El Diario de las Américas publica artículo sobre el nuevo libro Angola, la guerra innecesaria de Carlos E. Pedre Pentón. Pedre Pentón, participante en la guerra como parte de uno de los primeros contingentes llegados al país africano, declara, entre otras cosas, que la propaganda castrista
“le vendió la idea a los cubanos y al mundo de que éramos internacionalistas, pero para muchos angoleños y otros africanos éramos un ejército racista de ocupación, éramos conquistadores como mismo veían a los sudafricanos. Esa era la verdad”.
Sobre la ayuda internacionalista desinteresada:
“fue otra de las grandes mentiras de Fidel Castro. He consultado fuentes conocedoras de los secretos de esa guerra, personas que aún están en Cuba y por eso no puedo develar sus nombres, que tenían acceso directo a la intendencia del ejército angoleño, y me han confirmado que Angola pagaba 2.000 dólares mensuales por hombre a Cuba. No éramos internacionalistas sino un ejercito mercenario que ayudaba a una de las facciones en pugna”.
Sobre los mutilados:
“Una pregunta que le hago a mucha gente es ¿cuántos mutilados cubanos de la guerra de Angola conocen? Teniendo en cuenta que fue una guerra de 16 años, librada a cañonazos y minas, ¿no resulta muy extraño que no haya mutilados? ¿Dónde están, qué pasó con ellos? No pocos asumen que los hayan matado para impedir que los mutilados se pasearan por Cuba con sus horribles huellas de la guerra”
Sobre el total de bajas cubanas. Si en 1989 la cifra oficial de bajas era de 2,889 :
“Años después, el escritor Michel Porcheron, en una nota sobre el documental Cuba, una odisea africana, publicada en el diario Granma, dijo que 2.000 cubanos ofrendaron sus vidas en aquel continente. Sin embargo, en ese mismo documental se plantea que los historiadores estiman los caídos en unos 10.000 muertos. Una contradicción propia de la clásica manipulación del régimen”, recalcó el veterano.
“Es increíble cómo con el paso del tiempo, en vez de develarse la cifra real de fallecidos, el régimen y sus periodistas oficialistas reducen el número. No me sorprendería si los excelsos defensores del comunismo a ultranza un día afirman que sólo perecieron unas pocas decenas. Lo que no podrán es borrar el estigma de una guerra que no fue necesaria, a no ser para el propósito maligno de Fidel Castro de expandir su supuesta revolución”.
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