Por Pedro
Corzo
La
represión en Cuba no responde a los patrones de una dictadura militar o de
cualquier otro tipo de régimen de fuerza, salvo a la de aquellos que se
sustentan sobre una ideología sectaria y excluyente como el Marxismo,
destacando que el régimen cubano tuvo la singularidad que el totalitarismo
insular se apoyó en las habilidades histriónicas y el carisma de Fidel Castro, a
lo que se debe agregar la vertiginosa internacionalización del conflicto
nacional que se enmarcó de inmediato en el contexto de la Guerra Fría.
La
represión en la isla no responde a una sola ejecutoria: es integral y
diversificada, de la cual la acción policial es solo un recurso más.
Las
formulas represivas de la dictadura han sido las que han impedido en gran
medida la formación de una oposición articulada nacionalmente con una propuesta
de carácter social y reivindicativa que sostenga una propuesta política;
situación que incapacita a la oposición en la promoción de protestas y reclamos
contrarios a los intereses gubernamentales y convertirse en una real
alternativa de cambio.
La
inmensa mayoría de la población se siente desamparada ante las autoridades del
estado. La indefensión es un sentir extendido en toda la sociedad, al que
coadyuva la supremacía del estado, gobierno y partido (como una unidad), en los
grandes y pequeños detalles de la vida diaria.
Son
varias las fórmulas de contención a las que recurre el régimen y a las que el
sujeto está sometido desde su temprana infancia, con la particularidad de que
el individuo debe estar contantemente demostrando su inocencia porque ‒como
describe George Orwell en 1984‒, el
crimen mental existe, además de que es una sociedad en la cual lo que no está
expresamente autorizado está prohibido, y en la que el acusado debe demostrar
su inocencia, no el tribunal dar pruebas de su culpabilidad.
Veamos:
Inducida o Adoctrinamiento Masivo: La población, incluido los sectores que
tienen reparos al régimen, es conducida a creer que el gobierno cuenta con un
amplísimo respaldo popular y que sus disposiciones en cualquier orden de las
cosas son las correctas, ya que el sujeto está sometido a una intensa
propaganda oficial en los medios de difusión y en la vida diaria sin que
importe dónde se encuentre.
El
discurso del régimen es de un absoluto triunfalismo, invencibilidad y
omnipresencia, cargado de gran paternalismo y promesas de una vida sin
restricciones y oportunidades. A las seguridades que brinda, contrapone las amenazas
del exterior que pueden desatar en el país un apocalipsis que solo puede
evitarse si se mantiene una incondicionalidad generalizada a favor de lo
establecido, lo que motiva un espionaje extendido con el objetivo de evitar que
una pieza quebrada desate un final catastrófico del que nadie sobrevivirá.
Un
aspecto importante es que la represión trasciende las fronteras nacionales. Un
cubano, aun cuando resida definitiva o temporalmente en el exterior, continúa
padeciendo la inseguridad y los temores que le fueron inducidos en la isla. Esto
se aprecia particularmente en muchas de las personas que visitan Cuba, puesto
que se auto-censuran en conducta y expresiones para evitar les nieguen ese
derecho.
Intangible: Tanto en los centros laborales,
educativos o en asociaciones de la sociedad civil que mutaron de inmediato a
organismo de masas, se siente presión para que se muestre apoyo al régimen sino
se quiere, en el mejor de los casos, ser excluido, discriminado y apartado, y
si las circunstancias lo demandan, expulsado del centro laboral o de la entidad
social.
El
control del aparato educativo ha sido fundamental, porque el infante y el
adolescente son supuestamente fáciles presas de propuestas que siempre están
siendo renovadas aunque la columna básica, obediencia absoluta al pensamiento
oficial, prevalece sin alteraciones. El
niño crece bajo el paternalismo del estado y en un clima de garrote y
zanahoria, pues en relación a su conducta, más que por su talento o habilidades,
recibirá gratificaciones o castigos de diferentes especies.
Las
asambleas laborales, los sindicatos y los organismos de masas creados por el
nuevo orden, son parte de un entramado de engranajes que oprimen al individuo
hasta dejarlo solo con el aliento necesario para convertirse en masa.
La
presión es tan colosal que ni aun en su propia casa el individuo puede
aislarse. Independiente a su militancia en uno o más organismos de masa, está
el Comité de Defensa de la Revolución, una entidad que aunque venida a menos
como el resto de los aparatos oficialistas como la Federación de Mujeres
Cubanas, Unión de Pioneros de Cuba y la Central de Trabajadores de Cuba, cumplió
un rol muy importante en la domesticación del ciudadano en base a la
inseguridad y la represión que eran capaz de generar.
Este tipo
de represión es el que genera el Síndrome de Indefensión Adquirida, la acción
es tan integral que el individuo asume a plenitud que cualquier gestión
contraria a lo establecido es inviable y está condenada al fracaso: es el
germen de la desesperanza y de una inseguridad devastadora frente a un estado
todopoderoso y un partido político que se autoproclama inmortal, como si fuera
el Dios de una nueva religión.
Tangible: La acción policial es un punto
clave del arsenal gubernamental que no se agota, puesto que el sistema
carcelario está conformado para seguir reprimiendo aun cuando el individuo esté
encarcelado. Incluso tras las rejas, la población penal, aunque en menor grado,
está sometida a las otras fórmulas represivas ya descritas.
Un
aspecto a destacar es que aunque la represión está institucionalizada y
sistematizada, la sanción por un hecho político contrario al régimen puede
variar por las circunstancias que rodean el acontecimiento, más que por las
características del individuo o por su acción en contra de los intereses del
gobierno.
El
aparato del estado invierte en un arcoíris de recursos para la contención
ciudadana. El espionaje es completo. La exclusión del individuo por motivos de
conciencia, religiosos o de otro orden, es un recurso habitual, la falta de
militancia a favor del régimen puede ser interpretada como oposición, en cuyo
caso la cárcel es la alternativa más recurrida. Actuar contra el gobierno si se
es arrestado implica prisión sin excluir la pena de muerte.
Desde la
toma del poder por parte del castrismo, todos los recursos del régimen
estuvieron orientados a masificar la opinión pública y mostrar a toda la
población como si estuviera identificada con el nuevo proyecto, a la vez que
inducía la convicción en el ciudadano de que era infructuosa cualquier gestión
contraria a lo establecido dando lugar esto a la desesperanza, falta de
confianza y un sentimiento de indefensión ante la autoridad y la percepción de
una nueva realidad en la que la educación y el control de los medios de
difusión jugaron un rol muy importante, a la que hay que sumar la condición del
estado como único empleador.
El totalitarismo cubano ha sobrevivido por su
capacidad represiva, y aunque otros factores han influido favorablemente a su
permanencia, evidentemente la condena o la corrección, según el caso, ocupa un
sitial preeminente en el vasto arsenal de recursos que le ha permitido mantener
el poder por casi seis décadas.
La represión no ha podido extinguir a los
opositores aunque sin dudas los ha controlado eficientemente, al extremo que
nunca ha sido, a pesar del arrojo de quienes en su momento han ejercido el
derecho a actuar en base a sus convencimientos, un peligro a la estabilidad del
régimen.
El régimen está apuntalado en un sistema represor
que péndula de la brutalidad extrema a la sofisticación más exquisita. Es
constante, relativamente uniforme en sus acciones y reacciones, enmarcada en un
proyecto general en el que los victimarios intiman, maltratan y hasta ejecutan
a sus víctimas con métodos iguales en cualquier dependencia oficial, pero
siempre con el consentimiento de un funcionario central. En Cuba no existe
anarquía en la represión como se puede apreciar en otros sectores gubernamentales.
Las situaciones coyunturales o casos muy
específicos son reprimidos en base a otros patrones y aunque la improvisación
en la aplicación de la metodología es factible, los encargados de aplicarla en
esos sumarios son los sicarios de mayor relevancia, como se apreció en procesos
como el golpe de estado al presidente Manuel Urrutia, en la detención del
comandante Huber Matos, en el Congreso de la CTC, en la Micro fracción y el del
general Arnaldo Ochoa, en los que los hermanos Castro jugaron directamente el
papel clave en la acusación.
La fuerza represiva del castrismo, sin distinción
de cuerpo o agencia, es fría y calculadora porque procura evaluar previamente
los perjuicios que se puedan derivar de sus acciones. La represión ha sido siempre
institucional. Su aplicación en tiempo y profundidad depende del alto gobierno,
no de un funcionario que en base a su humor, carácter y prejuicios toma las
decisiones, aunque no hay regla sin excepción; en consecuencia, se podría
considerar que la acción represora en Cuba es profiláctica, corta lo que haya
que cortar sin ir más allá de lo que demandan las circunstancias.
Cierto que los resultados pueden variar, la
represión no es una ciencia exacta como las matemáticas, pero con la
planificación y coordinación en su implementación, se pueden disminuir daños
colaterales que puedan afectar los cimientos del poder.
La represión ha tenido a su disposición incontables
recursos para imponer el control. Violencia extrema, cárcel, paredón, y el
abuso en cualquiera de sus formas, pero siempre lo ha hecho enmarcado en la
mayor discreción, y cuando esto no ha sido posible, ha recurrido a las turbas
enfebrecidas para encubrir sus depredaciones.
Desde las persecuciones a los llamados
antisociales, homosexuales, prostitutas y proxenetas, los actos de repudio que
se remontan al verano de 1960, el trabajo forzado de las Brigadas Johnson y
Jacqueline, las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, UMAP, las brutales
cacerías a las personas que se disponían a salir por el puerto del Mariel, los
acosos y golpizas sistemáticos contra los disidentes y opositores, los arrestos
de la Primavera Negra y las vilezas contra las Damas de Blanco, conforman un
apretado resumen, con muchas omisiones, del prontuario del maldad del castrismo
que siempre ha procurado extirpar todo lo que pueda afectar su supervivencia.
Esta labor deleznable que cumplen efectivos de los
cuerpos policiales y de seguridad en numerosas ocasiones vestido de civil, procuran
aparentar que cuentan con el respaldo de la población para lo que movilizan a
miembros de organismos de masas quienes son los que protagonizan la algarabía,
vejaciones y malos tratos contra quienes están siendo arrestados o limitados en
sus movimientos. Todo este entramado forma parte del montaje de que es el
pueblo enfurecido el que demanda las acciones de las autoridades. Este cuadro
de pueblo irritado contra los opositores, le ha permitido al régimen disfrutar
por años de una falsa imagen de popularidad, que le ha sido muy útil para
esconder las brutalidades bajo la alfombra del totalitarismo.
La represión uniformada ha sido la mayor parte de
las veces encubierta, muy discreta, salvo en los momentos en que consideran
deben dar un ejemplo masivo de poder y capacidad de represión como fueron, entre
otros, los apresamientos durante la expedición de la Brigada 2506, la ola
represiva de la Primavera del 2003, incluido el fusilamientos de tres jóvenes
que intentaron secuestrar una lancha para escapar del país.
El sicario, el esbirro, viste de civil. Los autos
policiales circulan usualmente como vehículos regulares y los arrestos no son
informados por los medios salvo que formen parte de una campaña que tiene el
fin de generar una intimidación masiva, o enviar un mensaje al exterior de que
el régimen proyecta algo de proporciones que trascenderán las fronteras.
No obstante, la represión fue y será por siempre la
primera y última cara del sistema.
Hasta en sus vitrinas preferidas, Salud, Educación
y Deporte, está presente la represión. La discriminación y el sectarismo son
formas encubiertas de contención de la cual ni las elites pueden escaparse.
El régimen ha mostrado en todos estos años solo dos
cartas de triunfo. La lealtad de las Fuerzas Armadas y su capacidad represiva
en la que también han participado generales y doctores. Estos son sus sostenes
principales; en consecuencia, no hay que dudar que en sus postrimerías, sea
como resultado de un proceso de Sucesión-Transición o por una Ruptura, intente
callar el clamor de los sin derechos con una ferocidad sin precedentes. Sobran
evidencias de la crueldad y vesania del totalitarismo; también, de la firmeza y
el compromiso de los que están decididos de una vez por todas pagar el precio
de ser libres.
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