Tuesday, October 31, 2017

Dolor de España

La principal agencia de prensa española EFE reproduce un artículo del presidente de la AHCE Eduardo Lolo:

Procedentes de los Estados Unidos, mi esposa y yo arribamos en octubre de 2017 a un Madrid de balcones espontáneamente engalanados con la bandera española, como cuando la coronación del rey Felipe VI en 2014, de la cual fuimos testigos. Entonces era fiesta; ahora, incertidumbre.
El cambio se debe a la difícil situación que vive el pueblo español en estos momentos por la anunciada y finalmente emitida declaración unilateral de independencia de Cataluña por parte de un supuesto parlamento -y digo supuesto porque solamente un grupo de parlamentarios podía parlar.
La forma en que se ha venido desarrollando desde un principio el secesionismo en Cataluña apunta, indiscutiblemente, hacia el totalitarismo como sistema político: coartar la libertad de expresión de parlamentarios y ciudadanos que piensan distinto, la tergiversación de la realidad por parte de una prensa cómplice o controlada, el adoctrinamiento, el asedio y hasta la discriminación de los niños en las escuelas, etc. etc. En fin, algo muy diferente de movimientos semejantes en Escocia y en Canadá, donde siempre se respetaron las reglas de convivencia civilizada de la democracia y las normas de sus respectivas constituciones.
Una República de Cataluña, en la forma en que ha sido concebida, nacería con el germen de su propia ruina en tanto que sueño asociado a la libertad y el respeto a los derechos humanos de todos los catalanes. La propia clase política regional que la promueve ha sido ejemplo de corrupción, imposición política y caudillismo despótico. Algunos de sus más altos representantes han terminado tras las rejas, y es de presumirse que otros muchos todavía permanecen libres solo gracias al poder del dinero y las prebendas políticas de clanes de corte mafioso. Financieramente, todo anuncio de redistribución de la riqueza ha terminado, inexorablemente, redistribuyendo la pobreza y el incongruente advenimiento de una nomenclatura política amasando fortunas que los ricos del viejo régimen no habrían ni siquiera soñado. Una Cataluña independiente no sería una excepción; la avalancha de la ignominia ya ha comenzado. El parto catalán de una república tarada de infamia, como se aprecia en la actualidad, sería una bancarrota histórica para toda Cataluña.
Sin embargo, soy optimista. Estoy seguro de que el resto de España no va a dejar abandonada a parte fundamental de sí misma; ello es el clamor de muchos catalanes de bien. Además, espero que los catalanes confundidos o adoctrinados escuchen, finalmente, al resto de sus hermanos de la Península y no les pase como a los venezolanos, que creían que los cubanos exiliados estaban exagerando al vaticinarles la destrucción del país por la pérdida de la democracia.
El totalitarismo es uno solo, con disfraces ideológicos varios, tanto de izquierda como de derecha, unidos o semejantes en sus extremos: nacionalismo, antiimperialismo, fundamentalismo religioso, populismo, liberalismo, proteccionismo, etc., etc. En cualesquiera de sus variantes la democracia se torna demagogia; la tolerancia, intransigencia; la cordialidad, insolencia; y la veracidad en medias verdades (que implica que sean, al menos, medias mentiras).
Bajo un régimen totalitarista el mundo se vuelve, paulatinamente, al revés, pero una forzada mirada inversa por medio del engaño en un principio y luego del terror crea el espejismo de que está al derecho. El nuevo Mesías es infalible, omnipotente y omnipresente: el Führer, el Gran Timonel, Il Duce, El Comandante en Jefe, etc., etc. En Hispanoamérica hemos tenido una buena colección de ellos: hay ejemplos no muy lejanos en el tiempo con la etiqueta de izquierda (Hugo Chávez), de derecha (Anastasio Somoza) o de los que viajan de una a otra (Fidel Castro), pues en definitiva para el totalitarismo la ideología no es más que un útil vestuario de ocasión, a seleccionar pragmáticamente de acuerdo con las circunstancias.
Sin embargo, lo peor de todo es que el totalitarismo se basa en la esperanza frustrada de las masas y la falsa imagen de pertenencia a un clan que creen superior: "nosotros" (los buenos) versus "los demás" (los malos). Toda idea diferente (ni siquiera tiene que ser contraria) se convierte en anatema a silenciar, hasta con la muerte de quien la esgrima, convertido en "el enemigo" a eliminar, aunque hasta ayer haya sido un afable familiar, un buen amigo de toda la vida o un solidario compañero de trabajo de muchos años.
Todos los "convertidos" en la nueva "fe" quieren para sí el papel del David que derrota a Goliat, para al final ser devorados por un imprevisto Goliat disfrazado de ilusión supuestamente tangible. Se trata de una vieja historia en forma de Hidra, o de una Hidra en forma de historia, pues el orden de los horrores no afecta el espanto. Ojalá que tampoco esta vez la mitad de España muera de la otra mitad.

Monday, October 30, 2017

Sin lengua, deslenguado

El diario digital Cubaencuentro publica artículo del estudioso Carlos Espinosa Domínguez sobre libro Sin lengua, deslenguado del miembro de la AHCE Gustavo Pérez Firmat. Allí se dice: 


"Pérez Firmat es noticia por la salida, hace pocas semanas, de un nuevo título: Sin lengua, deslenguado (Ediciones Cátedra, Madrid, 2017, 292 páginas). Se trata de una antología de su producción poética preparada por Yannelis Aparicio y Ángel Esteban, que recoge poemas escritos tanto en inglés como en español. De estos últimos se ofrecen versiones bilingües. Figuran además textos que combinan ambos idiomas e incluso algunos que incluyen detalles en spanglish.
Para Pérez Firmat, el hecho de haber sido incorporado a una colección como Letras Hispánicas representa un reconocimiento muy significativo. Hay que recordar que en ella aparecen los autores más relevantes de la literatura escrita en castellano. Pasa así a estar en compañía de Virgilio Piñera, Miguel de Carrión, Reinaldo Arenas, José Martí, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Severo Sarduy, Cirilo Villaverde, Nicolás Guillén, Fernando Ortiz y José Triana, los cubanos que hasta ahora forman parte del catálogo de Cátedra. Eso me llevó a escribirle y preguntarle qué siente al integrar una lista tan selecta. Esta fue su respuesta: “¿Que qué siento? Me siento halagado, por supuesto, aunque sé requetebién que no me merezco la membresía en ese club y que hay muchos escritores cubanos que sí deberían estar y no están. Pero tampoco voy a pedir que me saquen. En otras ocasiones he dicho que no soy escritor por vocación sino por equivocación, y esta vez la equivocación ha sido a mi favor”
Y termina diciendo Carlos Espinosa: 
En suma, recomendamos con entusiasmo este libro recién editado por Pérez Firmat. Quienes se acerquen a Sin lengua, deslenguado, podrán acceder a una obra poética que representa uno de los mejores logros de la literatura cubanoamericana y a un autor que es una de sus referencias imprescindibles"

Thursday, October 26, 2017

Sobre la censura

El Nuevo Herald reproduce la entrevista hecha por el escritor Francis Sánchez al editor de "El compañero que me atiende". Reproducimos acá un fragmento centrado en la censura: 

¿Qué opinas de la predominante visión arqueológica sobre la censura en Cuba y el quinquenio gris?
No sé cómo consiguen ver la censura en Cuba como un asunto del pasado. Con tantos ejemplos que se repiten una y otra vez. El principio de “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada” es terriblemente represivo y a ese principio no se ha renunciado ni un minuto desde agosto de 1961. Supongo que en esa visión arqueológica tenga que ver que muchos de los censurados de ayer sean parte de la cultura (entiéndase también censura) oficial. En ese sentido, el de la censura, el régimen cubano actual resulta una especie de totalitarismo ilustrado. Los encargados de lidiar con los artistas y escritores ya no son los militarotes de antaño: los Papito Serguera, los Pavones, los Quesadas. Ahora son una mezcla de funcionarios con estudios universitarios con intelectuales graduados en diferentes niveles de censura, incluida la censura en carne propia. Esos últimos resultan a la larga los más efectivos. Son los que le dirán a los jóvenes creadores: “Eres muy atrevido porque eso en mi época no se podía decir”. Y todos tan contentos. Los jóvenes porque les satisface su audacia y los viejos porque sienten que de alguna manera han contribuido a esa “evolución”.
[...]No conozco antecedentes de una antología de este tipo... Aunque hay historias de vida muy bien documentadas, como en “Informe contra mí mismo”, de Eliseo Alberto Diego. Se han hecho antologías de las becas, de los trenes, de cualquier cosa, pero parece increíble que nos faltara la de los omnipresentes “segurosos”. ¿A qué crees que se deba ese silencio? ¿Existiría una sutil raya roja que tú estás cruzando ahora?
Las razones son bastante obvias. El régimen cubano restringe las libertades políticas y económicas de sus ciudadanos más que cualquier otro en la actualidad a excepción de la hermana república de Corea del Norte. Y encima no le gusta que se lo digan. No está preparado para lidiar con una evidencia tan elemental. Se lo dices y en vez de cambiar te amenaza: el Poder quiere que le digas lo hermoso que es o en su defecto te dediques hablar de otra cosa. Los regímenes así son narcisistas por naturaleza. Y pretenden que los intelectuales sean su espejo mágico y confirmen la idea que el Poder tiene de sí mismo. Pero los escritores, incluso en Cuba han demostrado ser, a pesar de todo, una especie bastante resistente. De hecho algunos textos de la antología (no muchos, la verdad) aparecieron antes publicados por editoriales cubanas. La diferencia estriba en que esos gritos que se pierden en el escándalo continuo que es la realidad cubana al ser reunidos en la antología ofrecen un contexto esencial para entender esa realidad. La represión es el elefante en la habitación que nadie quiere mencionar, al que le damos un rodeo de camino a la cocina. Pues “El compañero que me atiende” es un libro sobre el elefante y lo que significa tenerlo metido en tu casa.

Monday, October 23, 2017

COMUNICADO DE ADHESIÓN



ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CUBA EN EL EXILIO, CORP.
P.O. BOX 521364                                     
430-A Hancock Pl.
Flushing, NY 
11352                                 
Fairview, NJ 07022


COMUNICADO DE ADHESIÓN


POR CUANTO:

El Banquete Anual “Día del Periodista” organizado por el Colegio Nacional de Periodistas de la República de Cuba en el Exilio, Delegación NJ-NY, que tendrá lugar el domingo 29 de octubre de 2017, estará dedicado al Dr. Antonio A. Acosta.


POR CUANTO:

El Dr. Antonio A. Acosta habrá de recibir dicho homenaje y una placa alegórica en reconocimiento a su larga y excelente trayectoria como educador y por su ejecutoria como Presidente de dicha delegación del Colegio Nacional de Periodistas de la República de Cuba en el Exilio.


POR CUANTO:

El Dr. Antonio A. Acosta es uno de los fundadores de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp. Y en la actualidad funge con eficiencia, responsabilidad y honestidad como Tesorero de la entidad.



La Junta Directiva de la AHCE.

RESUELVE

1-    Adherirse con honor y júbilo al justo homenaje al Dr. Antonio A. Acosta organizado por la Delegación de NJ-NY del Colegio Nacional de Periodistas de la República de Cuba en el Exilio.

2-    Agradecer a dicha delegación el haber acordado rendir homenaje a uno de nuestros fundadores, lo cual honra a todos los miembros de la AHCE.

3-    Invitar a toda nuestra membresía a formar parte del homenaje que tendrá lugar en el conocido Restaurante Las Palmas, sito en la Calle 62 y la Avenida Bergerline (West New York, NJ), comenzando a la 1:30 PM de la fecha indicada.

Y para que así conste en los Archivos de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp., firmamos el presente Comunicado de Adhesión en New Jersey a los 20 días del mes de octubre de 2017.


Israel Abreu, Presidente Interino.                                                                 
Octavio de la Suarée, Secretario.


Saturday, October 21, 2017

El compañero que me atiende

El periódico digital Diario de Cuba anuncia que:
La primera presentación de la antología El compañero que me atiende, del historiador y profesor universitario Enrique del Risco, tendrá lugar en Miami el próximo 2 de noviembre, a las 7:30 pm, en la librería Altamira [en Coral Gables, Miami], a la que están invitados varios de los autores que intervienen en el texto.
El volumen, prologado por el propio Del Risco, ha sido publicado por la Editorial Hypermedia, y en este aparecen decenas de escritores cubanos que cuentan sus experiencias y relaciones con la policía secreta cubana, "esa instancia casi familiar y siempre temible llamada: G2".
La antología, como defiende su compilador, "no es un memorial de agravios", lo que intenta es reunir "una mínima parte de las aportaciones cubanas a un género anunciado ya por Kafka desde las primeras páginas de su inconclusa novela El proceso". [...] Néstor Díaz de Villegas, Antonio José Ponte, Rafael Almanza, Luis Felipe Rojas, Orlando Luis Pardo, Lien Carrazana, Legna Rodríguez Iglesias, Michel H. Miranda, Ángel Santiesteban, Orestes Hurtado, Karla Suárez, entre muchos otros forman parte de esta antología que será presentada en varias ciudades de EEUU. Ya se encuentra a la venta en Amazon.

Wednesday, October 18, 2017

Maldito Menéndez: reviva la revolu

Entrevista llevada a cabo por el escritor Carlos A. Aguilera en dos partes a Maldito Menéndez fundador de Arte Calle, agrupación esencial entre las que estremecieron el escenario artístico y político en Cuba en los años 80 al tiempo que figura principal del arte contestatario en el exilio. Ver aquí la primera parte y la segunda aquí. Dice Maldito en la entrevista:


La cultura ya no es monopolio de las instituciones culturales, salvo en los totalitarismos, como Cuba. Si la cultura cubana ha experimentado un crecimiento exponencial desde los años 60, no ha sido gracias a la revolu, sino a las migraciones de cubanos que huyen de la misma desde que la infamia tomó el poder. Si la cultura fuera una sola, la cubana no estaría en Cuba, sino en el exilio. ¿Dónde si no es posible una entrevista como ésta?

Angola, la guerra innecesaria

El Diario de las Américas publica artículo sobre el nuevo libro Angola, la guerra innecesaria de Carlos E. Pedre Pentón. Pedre Pentón, participante en la guerra como parte de uno de los primeros contingentes llegados al país africano, declara, entre otras cosas, que la propaganda castrista 
“le vendió la idea a los cubanos y al mundo de que éramos internacionalistas, pero para muchos angoleños y otros africanos éramos un ejército racista de ocupación, éramos conquistadores como mismo veían a los sudafricanos. Esa era la verdad”.
Sobre la ayuda internacionalista desinteresada:
 “fue otra de las grandes mentiras de Fidel Castro. He consultado fuentes conocedoras de los secretos de esa guerra, personas que aún están en Cuba y por eso no puedo develar sus nombres, que tenían acceso directo a la intendencia del ejército angoleño, y me han confirmado que Angola pagaba 2.000 dólares mensuales por hombre a Cuba. No éramos internacionalistas sino un ejercito mercenario que ayudaba a una de las facciones en pugna”.
Sobre los mutilados:
“Una pregunta que le hago a mucha gente es ¿cuántos mutilados cubanos de la guerra de Angola conocen? Teniendo en cuenta que fue una guerra de 16 años, librada a cañonazos y minas, ¿no resulta muy extraño que no haya mutilados? ¿Dónde están, qué pasó con ellos? No pocos asumen que los hayan matado para impedir que los mutilados se pasearan por Cuba con sus horribles huellas de la guerra”
Sobre el total de bajas cubanas. Si en 1989 la cifra oficial de bajas era de 2,889 :
“Años después, el escritor Michel Porcheron, en una nota sobre el documental Cuba, una odisea africana, publicada en el diario Granma, dijo que 2.000 cubanos ofrendaron sus vidas en aquel continente. Sin embargo, en ese mismo documental se plantea que los historiadores estiman los caídos en unos 10.000 muertos. Una contradicción propia de la clásica manipulación del régimen”, recalcó el veterano.
“Es increíble cómo con el paso del tiempo, en vez de develarse la cifra real de fallecidos, el régimen y sus periodistas oficialistas reducen el número. No me sorprendería si los excelsos defensores del comunismo a ultranza un día afirman que sólo perecieron unas pocas decenas. Lo que no podrán es borrar el estigma de una guerra que no fue necesaria, a no ser para el propósito maligno de Fidel Castro de expandir su supuesta revolución”.

Tuesday, October 17, 2017

Adiós mi Habana

Por Enrique Del Risco

Las experiencias de una chica germano-americana en una década de vida en Cuba es la materia con la que estaba fabricada la novela gráfica Adiós mi Habana de Anna Velfort. Ya eso bastaría para resultarles interesante a los cazadores de curiosidades etnológicas. Pero lo es mucho más si se precisa que la década en cuestión es la que va desde el año 1962 al 72. O que la chica acompaña a su padrastro norteamericano y a su madre alemana, comunistas convencidos que viajan a Cuba para incorporarse a la última encarnación de la Revolución Mundial. O que la protagonista fue testigo única de aquella pequeña, privilegiada (pero no menos vigilada) sociedad de compañeros de viaje venidos del extranjero en acto de solidaridad revolucionaria. Pero el descubrimiento de la protagonista de su propia homosexualidad convierte Adiós mi Habana en documento excepcional. En historia de cómo funcionó en aquellos años fundadores de todo lo que vendría después el mecanismo de vigilancia y represión a los homosexuales cubanos a lo largo del sistema educativo y laboral cubano: desde menos de un año de la proclamación del carácter socialista del régimen hasta entrado ya en el llamado Quinquenio Gris.
Sin muchas más pretensiones aparentes que las de contar su experiencia vital durante lo que suelen calificar como uno de los acontecimientos más importantes del pasado siglo Veltfort consigue un relato fascinante. Sobre todo si se lo compara con la mayoría de los novelistas que han entrado en dicho período a la caza de esa ballena blanca que es la novela de la Revolución Cubana. Con el más sencillo y directo de los estilos que se limita a seguir las peripecias de la protagonista Veltfort rescata una historia reveladora en su propia elementalidad. La protagonista verá el descubrimiento de su sexualidad convertido en pesadilla y sus romances cubanos en razón de Estado. A todo esto se añade tanto detallismo gráfico documental y narrativo (vale recordar que su autora es también la del blog El Archivo de Connie) que lo convierte en un documento de primera mano de aquellos años tan convulsos como edulcorados por sus cronistas. Allí la ya mitológica noche de las tres Pes con su apresamiento multitudinario de “prostitutas, pájaros y proxenetas” tiene fecha precisa: el 11 de octubre de 1962, apenas tres días antes del inicio de la llamada Crisis de los Misiles. Allí aprendemos que la famosa Operación Hippie con el que recogieron buena parte de los jóvenes habaneros aficionados al rock ocurrió el 25 de septiembre de 1968, días antes de que Fidel Castro proclamara en el octavo aniversario de los CDR que “en nuestra capital […] dio por presentarse un cierto ‘fenomenito’ entre grupos de jovenzuelos[…] influidos entre otras cosas por la propaganda imperialista, que les dio por comenzar a hacer pública ostentación de sus desvergüenzas”.

Llama la atención la frescura con que está contado el relato. La ingenuidad que le evita contaminar al personaje de aquellos días con la experiencia adquirida posteriormente. Más bien ocurre lo contrario. La ingenuidad juvenil parece contagiar el epílogo donde la autora se pregunta por qué fue objeto de una persecución tan enconada por parte de las autoridades “¿Por qué tanta atención sobre una estudiante extranjera sin importancia […]?” para terminar achacando tal encono a las maquinaciones de una conocida. Como si después de diseccionarlo con tal detalle se le escapara una enseñanza elemental de un sistema como el cubano: la de que allí, al igual que con la Cosa Nostra, no hay nada personal. Que la esencia misma de un sistema como aquel consiste en no subestimar nada. En dedicarle la máxima atención a seres mucho más insignificantes que una estudiante extranjera. En cambio y aunque no lo diga directamente queda claro que si bien el castrismo no inventó la homofobia sí puede atribuirse el copyright de su instrumentalización política en la historia cubana. La vieja homofobia que estimulada e ideologizada sirvió no solo para controlar a los homosexuales cubanos sino mantener a toda la población en el trance totalitario de exigir y dar cuentas de lo más íntima de sí. Y de dicha estatalización de lo íntimo emanó buena parte de su control sobre toda la sociedad. Adiós mi Habana es, en fin, un libro muy recomendable. Sobre todo si se trata de hacerle un regalo de cumpleaños a Mariela Castro, tan desinformada, la pobre. 

La Venezuela imposible

CUANDO: Viernes, 20 de octubre a las 7:00 PM

DONDE: Librería Altamira
219 Miracle Mile, Coral Gables, FL 33134
Tel: (786) 534-8433

PRESENTADORA:
Maria Teresa Romero 
En un ambiente informal rodeado de libros de gran interés, el nuevo libro La Venezuela imposible, será presentado ante el público por miembros de la directiva de la Fundación Francisco Herrera Luque. Posteriormente el autor, Carlos J. Rangel, será entrevistado por el Dr. Jose Antonio Cisneros sobre los temas candentes del libro.

Carlos J. Rangel utiliza la historia reciente de Venezuela para ilustrar la actualidad y vigencia de los principios de democracia y libertad, profundizando en temas de derechos humanos y sociales, igualdad vs libertad, la naturaleza del libre mercado, la razón de gobierno y la relación de éste con el espíritu empresarial.

La Venezuela Imposible es una compilación de escritos realizados a lo largo de varios años, complementada con nuevos ensayos inéditos para hilar las tesis expuestas. Carlos J. Rangel utiliza un lenguaje claro y directo para documentar el desarrollo del chavismo desde sus etapas iniciales dentro de la democracia liberal, hasta su expresión en un estado autocrático, reflexionando sobre la libertad, los derechos humanos, el populismo, tiranía vs anarquía, y la violencia, entre otros temas.

Este libro es un análisis trascendental para cualquier país inmerso en el mundo turbulento de la actualidad occidental donde derechas, izquierdas, populismos, demagogias y el liberalismo pugnan por arraigarse entre los pueblos.

Sunday, October 8, 2017

La última casa de José Martí

Por Jorge Ignacio Domínguez

Tras el fracaso de la expedición de Fernandina en los primeros días de enero de 1895, José Martí tuvo que ocultarse. El gobierno español había contratado a los agentes de la Agencia Pickerton para descubrir su paradero. El objetivo era hacer que el gobierno norteamericano lo detuviese por violación de la neutralidad en los asuntos cubanos con la que el gobierno estadounidense estaba comprometido.

¿Dónde pasó José Martí esas dos semanas, desde su apresurado regreso de la Florida hasta su definitiva partida? En ese lugar escribió algunas de sus cartas más importantes, y allí firmó el “acta de independencia” de Cuba: la Orden de Alzamiento para iniciar la Guerra del 95.

La casa —ya veremos después dónde estaba realmente— fue uno de los centros gravitacionales de la comunidad cubana de Nueva York. Allí vivían dos matrimonios cuyo destino se fundió varias veces con el de la Isla de Cuba: el del Dr. Ramón Luis Miranda y Luciana Govín, y el de la hija de estos, Angelina Miranda, y Gonzalo de Quesada, discípulo y amigo cercano de Martí.

Luciana Govín era a su vez la hija de Félix Govín, el cubano más rico de Nueva York hasta su muerte en 1891. Luciana, principal heredera y albacea testamentaria de su padre, era una activa corredora de bienes raíces, y administraba su pequeño imperio desde la casa familiar. La fortuna heredada de su padre —y que debería compartir con su hermano vivo y los hijos del hermano muerto— equivaldría hoy a una suma de entre 16 y 36 millones de dólares.

Esa fortuna estuvo muchas veces a disposición de la causa cubana, aunque habría que señalar la probable falsedad de la más dramática escena de fervor patriótico que nos ha llegado: el ofrecimiento del famoso cheque en blanco durante los días cruciales en que Martí se refugió en su casa. Pero está fuera de toda duda que ayudó generosamente a la causa, y que era la persona a acudir cuando había que pagar la fianza de algún cubano detenido por conspirar contra España en el suelo oficialmente neutral de Nueva York.

No es ocioso recordar que una promesa incumplida de Félix Govín estuvo a punto de expulsar a Martí de la historia de Cuba. El famoso encontronazo con Máximo Gómez y Maceo en el Hotel Griffou en 1884 fue de alguna manera provocado por Govín. Según cuenta el general y doctor Eusebio Hernández, entre otros, el acaudalado Félix Govín había prometido a Gómez y a Maceo donar cien mil pesos y buscar dos amigos que donaran cada uno cincuenta mil, "si juntos [Gómez y Maceo] se ponían al frente del movimiento".

Tras la llegada a la ciudad de los dos patriotas, relata Eusebio Hernández, Govín informó a los conspiradores que no podría ayudarlos, pues "en aquellos momentos tenía pendiente una reclamación al gobierno español que fracasaría si le demostraban que alentaba una revolución separatista". Fue entonces que se decidió enviar a Martí y a Maceo a México a buscar fondos, y en esa conversación fue donde Gómez le dijo a Martí que se limitara a cumplir sus órdenes, lo que ocasionó la famosa respuesta de Martí sobre las fundaciones de pueblos y campamentos, y su apartamiento de la causa independentista. 

Pero volvamos a 1895. El esposo de Luciana Govín, el Dr. Miranda, era el médico personal de Martí y mantenía una consulta en la misma casa. Además, era el presidente de la Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana, organización que también tenía sede oficial en la casa. El Dr. Miranda, graduado de la Sorbona, era médico de renombre en Nueva York. Ante una epidemia de fiebre amarilla, por ejemplo, los periódicos de la ciudad buscaban sus comentarios de experto. Y de todos es conocido el cariño reverencial que Martí sintió por él.

Gonzalo de Quesada, por supuesto, fue muy cercano colaborador de José Martí en sus años finales en Nueva York. Su admiración apasionada por Martí era correspondida por el cariño paternal que este le dedicó. Se olvida habitualmente que Gonzalo, además de ser “el discípulo” de Martí, era un neoyorkino; un señor cuyo inglés era más sofisticado que su castellano y casado con la heredera de una fortuna inmensa. Un abogado graduado de la Universidad de Columbia. Un hombre con conexiones en el mundo de los negocios y de la prensa de Nueva York.

Angelina, por su parte, fue también admiradora de Martí, desde antes de su boda con Quesada ,y contribuyó con su dinero a la causa martiana repetidas veces. Y después de la muerte de Martí fue la principal animadora del Club Hijas de Cuba, que se reunía en su casa.

Esa amistad casi familiar de Martí con toda la familia se puede rastrear en cartas, notas y referencias en el periódico Patria. Quizás la más reveladora de todas sea que Martí daba a Angelina “recibos” por el tiempo que le robaría al esposo para las labores de la independencia.

Esa casa, que fue uno de los centros de la comunidad cubana de Nueva York y uno de los lugares más frecuentados por José Martí, sería también su refugio último.

Pero, ¿dónde estaba?


Por más de siete décadas, en los libros de historia de Cuba, en las biografías y estudios diversos se ha repetido que José Martí pasó esas dos semanas definitivas en el número 116 oeste de la calle 64 de la ciudad de Nueva York. Esos mismos libros dicen a veces que se trataba de la casa de Gonzalo de Quesada y otras que era la casa de su suegro, el Dr. Ramón Miranda.

Esa casa —la del 116 oeste de la calle 64— desapareció a fines de la década del cincuenta o principios de la del sesenta del siglo pasado cuando se construyó el Lincoln Center.

Hay tres razones poderosas por las que se aceptó siempre esa dirección como verdadera.

En 1941, Luis Rodolfo Miranda, sobrino del Dr. Miranda y comandante del Ejército Libertador, publicó el libro Reminiscencias cubanas de la guerra y de la paz. Luis Rodolfo Miranda conoció de cerca de José Martí siendo adolescente y vivió en la casa de su tío, el Dr. Miranda. En su libro reproduce varios artículos. Hablando de Martí, afirma que tuvo “la dicha de acompañarle constantemente” 1 durante esas dos semanas de su estancia en casa del Dr. Miranda. E indica, de manera inequívoca, que la casa se hallaba en el 116 oeste de la calle 64.

La segunda razón es el libro de Blanca Z. de Baralt, El Martí que yo conocí, publicado en 1945. La Sra. de Baralt relata la conocida anécdota del abrigo olvidado por Martí en su casa el día en que partió hacia Cuba. Tras explicar que en 1895 ella vivía en el “número 135 oeste calle 64”, añade que a “dos puertas de nuestra nueva casa vivían el Dr. Ramón L. Miranda, su esposa Luciana Govín, su sobrino Luis Rodolfo Miranda y el joven matrimonio Angelina Miranda y Gonzalo de Quesada”. 2

Esos dos testimonios de personas tan cercanas a Martí son dos de las razones por las que se aceptó la dirección de la calle 64 como verdadera. La tercera razón parece ser que nunca se han comparado esos testimonios con documentos de la época.

Hace dos años, sin embargo, la lectura de una de las cartas que Martí escribió desde Santo Domingo en febrero de 1895 me hizo dudar de la dirección establecida. Comencé a buscar documentos de la época.

La carta que generó mis dudas es un breve mensaje de Martí a Gonzalo de Quesada, escrita desde La Vega, República Dominicana, el 18 de febrero de 1895, donde el remitente indica la dirección del destinatario bajo su nombre: 349 W. 46th St., New York.


¿Por qué dirigía Martí la carta a la calle 46 Oeste y no a la 64 Oeste donde se suponía que vivía Quesada, y donde Martí habría vivido sus últimas semanas?

Durante mi investigación pude hallar 24 documentos originales, de entre 1892 y marzo de 1895 que indican que los Miranda-Govín y los Quesada-Miranda Govín vivían en esa época en la misma casa, en el número 349 oeste de la calle 46. Entre esos documentos están cartas de José Martí a Gonzalo de Quesada, varios artículos de periódicos, el Directorio de la Ciudad de Nueva York, el Registro de Asociaciones Caritativas, varias publicaciones médicas, telegramas, etc.

Entre los 24 documentos hallados que indican que la dirección correcta es el 349 de la calle 46, los más significativos son éstos:

1. En la década del noventa del siglo XIX existió en Nueva York Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana, presidida por el Dr. Miranda. La Sociedad, sobre la que Martí escribió un bello artículo, residía en su propia casa del Dr. Miranda, y en su junta directiva estaban dos de los más cercanos miembros clave del Partido Revolucionario Cubano: Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra.
En el Directory of the Charitable, Eleemosynary, Correctional and Reformatory Institutions4 de Nueva York de 1892 aparecen los nombres y direcciones de la Sociedad. Allí podemos ver que Quesada y el Dr. Miranda vivían en la misma casa, en el 349 oeste de la calle 46:

2. En el volumen 107 del New York City Directory5, publicado en julio de 1894, aparecen los nombres y la dirección del Dr. Miranda y de Gonzalo de Quesada:



3. El periódico The Sun, el 19 de mayo de 1894 relata6 que un pariente de Luciana Govín, esposa del Dr. Miranda, había intentado asesinar al médico en su casa. Allí se indica claramente que ambos vivían en el 349 oeste de la calle 46. El caso parece haber resonado en la ciudad. The New York Times publicó ese día un artículo7 semejante donde se indica la misma dirección.

Con ligeras variaciones, los dos artículos cuentan que el Dr. Miranda había pedido a Lorenzo Govín, de 28 años, que desistiera de hacerle proposiciones amorosas a una de las criadas de la casa. El joven, al que describen en los periódicos como epiléptico y enfermo mental, comenzó a merodear la casa armado de una pistola y un “pesado bastón”. Finalmente, el joven se presentó en la casa gritando amenazas de muerte contra el Dr. Miranda. Fue entonces que la familia lo denunció a la policía y el joven fue detenido.

Esta es la copia de los primeros párrafos del artículo del Times:




3. El Charities Directory8 de la Ciudad de Nueva York, publicado en 1895, incluye nuevamente una lista de los miembros de la directiva de la Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana. Allí aparecen el Dr. Miranda y Gonzalo de Quesada como residentes del 349 oeste de la calle 46.





Martí en el 349 oeste de la calle 46

El hecho de que ambas familias vivieran en la calle 46 entre 1892 y 1895 no prueba necesariamente que viviesen en esa casa en la segunda quincena de enero de 1895, cuando Martí se quedó con ellos. Pero también hay documentos que evidencian ese detalle esencial.

1. Al regreso de Fernandina, en enero de 1895, José Martí le escribe a Juan Gualberto Gómez. Los detalles esenciales de la carta los pone en clave para evitar revelar el lugar donde se oculta en caso de que la carta sea interceptada. Dice así:

Me enoja hablarle a medias. Si pudiese resolver por mí, ya le estaría diciendo. No puedo, en la nueva situación, y hay mar por medio. Si aguardan, todo marche al rescoldo: yo volaré, de un modo u otro.

La dirección nueva—sólo para ella tengo tiempo—es: S. Dressner trescientos cuarenta y nueve oeste, calle cuarenta y seis—y en el sobre interior, ponga para María.10

2. El 29 de enero, en su siguiente carta a Juan Gualberto Gómez, Martí le reitera:

“…si ve que esperar, en las condiciones en mi carta explicadas, es posible o indispensable, aunque no sea grato, y decide recomendarlo así, telegrafíeme entonces la palabra venda a la misma dirección nueva que le di, y así podré irme más tranquilo, y con mayor firmeza…”11

3. El 29 de enero le escribe también a Serafín Sánchez, que está en Nueva York, y le dice:

“Si nada pudo enviar hasta el recibo de esta carta, alce en la noche cuantos cientos pueda, y por la noche avise el giro, el viernes mismo por la noche, o el sábado, al rayar, a G. De Quesada, —349 W. 46 St.—El sábado antes de las doce necesito tenerlo todo…”12

Cambio de dirección

Y entonces, ¿cómo apareció la otra dirección en los libros de Luis Rodolfo Miranda y Blanca Z de Baralt? ¿Cómo se explica que dos personas distintas recuerden medio siglo después que Martí se quedó en la calle 64 y no en la 46?

El hecho es que ambos matrimonios se mudaron del 349 oeste de la calle 46 al 116 oeste de la calle 64 en el mes de abril de 1895, menos de tres meses después de la partida de José Martí.

1. El 25 de abril de 1895, en la sección de bienes raíces de The New York Times14, se anuncia la venta de la casa, como se puede ver aquí:




2. Probablemente se hayan mudado de la casa unas semanas antes de la anunciada venta. En este caso, el dato viene de epistolario mismo de Martí. Supo éste, en los campos de Cuba, que la familia amiga que lo había ocultado por dos semanas en enero se acababa de mudar. Cinco días después del anuncio de la venta en el Times, escribe desde Cuba a Gonzalo de Quesada:

“¿Cómo los caliento a todos en mi pecho y les doy de este aire puro de libertad? Ya no vivirán en la sala inolvidable donde les dije adiós. ¿Trabajan mucho, como yo trabajaba? ¿Y Carmita, y mis niñas?”15

3. Dos años y medio después, a principios de octubre de 1897, muere Luciana Govín de Miranda. Su obituario en The New York Times aclara específicamente el cambio de direcciones. Dice el segundo párrafo del obituario:

Cuando José Martí estaba en este país en 1895 e intentó sin éxito enviar una expedición filibustera a Cuba desde la Florida, se refugió por dos semanas en la casa de la Sra. Miranda, que estaba entonces en el número 349 de la Calle 46 Oeste. Martí le confió a ella muchos de sus planes para llevar a cabo la guerra, y dejó en su poder numerosos documentos. Poco después, cuando Martí abandonó Nueva York para unirse al general Gómez en Santo Domingo, la Sra. Miranda colaboró con grandes sumas de dinero como ayuda a la causa cubana. 16

Un amigo, estudioso de la vida de Martí en Nueva York, me dijo en tono de sorna que no creía que el redactor de obituarios del New York Times conociera nada de la familia de Luciana Govín, por lo que no confiaba en su artículo. Le dije, y repito ahora, que precisamente por eso es confiable. El redactor de obituarios no podría haber inventado el dato de ninguna manera. Hizo la aclaración porque alguien de la familia le pidió que la hiciera. Y debió ser Gonzalo de Quesada, pues era él quien mantenía los contactos con la prensa estadounidense en todos los asuntos relativos al Partido Revolucionario de Cuba.


La casa del 349 oeste de la calle 46 sigue hoy en pie. En su sótano se encuentra ahora el club Swing 46. En una de sus habitaciones se decidió el inicio de la Guerra de Independencia. Y allí vivió José Martí los últimos días de su vida en Nueva York.  


El futuro del cerdo*

Por Enrique Del Risco
Hoy, que debo presentar el libro de un viejo amigo, recuerdo –como casi siempre que se interceptan amistad y literatura- una escena de El color del verano, novela póstuma de Reinaldo Arenas. Esa que abre el capítulo “Muerte de Virgilio Piñera” de esta manera: “El poeta cerró los ojos, pero el recuerdo de la última novela de Humberto Arenal no lo dejaba dormir. ¿Cómo, se preguntaba el poeta, puede una persona escribir tan mal y ser a la vez mi amigo?”. Pues en el caso del escritor que presento hoy es justo lo contrario. Se trata de celebrar la suerte de ser amigo de alguien que escriba tan bien. Y del estímulo de intentar hacerme digno, con este texto, tanto del libro escrito por un amigo como de la amistad que nos acompaña hace más de treinta años. El motivo de esta celebración es su nuevo libro de relatos “El año del cerdo” donde Francisco García González se confirma como el grandísimo narrador que es. Evito aquí acotarlo entre los cómodos potreros de la literatura cubana, o el de los escritores vivos, o el de los escritores de la provincia de Artemisa residentes en Canadá: un narrador de raza, como Francisco García, se reconoce de lejos, en cualquier conjunción de espacio y tiempo en que le permitan contar sus historias. O al menos es lo que uno le gustaría pensar: tanto por el futuro del acto de contar historias como por el de la capacidad de la humanidad para interesarse en ellas.
De “El año del cerdo” puede decirse que es un libro de primeras necesidades. Los protagonistas de cada una de sus relatos están constantemente urgidos por alguna necesidad elemental. Puede tratarse de la necesidad de encontrar amor y reconocimiento pero sobre todo la de satisfacer las hambres más elementales. Como la del sexo o la de proteínas de origen animal. La apetencia en fin, por la carne, en cualquiera de sus sentidos. Este libro bien pudo llamarse también, El libro de las carnes: la literal, la que se come y la que se ansía y palpa. Pero entonces El año del cerdo hubiera corrido el riesgo de ser confundido con un libro de cocina.
Protagonistas de estas historias pueden ser pacientes de un hospital psiquiátrico un tanto impacientes por perder su virginidad erótica. O puede tratarse de un antiguo aspirante a guerrillero “consumido por dos fantasías”: el de integrar “una revolución que incendiara, si no al mundo, por lo menos a parte del continente” y la de “acostarse con dos mujeres” al mismo tiempo. En las historias de El año del cerdo la carne –cualquiera que esta sea- es el fin último de todos los esfuerzos de sus protagonistas pero, una vez conseguida, se nos revela como pretexto para algo más que no podemos tratar de definir sin parecer rimbombantes. Pero cualquier conocedor de la obra de Francisco se preguntaría, ¿cuál sería la diferencia de El año del cerdo y el resto de su bibliografía? Les recuerdo que dicha bibliografía incluye títulos como “Color local”, “¿Qué es lo que quieren las mujeres?”, “Historia sexual de la Nación” y “Todos los cuentos de amor”. Pero hay en los cuentos de El año del cerdo, sobre todo en los que componen la primera parte, (que el autor titula “La sombra del arcoíris”), una sensibilidad que parece afinarse más que nunca. Una sensibilidad que se afina y se esfuerza por intentar entender todo tipo de tragedias individuales. Tragedias de seres cuya subjetividad solemos ignorar con más ahínco: los locos, los pobres, los mutilados, los homosexuales, los viejos o los niños o cualquier combinación de los elementos anteriores.
Son dos los cuentos que en esa primera parte titulada “La sombra del arcoíris” se relatan desde un punto de vista infantil. Y desde esa perspectiva comprendemos que no tener los conceptos y madurez suficiente para asimilar ciertas experiencias no las hacen menos perturbadoras. Todo lo contrario. Es en estos textos (titulados “Canicas” y “Aguas negras”) donde el misterio de la historia que se relata se hace más estremecedor justo por la ingenuidad con que se aborda.
Será por los años que llevo leyendo la prosa febril y aguda de Francisco o por virtud específica de este libro que descubro en sus insistentes escenas sexuales una revelación. El sexo como antídoto contra milenios de pacatería judeocristiana, de admoniciones contra las apetencias del cuerpo, ese antro en que encierran a nuestras pobres almas para corromperla. A su modo discreto, oculto entre las maromas eróticas de sus personajes, el autor nos viene a decir que es precisamente el sexo, despojado de culpabilidad, un modo de liberación, de purificación. Pero lo que podría limitarse a prédica de hippie recalcitrante en Francisco se vuelve trama compleja, irónica. Francisco nos habla de la ironía que acecha tras cada utopía alcanzada, ya sea un puñado de canicas o la multiplicación de los amantes y los peces (no intento una metáfora: en realidad uno de sus cuentos lo protagoniza un niño pescador). Pero lo que le evita el tono de prédica a este libro y lo convierte en un objeto inteligente es la envolvente sutileza de la narración y su insistencia en recordarnos que en el mundo real no existe nada con la consistencia rotunda y definitiva que asociamos a las palabras “salvación” o “pureza”. Otra manera de decirlo es afirmar que esta primera parte del libro se alimenta de la tensión existente entre deseo y realidad. “Un hombre sin fantasías no existe” afirma el narrador de uno de sus cuentos para enseguida insistir: “Si un hombre pierde el sentido de incluirse en lo imposible está liquidado”. Aunque al final de ese mismo cuento deba resignarse  a conceder que todas las fantasías “son una mierda cuando te las echas encima”.
En la segunda parte del libro el autor nos expone los resultados de una utopía social alcanzada y sobrepasada. Esta parte lleva  el título engañoso de “Ucronías”. Ucronía, es, les recuerdo, un género en el que se describe un mundo desarrollado a partir de algún acontecimiento que sucedió de forma dramáticamente diferente a como ocurrió en realidad. Pero el mundo que describe esta segunda parte de El año del cerdo no es un mundo articulado a partir de hechos distintos al del pasado que conocemos. Es justo lo contrario. “Ucronías” muestra la evolución natural de la realidad en caso de que las circunstancias cubanas actuales se mantengan inalteradas. Un mundo en el que para celebrar el 350 aniversario de la Revolución Cubana será algo más difícil conseguir carne que en los tiempos que corren y habrá, como en el presente, que apelar a fuentes alternativas. O que para festejar el 500 aniversario de los gloriosos Comités de Defensa de la Revolución a los cederistas se les pidan sacrificios algo mayores de los que se les han exigido hasta ahora. Puede ser que las tragedias repartidas entre más toquen a menos pero lo cierto es que el tono al pasar de la primera parte a la segunda cambia notoriamente. Si el de la primera parte era agridulce -moviéndose desde la nostalgia a la desesperación con todos los tonos intermedios- el tono de “Ucronías” es decididamente divertido. Sin dejar de representar el lado ominoso de la realidad no deja de recordarnos su increíble talento para producir ridículo. El absurdo cotidiano del presente convertido en el futuro en querida e inamovible tradición. Piénsese si no en las primeras líneas del relato “Esperando la carreta”:
El inconveniente es que las mujeres se han extinguido hace muchísimo tiempo. Apenas quedan unas quince en todo el planeta. Sin embargo, la buena noticia era que la Cooperativa de Producción Agropecuaria, CPA, “Shakira Gonzalez” sobrecumplía, por quinta vez consecutiva, la emulación a nivel nacional. Y cuando se hablaba de nivel nacional cualquier cosa podía suceder.
O analícese el caso de Yusnavy, “El Naranjero” Martínez, rutilante estrella del béisbol provincial rescatada para el deporte de las huestes de futuros esclavos venidos del oriente:
“La historia de Yusnavy comienza igual a la de tantos jóvenes orientales que contrataban como esclavos para venir a trabajar al oeste. No debemos olvidar que decretar de nuevo la esclavitud ha sido para darle un segundo aire a nuestra economía y, de paso, eliminar el exceso de emigración hacia la región occidental. Por suerte a la esclavitud le siguió la política de exterminio preventivo y selecto, aún más eficaz con el peligroso flagelo de la inmigración.[…] hay que recordar que aquellos tiempos no son como los que corren hoy en día. Era la época en que la gente todavía creía en el humanismo y las utopías, y ¿qué más daba un esclavo más que un esclavo menos?”
Pero por desternillantes e increíbles que parezcan los desafueros literarios de Francisco García González hay algo en sus detalles que nos dicen que no son del todo inalcanzables si Cuba continúa avanzando hacia el futuro al mismo ritmo que hasta el momento. Que para llegar a las ucronías que nos describe García González no tiene que suceder algo dramáticamente distinto sino más bien lo contrario: el mundo que describe Francisco sería consecuencia inevitable de las circunstancias actuales.
Esas imágenes que han aflorado tras el paso del huracán Irma de habaneros sentados, impasibles, a la mesa del dominó mientras la inundación les llega a la cintura o de otros bailando y cantando enfebrecidos una conga procaz mientras las aguas podridas les cubren el pecho parecen ser apenas un adelanto del inevitable arribo del año del cerdo. La alerta sensibilidad de Francisco García González se limita a avisarnos de un futuro del que ya no nos asombrará nada e invita a reírnos de él mientras todavía podamos a hacerlo.  

*Texto leído el pasado 6 de octubre en la presentación del libro El año del cerdo en la New York University

Thursday, October 5, 2017

El año del cerdo


Hacemos una invitación general a la presentación del libro "El año del cerdo" con su autor Francisco García González y con Enrique Del Risco como moderador el viernes 6 de octubre a las 6:30 pm en el 19 University Pl. Room 222 (NYU).

Francisco García González (La Habana, 1963) Narrador y guionista. Licenciado de Historia por la Universidad de La Habana y máster de literatura por la de Concordia, Montreal. Ha publicado los volúmenes de cuentos "Juegos Permitidos", 1994; "Color local", 2000; "Qué quieren las mujeres", 2003; "Historia sexual de la nación", 2006; "Leve historia de Cuba", 2007; "La cosa humana", 2010; "Todos los cuentos de amor", 2010; "The Walking Immigrant", 2015 y "El año del cerdo", 2017 y la novela "Antes de la aurora", (2012). Ha sido guionista de las películas "Lisanka", del director Daniel Díaz Torres, "Boleto al paraíso" y "La cosa humana", ambas de Gerardo Chijona; y del cortometraje "Efecto dominó", del director francés Gabriel Gauchet. Reside en Canadá desde 2010.

"'El año del cerdo es un libro' que me confirma algo que ya sabía: en un mundo de escritores y lectores adictos a los fuegos de artificios, Francisco García González demuestra, una vez más, que es posible iluminar cielos sin petardos ni explosiones. Esa cualidad suya daría para convertir 'El año del cerdo' en una obra recomendable hasta el ruego. Obligatoria, diría yo, cuando recuerdo que entre las páginas de este libro hay un niño que quiere comprar virtud con canicas, que en la sordidez de un manicomio crece un cantero de nomeolvides en flor o que un guerrillero manco pudo al fin descubrir cuánto apesta la mochila de sus sueños. Esa es la grandeza de Francisco García González como escritor, su capacidad para hurgar en esas esquinas del mundo en las que nadie quiere mirar. Su don para sacar de ellas unas historias que deleitan por la sencillez de sus visiones y la complejidad de sus alcances. Esa es la grandeza de este libro: hacernos mirar hacia donde no queremos. Obligarnos a descubrir que no hay metáforas prohibidas y que, por muy lindo que sea un arcoíris, cualquier esperanza empieza por otear la oscuridad de nuestras sombras" 

César Reynel Aguilera

Monday, October 2, 2017

El Village Gate: donde la salsa se citaba con el jazz


Por Enrique Del Risco

“Empezamos a oír en la radio el programa de Symphony Sid con las últimas novedades bop, y ya estábamos llegando a la más grande y definitiva ciudad de América” cuenta Jack Kerouac de uno de sus varios regresos a Nueva York en su venerada novela “On the road”. Symphony Sid, con su voz profunda y su entusiasmo contagioso por todo lo que iba apareciendo en aquellos días en términos musicales era una referencia esencial para los melómanos más atrevidos de la post guerra, su guía más clara en la selva del bebop. Hasta que descubrió hacia 1960 la música latina y fue paulatinamente sumergiéndose en ella. Le había tomado tiempo. Desde hacía una década la fiebre del mambo y del cha cha cha asolaba los salones de baile de medio mundo. El propio Jack Kerouac en la novela que marcó a más de una generación narraba sus primeros contactos con el mambo en sus viajes a México a finales de los 40.
“Tras la barra estaba el propietario que salió corriendo en cuanto le dijimos que queríamos oír mambos y volvió con un montón de discos, la mayoría de Pérez Prado, y los puso en la máquina de discos. Un instante después toda la ciudad de Gregoria oía lo bien que lo estábamos pasando en la Sala de Baile. En el mismo salón el estrépito de la música —así es cómo debe ponerse una máquina de discos y para eso se inventó— era tan tremendo que durante un momento Dean y Stan y yo nos quedamos boquiabiertos al darnos cuenta de que nunca nos habíamos atrevido a poner música tan alta como hubiéramos querido y como ahora sonaba. Pocos minutos después la mitad de la población de Gregoria se asomaba por las ventanas para ver a los americanos bailar con las chicas. Estaban allí delante, al lado de los policías, en la sucia acera, con aspecto de indiferencia y despreocupación. «Más Mambo Jambo», «Chattanooga Mambo», «Mambo número ocho»: todas estas tremendas canciones resonaban estrepitosamente en la dorada y misteriosa tarde como el sonido que uno espera que va a oír el día del juicio final. Las trompetas sonaban tan fuerte que podían oírse desde el desierto donde, en cualquier caso, tenían su origen. Los tambores parecían enloquecidos. El ritmo del mambo es el ritmo de la conga del Congo, el río de África y del mundo; sin duda era el ritmo del mundo”
Así trataba de explicar Kerouac algo que no se parecía a nada que hubiera conocido antes y que pronto arrebataría a medio mundo desde California hasta Sudán. Desde Estocolmo a Buenos Aires. Lento pero irremisible en el contagio Symphony Sid se tomó las cosas con calma. Primero incluyó en su famoso programa de jazz de seis horas una hora de música latina. Y así, poco a poco su programa dedicado terminó transmitiendo cinco horas de música latina y solo una de jazz.

Fue así que a inicios de los 60 Symphony Sid le encargaron de programar conciertos de música latina cada lunes en el Village Gate. El Village Gate era muy diferente en proyección del Palladium Ballroom. Estaba enclavado en la esquina de Thompson y Bleecker el corazón del Greenwicht Village que al mismo tiempo había sido el centro de los más importantes movimientos contraculturales de la ciudad y del país durante los sesenta años anteriores. El Village Gate había sido fundadono mucho antes, en 1958. Su dueño, Art D’Lugoff, era un empresario con “gustos eclécticos y aventureros” según propia confesión y no estaba especialmente obsesionado con un tipo de música o incluso con alguna disciplina artística en concreto. Por el Gate pasaba cualquier cosa que pudiese interesar a la tropa variopinta que en esa ‘epoca rondaba el Village. Por el Village Gate  pasarían jazzistas como John Coltrane, Coleman Hawkins, Duke Ellington, Dizzy Gillespie, Bill Evans, Dave Brubeck, Charles Mingus, Sonny Rollins, Dexter Gordon, Art Blakey, Woody Shaw y Miles Davis o músicos de otros géneros como Jimi Hendrix, Nina Simone, Patti Smith, Velvet Underground o Edgard Varèse. Muchos de ellos grabaron discos en vivo allí. El Nobel Bob Dylan menciona al Gate en sus Chronicles: Volume One. Allí también se estrenaron obras de teatro que se hicieron famosas y actuaban comediantes de la talla de Woody Allen. D’Lugoff , sin aspirar al éxito masivo del Palladium al dedicar los lunes a la música latina intentaba rellenar la programación de los lunes, un día universalmente “flojo” en la asistencia a los lugares de entretenimiento.

Con el impulso que le daba el mentado Symphony Sid a través de la radio los lunes en el Village Gate se convirtieron en una institución musical neoyorquina. Allí se tocaba y disfrutaba una música menos comercial pero igualmente atractiva que la que se tocaba en el Palladium. Allí el cubano Mongo Santamaría grabó su disco titulado precisamente At the Village Gate (Riverside 1963) y una selección de músicos de la disquera Tico Records bajo el nombre de Tico All Stars grabaron en 1966 sus Decargas: Live at The Village Gate. En dichas descargas participaron los afamados músicos boricuas Tito Puente, Eddie y Charlie Palmieri, Cheo Feliciano, Ray Barretto, Jimmy Sabater, Santos Colón, el dominicano Johnny Pacheco y los cubanos Cachao López, Chino Pozo, Cándido Camero y Chocolate Armenteros.

El retiro de Symphony Sid y su mudanza a la Florida trajo el fin de los famosos Monday Night at Village Gate. El regreso de la música latina al Gate se debió a Jack Hooke, un productor y manager musical que ya había trabajado con Symphony Sid en los Monday Nights at the Gate en los sesenta. Hooke,mayo de 1980 inauguró lo que sería conocido como la serie “Salsa Meets Jazz” que empezaría empleando como maestro de ceremonias a Roger Dawson. (Wikipedia ha convertido a Dawson, veterano de la radio también desdoblado como  percusionista en el creador de la serie “Salsa Meets Jazz” en 1977 pero sin ofrecer ninguna documentación que lo atestigue). La idea era mezclar en escena agrupaciones que más o menos se identificaran bajo la ecuménica etiqueta de “salsa” con solistas reconocidos del jazz. Tito Puente grabó allí un disco en vivo con Phil Woods y por el Gate pasaron Rubén Blades, Machito, la Fania All Stars, Eddie Palmieri, Dizzy Gillespie, Paquito D’Rivera, Dexter Gordon, James Moody, Wynton Marsalis, Bobby Hutcherson, David "Fathead" Newman, Slide Hampton, Pharoah Sanders, Billy Taylor, Nestor Torres, Steve Turre con Oscar D'León, Freddie Hubbard, Stan Getz, Slide Hampton, Stanley Turrentine y Frank Wess entre otros. [Si quiere tener una muestra de lo que allí se tocaba le recomendamos enfáticamente pinchar los enlaces]


Al “Salsa Meets Jazz” se iba al encuentro de músicos conocidos a escuchar música irrepetible. El periodista de The New York Times Robert Palmer describía así la actuación de una noche de noviembre de 1987:
El lunes, "Salsa Meets Jazz", serie de larga duración en The Gate, presentó la banda de salsa de Hector Lavoe con el flautista Nestor Torres como solista invitado. Torres no tocó tanto en los cambios de acordes como por encima, alrededor y dentro de los ritmos y en la sección rítmica. La sección rítmica de Lavoe, en la que Milton Cardona interpretaba en las congas con un estilo  crujiente e incisivo un clásico tumbao cubano, le daba a Torres algo con lo que trabajar a favor y en contra. Y el flautista respondió brillantemente. Bailando a tiempo con los polirritmos cambiantes, se mantuvo encarando a Cardona, y enfrentando sus acentos enfáticos los ataques de las congas. Fue una actuación fascinante. Una pequeña banda sacada de la Fania All Stars era la atracción principal de la noche. La música era pulida y vaporizante, en el estilo neo-cubano patentado por la Fania Records. Entre los solistas se encontraban el pianista Papo Lucca, un violinista rapsódico y, por supuesto, el flautista y cofundador de Fania Records, Johnny Pacheco. Andy González se mostró poderoso y flexible como suplente del bajista regular del grupo; su estilo profundamente afro-latino y su sabiduría jazzística encajó bien con el de la Fania All Stars.
Por su parte Paquito D’Rivera me ha comentado:
“Conocí muy bien y simpaticé  con su dueño, el inefable Art D'Lugoff y muchas veces trabajé allí, en el saloncito de arriba (donde por casualidad grabé en vivo con Clark Terry), en el grande del sótano y hasta  haciendo sit in con Hilton Ruiz, Cedar Walton, Walter Bishop y otros pianistas que tocaban con sus tríos en el bar. Lo que más hice fue la histórica serie "Salsa Meets Jazz" donde se presentaban cada lunes dos orquestas de baile y un solista de Jazz que tocaba un número con cada una de las orquestas, que a su vez tocaban dos tandas cada una. […] Yo me presenté con El Gran Combo, Héctor Lavoe, Wilfrido Vargas, Fajardo y sus estrellas,Tito Puente, Eddie & Charlie Palmieri, Machito, Mario Bauzá, Jorge Dalto, Johnny Pacheco, la orquesta Broadway y muchas otras agrupaciónes latinas que ahora no recuerdo”
Finalmente el Village Gate tras más de 36 años, cerró su local de Bleecker Street en febrero de 1994. (Hubo un intento más tarde de resucitarlo en el centro de la ciudad pero fue de corta duración). Hoy su lugar lo ocupa una farmacia de la cadena CVS. De su pasado como centro cultural solo queda un pequeño cartel justo en la esquina con el nombre de Village Gate. Y en el sótano que antes estaba dedicado al jazz y que era donde tuvo lugar tanto los Monday Nights como la serie “Salsa Meets Jazz”  hoy funciona Le Poisson Rouge, un club que también ofrece una escogida programación musical.
Aspecto del Village Gate en los años setenta
Aspecto del edificio en la actualidad