempre que se habla de
modelos de sobrevivencia uno de los que primero que vienen a la mente son los
sobrevivientes de los campos de exterminio nazi. Estos, sin embargo, por lo
general sobrevivieron a su prisión y al sistema que los encarceló. No es el
caso de los sobrevivientes que representas en tu serie. ¿Qué características en
tu opinión los identifican como grupo? Cómo sobrellevan esa condición de
sobrevivientes "a medias"?
Sí, su
tiempo en prisión ha terminado, pero el sistema que les arrebató su libertad no
ha desaparecido todavía. Son los sobrevivientes de un monstruo que sigue vivo,
de manera que aún en libertad y después de tantos años, los sigue uniendo una
misma causa. Una causa que conserva su ubicuidad, que dominó y determinó su
pasado, que sigue dominando y determinando su presente al igual que su
proyección de futuro inmediato, y el futuro de las generaciones que los siguen.
Es
importante aclarar que la serie se concentra específicamente y de momento, en
la comunidad de ex-presos vinculados a la Unión de Ex-Presos Políticos | Zona
Norte (New York y New Jersey). Digo que por el momento, pues es un trabajo en
proceso, un proceso que no creo llegue fácilmente a su fin. Cuba ha tenido la
población penal por causas políticas más grande del hemisferio, y una de las más
grandes per cápita del mundo. En un momento llegaron a existir más de 35,000
prisioneros políticos en la isla. Hay también muchas mujeres que aún estoy
documentando pero casi todas están radicadas en el estado de la Florida.
Señalas
en el texto introductorio a esta exposición la variedad política, social,
racial, cultural, educativa y de todo tipo de las personas encarceladas. Como
mismo hicieron Jorge Ulla y Néstor Almendros en su esencial Nadie escuchaba hay un especial énfasis
en recordarnos que los presos eran lo mismo batistianos, miembros del Ejército
Rebelde, del Movimiento 26 de julio, del Directorio Revolucionario,
anarquistas, sindicalistas, negros, blancos, intelectuales, obreros,
campesinos. Pero al mismo estas larguísimas penas de cárcel, y las condiciones
terribles que sufrieron los acercaron en medio de sus diferencias. Forjaron una
hermandad que se puede apreciar hasta el día de hoy. ¿Qué nos puedes decir
sobre ello?
Sí, contrario
a lo que muchos creen, los expresos políticos cubanos no son un grupo
homogéneo. Mi trabajo para este ensayo fotográfico incluye, por ejemplo, los
retratos del coronel Ricardo Montero Duque y del poeta Jorge Valls. No puede
haber dos figuras más antitéticas; Montero Duque fue uno de los militares a los
que Batista confió la solución del problema rebelde en la Sierra Maestra, Jorge
Valls en cambio era un revolucionario católico y socialista, opuesto
radicalmente al gobierno de Batista. Ambos, Montero Duque y Jorge Valls, purgaron
largas condenas en la cárcel política: el gobierno de Castro, fue igualmente
despiadado con ellos. Montero Duque fue sentenciado a 30 años de los cuales
cumplió 27, Valls fue sentenciado a 20 años, cumplió 20 años y 40 días. Expongo
todo lo anterior para afirmar que a pesar de haber estado en antípodas
ideológicas después de tantos años compartiendo la prisión, estos hombres
terminaron siendo amigos, perdonando al otro y perdonándose a sí mismos. Es una
historia de reconciliación realmente conmovedora, que debería servirnos de
ejemplo al resto de los cubanos, no solo para el futuro, sino desde ya.
¿Me
puedes hablar de algunas de las personas concretas que aparecen en esta serie? ¿Alguna
anécdota que los defina más allá del grupo al que pertenecen?
Cada una de las personas de esta serie tiene una
vida intensa y llena de anécdotas. Pero te pongo de ejemplo algunos casos que
me parecen especialmente reveladores.
Kemel Jamís un cubano de origen libanés, fue
sentenciado a 20 años de prisión y salió en libertad después de 14 años.
Mientras Kemel estaba preso, su hermano el pintor y poeta Fayad Jamís, era el
attaché cultural del gobierno de Cuba en México. Durante el tiempo que Kemel
pasó en la prisión política, su cuñada en aquel entonces, estaba a cargo del
Departamento de Derechos Humanos del MINREX cubano para las Naciones Unidas. Su
trabajo consistía precisamente, en negar públicamente en foros internacionales
a los que iba, en representación del gobierno cubano, que en Cuba hubiera
prisioneros políticos.
Aquí va una anécdota contada por el propio Kemel
Jamis:
“Mi cuñada en aquel entonces era la Dra. Marta
Jiménez, viuda de Fructuoso Rodríguez, de cuyo matrimonio resultó Osvaldito
Fructuoso. La breve historia como sigue: cuando salí de prisión en el año 1976,
hice un viaje a La Habana, por petición de mis hermanos, llamé a Marta al MINREX,
donde ella tenía el cargo del Departamento de Derechos Humanos ante ONU. En ese
entonces viajaba a Suiza con frecuencia (todo esto según me cuentan mis
hermanas). Una vez sentados frente a frente, en su oficina majestuosa, lo
primero que me dijo fue: “¿cómo no te convertiste en revolucionario a través
del Plan Camilo Cienfuegos?”. Inmediatamente le contesté que ella se refería al
Plan de Trabajo Forzado de Isla de Pinos, donde muchos de mis compañeros fueron
asesinados y otros sufrieron múltiples heridas, golpes a diario en condiciones
infrahumanas, celdas de castigo en las cuales pasé alrededor un año. Se
sorprendió y lo comprobé en sus expresiones. El régimen le mentía. Me pidió que
antes de partir de La Habana para Santi Spíritus, escribiera las primeras
cuartillas de mi relato. Como es de suponer no escribí nada. Yo desconfiaba de
todo y todos. Acababa de pasar 14 años en distintas prisiones. Nunca más supe
de mi ex cuñada”.
Ya sé que nada de esto es nuevo, pero a mí me parece
un ejemplo terrible de cómo el régimen logró fragmentar a tal punto la sociedad
y la familia cubana, de engañar a
sus propios representantes.
Otro de los ejemplos que me vienen a la mente es el
de Guillermo Estévez, es un caso que revela la arbitrariedad del sistema legal
impuesto por Fidel Castro. Guillermo fue uno de los pilotos acusados en 1959 de
haber bombardeado localidades civiles durante el conflicto entre los rebeldes y
el ejército. En el juicio, que tuvo lugar en un tribunal de Santiago de Cuba,
también se acusaba de similares cargos a los artilleros y mecánicos del ejército.
La fiscalía nunca entregó el sumario de los cargos a la defensa hasta el mismo
día del juicio. A pesar de ello, los abogados pudieron defender magistralmente
a sus representados. Tanto así, que el tribunal revolucionario terminó
absolviendo a los acusados unánimemente. Inmediatamente Fidel Castro, a través
de los medios, proclamó el juicio nulo y exigió uno nuevo. Castro siendo
abogado el mismo, sabía perfectamente la aberración jurídica en la que
incurría. Se realizó un segundo juicio, el veredicto lo dio el propio Fidel: “Pilotos:
30 años; Artilleros: 20 años; Mecánicos: 2 años. Condenados todos a trabajo
forzado”
Tres meses después, tras una intensa campaña de
descrédito contra su persona, el fiscal del juicio, el comandante Félix Lugerio
Pena, se suicidó. Guillermo Estévez fue condenado a 30 años, de los cuales cumplió
19 en diferentes prisiones de la isla.
¿Qué sentido
tiene para ti incluir en esta exhibición, junto a los retratos de los ex presos
políticos, tres piezas de video arte que parecen alejarse del tema central de
esta serie?
Siguiendo un recorrido en orden de la exposición, la
muestra termina en una sala de videos. La curadora, Kristen Evangelista y yo,
decidimos incorporar dos videos en los que se traduce, de una manera más libre
y no en forma de documento, el tiempo mismo del poder.
Un último video es mi retrato de Orlando Zapata,
esta es la obra que cierra, da conclusión a toda la muestra. El video sobre
Orlando Zapata, muerto durante una huelga de hambre en el 2010, devuelve al
espectador a la misma prisión política muchos años después. A los primeros
presos políticos el gobierno los acusaba de no haber entendido la Revolución,
de haber estado contaminados por los vicios de otra época, etc. ¿Qué sucedió
entonces con Orlando Zapata? Un albañil negro, un proletario para el cual, al
menos teóricamente, la Revolución se había gestado. Sin embargo terminó
muriendo a manos del Estado cubano, en una huelga de hambre convertida por sus
carceleros en huelga de sed. Hay
testimonios que aseguran que el militar a cargo de la cárcel donde estaba
Zapata, ordenó que le impidieran tomar líquido alguno, para de esa manera
hacerlo abandonar la huelga de hambre. Orlando Zapata no cedió a esa presión ni
a ninguna otra y murió a consecuencia de la huelga que duró 83 días.
La parte fotográfica de la exposición lidia con un
tema del pasado más distante, de alguna manera congelado por el tiempo. La
parte que contiene los videos, habla de un momento más actual, todavía vivo y
en movimiento. Creo que era necesario devolver el tema al presente: es por eso
que la exposición se concibió así.
¿Es esta serie
solo una documentación o también lo ves como un homenaje?
Vae
Victis Vanitas es una
documentación y a la misma vez un homenaje. Confieso no ser optimista con
relación al futuro de Cuba, quiero creer en una Cuba verdaderamente democrática
y plural, pero no encuentro la fe. Sin embargo los ex-presos políticos, al
menos los que yo he conocido, sí tienen esa fe. Y a juzgar por sus vidas
parecen haberla tenido siempre. Me da un poco de vergüenza, porque yo no he
sufrido ni sacrificado un ápice de lo que ellos sí han sufrido y sacrificado. Sin
embargo, no tengo la confianza en el futuro que ellos tienen.
Pero es quizás mi aceptación de la derrota lo que me
ha hecho documentar a estas personas. Si ya se ha perdido todo, entonces al
menos nos queda la responsabilidad de contar las víctimas, ponerles nombre y
rostro. Mostrar el precio, el costo humano sobre el cual se ha erigido el poder
totalitario en Cuba.
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