Discurso de investidura de la académica Yesenia Fernandez Selier, 4 de marzo 2017.
Estimados compatriotas
y miembros de la Academia de Historia de Cuba:
Esta invitación es un
honor inestimable, no solo en nombre propio sino también de la memoria
intangible de cubanas y cubanos que por más de 20 años han sido el centro de mi
labor investigativa y cultural. Mi adolescencia se forjó en el medio teatral
habanero. El escenario fue el espacio mágico en que aprendí a soñar, sobrevolar
las agonías cotidianas de una Habana decaída y decadente; las estrecheces y
ruidos de solar que me tocaron en suerte. Por medio del teatro caí en la piel
de Virginia, una niña que detestaba ser negra[1].
Para Virginia, su piel y pelo eran un motivo de vergüenza y escarnio, una
especie de muerte social. La tragedia psicológica del ser en una sociedad que no
ve más que su color, tema encomiable de
aproximación política e intelectual, sonó muy bien a mis oídos. Pero la solución de la obra me pareció
escandalosamente indigna: Virginia se resignaba a su negritud por temor a que la
diosa de la muerte se la llevara después de tres días. La indolencia del autor,
del director y mis compañeros de escena me llevó a la renuncia y también a mi
compromiso de trabajar desde entonces por la justicia social y racial desde las
Ciencias Sociales. Ser apenas
considerada para la integración a esta academia es una distinción que estimo
desde la conciencia de la exclusiones históricas de los afrocubanos.
La historia nacional,
los silencios y mitos de su narrativa tradicional, han jugado un rol fundamental en cada una de mis
intervenciones investigativas. Recuerdo como un latigazo en el rostro, la tarde
en que uno de mis compañeros en la Facultad de Psicología, me espetó “no sé
para qué tanto drama… ¿Qué es lo que han hecho los negros en este país?” Su
interrogante, colectivamente asentida, me produjo una agonía, solo comparable a
la de estar en la piel de Virginia. La ignorancia de mis compatriotas blancos y
negros, así como la propia, sobre la contribución afrocubana a la construcción nacional
fue un veneno que aprendí a transformar en medicina. Así en el año 1995, formé
un pequeño grupo de investigadores que desarrollamos a pesar de las trabas
institucionales, una serie de estudios sobre la identidad racial, al mismo
tiempo que cazábamos y compartíamos libros de académicos americanos que nos
contaban nuestra historia de otro modo.
Así supimos el origen
del dicho “más malo que Aponte”, que ha vilificado por siglos la figura del
intelectual, artista visual, educador y revolucionario José Antonio Aponte[2].
Así aprendimos que esa y otras represiones del siglo XIX ayudaron a contener
una pujante clase media negra, que hasta la fundación de San Alejandro sostenía
las artes y oficios de la isla de Cuba[3].
Que una de las primeras poetas negras de la diáspora africana, fue la también
educadora Juana Pastor hacia 1830 en La Habana[4].
Supimos que la primera publicación femenina de la isla “Minerva”, fue editada,
escrita y sostenida por mujeres negras[5]. Así supimos que el ejército libertador,
contrario a la mayoría de sus representaciones, fue un ejercito
mayoritariamente negro y que la Intervención Americana de 1898, tuvo entre sus
muchas motivaciones el desvirtuar el
triunfo de un ejercito multirracial, en
el que destacaban con alto rango militar hombres negros[6].
La popularidad de Antonio Maceo entre
cubanos de todas las razas tras participar en las tres guerras, su hidalguía en
el combate, que le gané el título del Titán de Bronce, tenía para los afroamericanos,
en particular para los del sur profundo, ribetes míticos. Los regimientos
negros del ejercito de intervención, no podían entender en nombre de cuál
progreso intervenían en una isla, cuyos nombres de color tenían grados y
honores militares insanables para ellos. Así también aprendimos que mambises negros, en
1912, protestaron la creciente segregación de la nueva república. Los
Independientes de Color, símbolos hoy de las luchas por los derechos civiles de
los Afro-Latinos, fueron pioneros de una plataforma política de integración y
justicia social, que esperó casi tres décadas para manifestarse en la constitución
de 1940. “La guerrita de los Negros”, como mal se le conoce a la protesta de
hombres que lucharon por la independencia en la guerra, y por la igualdad en la
paz, sesgó la vida de un numero aún indeterminado de cubanos. Pero los
estimados adquieren su verdadera dimensión
si se les compara con el total de linchamientos de la historia de la Estados
Unidos. Entre 1877 y 1950, fueron
linchados 4,875 afroamericanos; entre mayo y agosto de 1912 en Cuba fueron
cercenadas las vidas de entre 3 mil y 15 mil
hombres y mujeres, la mayoría desarmados, preponderantemente ex-mambises[7].
Queridos
compatriotas, no animan mis palabras el quitarles el sueño, el afán sincero de
esta bienvenida. Hoy como ayer, los hombres y mujeres de los que hablo, fueron
movidos por una fe profunda en el futuro, por un amor profundo por la patria.
Maceo nos legó su obra y también esa esperanza cuando caracterizó que en la
devoción de sus tropas no había: “nada como negro, todo como cubano”. Apenas
señalar que en no pocas ocasiones malos patriotas han permitido que cubanos de
piel negra no consigan- y cito aquí a los fundadores del PIC, Evaristo Estenoz
y Pedro Ivonet- “lo que les corresponde”.
Desde la luz titilante de mi acervo, simplemente afirmo, que el problema
racial cubano ha definido en no pocas ocasiones nuestro pasado, cuelga como
espada de Damocles en nuestro presente y sin debates, investigación, espacios
de acuerdo, consenso y compromiso opacará también nuestro futuro. El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud
demostró que el trauma no resuelto, se convierte en una pesadilla circular, y
también que solo reconocer y recordar es el camino de la cura. Ciencia,
paciencia y conciencia, hagamos con nuestro trabajo y nuestra labor individual
y colectiva una nación con todos y para el bien de todos[8].
Muchas gracias.
[1] De Castro, Cesar Virginia y los Orishas. 1991 obra que aún se representa en Cuba. Ver. http://www.radiococo.icrt.cu/noticias/culturales/virginia-una-nina-que-no-queria-ser/
[2] Childs, Matt. The 1812 Aponte Rebellion in Cuba and the Struggle Against
Atlantic Slavery. Chapel Hill: University of North Carolina Press,
2006.
[5] Brooks, Lisa:
http://www.afrocubaweb.com/brock3.htm
[7] Aline Helg. Presentación de “
Lo que nos corresponde” Fundación Fernando Ortíz, 2002.
[8] “Ciencia, paciencia y conciencia” una de las frases recurrentes de
Don Fernando Ortiz. “Con todos y para el
bien de todos”, discurso dado por José Martí en el Liceo Cubano en Tampa el 26 de Noviembre
de 1891.
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