Wednesday, August 23, 2017

LOS NEGROS Y EL GENIO SOLITARIO DE JOSÉ MARTÍ (II)

Rafael Serra
Por Miguel Cabrera Peña

El grupo y las sombras sobre la historia nacional

Antes de manifestar las pruebas de la influencia de La Liga en el pensamiento antirracista de Martí, se torna necesario enlistar a la mayoría de integrantes del pequeño grupo, unos más conocidos que otros. Fueron dos imprescindibles el habanero Serra y el afropuertorriqueño Sotero Figueroa, quien se encargaría de la labor editoral del periódico Patria en ausencia de Martí. Luego Patria se imprimirá en los talleres que poseía el puertorriqueño, que después de la guerra viajará a Cuba y vivirá allí hasta su muerte.
Habría que contar a los hermanos Gerónimo y Juan Bonilla, este último secretario de actas en La Liga. Ambos se acercarían a los Independientes de Color. Además, integró el grupo Manuel de Jesús González, tesorero, uno de los profesores negros, colaborador en Patria y luego en Previsión, portavoz del PIC, donde escribió una sección. Sobre González vuelve el bardo a resaltar el pensar en los negros, algo reiterado junto con valoraciones éticas y morales. El bardo afirmó que González “nació con privilegio de corazón y de mente” y su reseña biográfica de Figueroa es una loa a su talento.
Que algún profesor blanco en La Liga, como Gonzalo de Quesada, se reuniera de vez en cuando con el grupo es más que probable, pues recuérdese que fue miembro del Consejo de Redacción de Patria, al que el grupo estuvo muy vinculado. Serra contó en tercera persona que “la plana mayor de Patria” trabajaba hasta altas horas de la noche y que –incluido Martí– cargaban los fardos de la publicación hasta dejarlos en el correo, a pesar de la nieve, la ventisca y las manos sin guantes.
Este parece ser el grupo con el cual más interactúa Martí, aunque existe dificultad –por la menguada investigación del tema y datos extraviados o todavía en polvorientos infolios– en cuanto a afirmar total seguridad sobre la ausencia de algún nombre entre los que el artista llamó “nuestros íntimos”. Tal vez no tan cercanos al bardo o cuyo trato fue sobre todo cara a cara, están el coronel José C. López, socio fundador y vicepresidente de La Liga, así como el primer y tercer presidentes, Germán Sandoval y Pedro Calderín. En sus crónicas en Patria el poeta visibiliza a estos y otros socios, sin olvidar a sus familiares.
Uno de los que mantuvo relaciones con integrantes del grupo y otros en la Liga fue el afropuertorriqueño Arturo Schomburg, que se convertiría en un significativo estudioso y recolector de documentos sobre historia y cultura de los negros, hoy uno de los archivos más ricos del mundo en su tipo. Algunos datos en el presente texto salieron de la biblioteca digital, cuya sede en New York lleva su nombre. Schomburg, que era muy joven cuando conoció a Martí, lo sobrevivió por más de 43 años, lo cual no fue obstáculo para una pintoresca incursión comparativa, por decir poco, en People get ready. African American cultural exchange.
En un ensayo notable, Jesse Hoffnung-Garskof brinda información de interés sobre Figueroa y sus empeños en favor de la raza y las clases desposeídas, además de perfilar aspectos relacionados con el grupo y los vínculos de Figueroa con sus compatriotas –muchos de raza negra– en pro de la independencia de su patria. Pero este autor no alcanza a comprender la admiración de Schomburg por Martí porque leyó parcialmente la obra del poeta y se dejó llevar por académicos en Estados Unidos.
Juan Gualberto Gómez, por su parte, influirá con sus cartas desde Cuba a miembros del grupo, que no olvidan sus campañas periodísticas y activismo, ni al Directorio de Sociedades de Color que dirigía desde la Isla con sabidos objetivos antirracistas y anticoloniales. Martí y Gómez aludirán uno a otro a través de la prensa, y el afrocubano mantendrá muy presente al bardo en conferencias y escritos durante la república. Late una trama racialmente no calibrada en esas referencias mutuas. La leyenda viva de Maceo estuvo presente en La Liga y se mantuvo luego de su muerte en Previsión y el PIC en general.
Sotero Figueroa Hernández
¿Qué fue de algunos de aquellos integrantes –“nuestros íntimos” y otros acaso no tan próximos– que sin duda interactuaron con el poeta? Serra, el más conocido, adolece de varias lagunas biográficas, pero del resto apenas sobreviven breves reseñas martianas, alguna curiosidad, menciones efímeras que no alcanzan a cuajar un retrato de cada personalidad. Aún en penumbras están los esfuerzos de varios en favor de sus derechos efectivos en la república.
Un error, por otro lado, sería omitir la socialización entre “nuestros íntimos”, los demás afrodescendientes en La Liga y los negros en Tampa y Cayo Hueso, con objetivos comunes. Existen cartas y acciones que corroboran esos lazos, y no solo de Martí. Poco, sin embargo, se sabe de estas redes, pero entre nebulosas se vislumbra un panorama de suyo sustancioso. ¿Qué fue de sus ansias de liberación racial y cómo las asumieron en Cuba después de la guerra y la intervención de Estados Unidos? ¿Qué fue de sus vidas y de su socialización con otros negros cuando muchos llegaron a la Isla, y cuál su real envergadura en la fundación y desarrollo del PIC, incluso si se ponen en balanza los ecos difuminados de rebeldías esclavas, campañas en el XIX con no poco que develar y la conciencia sobre la opresión racial con que muchos emergieron de las guerras independentistas?
¿Qué fue, en fin, de la mayoría de aquellos hombres autónomos en el grupo y en general en La Liga neoyorquina, en Tampa y Cayo Hueso, que hoy son como sombras que planean sobre el pasado isleño? ¿Podrá seguírsele la huella? Varios autores han realizado esfuerzos, pero su meta no coincide con la aquí planteada: el puente, mediante el pensar juntos, entre el grupo en La Liga y la rebeldía del PIC. Si Serra, Manuel González –sin el De Jesús firmó en Previsión y así lo llamó Martí en Patria– y los hermanos Bonilla se involucraron con el PIC, habría que pesquisar qué hizo Figueroa, cuyo antirracismo explicitó Hoffnung-Garskof, pero mucho antes el poeta: “[Figueroa] quiere que en todo se proclame y respete el pleno derecho del hombre”. Inequívocamente el puente que permite el paso del grupo al PIC –y la huela en este– es un hecho, aunque falten algunas soldaduras.
El libro anunciado en el presente artículo será un primer paso en un largo camino por averiguar. Será parte de un trabajo arduo y seguramente lento, pero que enriquecerá de forma significativa la historia de la resistencia de los afrocubanos y en medida inédita la recepción bilateral entre Martí y los negros, que escapó a Ottmar Ette. Develará además la importancia crucial del exilio afrodescendiente en la creación y actuación del partido de los antirracistas rebeldes.


Edificio que ocupaba la Liga
Algunas pruebas del “pensar de otro modo”

Tres objetivos fundamentales pueden leerse en el grupo: 1.- Aumento del saber antirracista y pensar a partir de la experiencia vivida y vívida del racismo. 2.- Conformar un discurso, y 3.- Basado en los objetivos anteriores, poner en perspectiva la resistencia en el país que quieren. Téngase en cuenta que la emancipación en la república era una meta trascendental para la raza.
En ajuste con la lógica, la iniciativa correspondió en primera instancia a Serra, quien consultó obligatoriamente a amigos negros antes de informar a Martí, pues la sociedad sería una quimera si no lograba el compromiso para subvencionarla. Los primeros pasos para la creación de La Liga los dieron los negros y ello aparece en carta del bardo, quien luego de referirse a “propósitos y dificultades” que le cuenta el tabaquero –hay un sendero andado–, añade que “no sabía más de ella que lo que Ud. dice”. La institución inició sus trabajos en agosto de 1889, según El Avisador Hispano-Americano, pero Serra, que posteriormente se desempeñaría como jefe del Partido Revolucionario Cubano en New York, informó el 22 de enero del año siguiente como fecha oficial de inauguración, cuando La Liga estrenó su nuevo local, escribe en su cronología el acucioso Ibrahim Hidalgo.
Cuando en noviembre de 1891 se creó en Ybor City, con la presencia de Martí, otra Liga de instrucción, el poeta evidenció su recoger y apreciar la iniciativa de los afroantillanos. Merece realce lo de Tampa porque es una marca insoslayable de la influencia –idea activa– de los afrodescendientes en el poeta. La ceremonia de inauguración se efectuó en la casa del acaudalado Cornelio Brito. Este afrocubano se llamó así mismo capitalista, donó 11 mil pesos a la causa, peleó la guerra y murió pobre y ciego. En 1893, también en Tampa, se creó la sociedad de instrucción La Verdad.
Se confundiría quien creyera que las sociedades de afrocubanos eran algo nuevo en Estados Unidos o en Cuba. Basta recordar al Directorio de Juan Gualberto Gómez. Al parecer hubo ñáñigos que se agruparon en Key West, de acuerdo con Enrique Sosa, tema donde Martí está presente. Una estadística de la proliferación de clubes revolucionarios, donde se suponen los de base racial, la entregó Louis Pérez Jr. Para 1896 llegó a haber en Tampa 41 clubes revolucionarios, 30 en Ybor City y 11 en West Tampa.
El ejemplo de La Liga neoyorquina para las sociedades raciales que siguieron radicó en que el líder político del exilio, que contaba ya con significativo capital simbólico personal, habló del derecho del negro a su propia voz y a la resistencia, al tiempo que condenó duramente al racista cubano. Era la máxima autoridad en la organización de la guerra, aceptado por larga porción de la comunidad cubana y en cooperación con profusión de profesores blancos, pasos inéditos de solidaridad con los oprimidos. Muy leído y escuchado en el exilio, Martí y el grupo ayudaron a pensar de manera nueva el dilema racial, lo cual permitió esbozar estrategias futuras.
Dispone de otra prueba la respuesta sobre por qué fue Serra, en representación de la raza, tan estimado públicamente por el bardo. Al fundar la sociedad en New York el tabaquero previó –aquí no prevé el poeta sino Serra que discutió el asunto con sus amigos negros– “levantar un fondo” para “estimular la creación de sociedades idénticas en todos los centros de nuestra emigración...”. Así, y aún cuando el poeta se implica en la creación de otras asociaciones tipo La Liga, todavía falta mucho para cumplir la anticipación de Serra, cosa que por supuesto sabía el artista.
Volver sobre las cuatro preguntas interpretadas por Manuel Pedro González y Cintio Vitier, lleva a recordar que fue del intercambio de cartas que provocaron donde aparece el primer paso, redondeado en sus aristas operatorias algún tiempo después, sobre la vigilancia contra el racismo, uno de los temas más progresistas acerca de la discriminación emanados desde el grupo.
Piénsese –otro ejemplo de influencia– en cómo evaluar la etapa que la crítica encuadra en la madurez del político si “Nuestra América” no fuera lo que es y si “Mi raza” no existiera. En el primer texto ataca de manera frontal a la ciencia biopolítica del XIX y certifica muy tempranamente que la raza es una invención socio histórica para justificar la opresión. Sin saber quizá del cubano, lo seguirá décadas más tarde Theodore W. Allen con su argumentación sobre la invención de la categoría raza blanca. “Mi raza” fundamenta, sin dejar de sugerir tensiones habidas entre negros y blancos, a “Nuestra América”. Más de un autor –Iglesias, Hoffnung-Garskof, Greenbaum– aluden a estas tensiones. Descaminado resulta analizar “Mi raza” sin meditar dichas tensiones, que debieron perturbar seriamente al poeta y cuyo texto fue entendido en primer lugar por la comunidad isleña informada de tales tensiones.
La impronta, el espíritu y la emocionalidad intergrupal está implicada fuertemente en el más famoso discurso de Martí, que se dio en llamar “Con todos y para el bien de todos”, también de su primera visita a Tampa. A autores que resumen la visión que tuvo de la república, les basta con citar este título. Súmese el artículo en Patria –abril de 1893– donde evalúa a los abakuá de forma progresista.
Se ha dicho que la madurez martiana no es una meseta sin autocorrecciones y progresos. Si en su respuesta al Evening Telegraph (13 de agosto de 1892) aún reproducía el discurso hegemónico a través de un criterio fugaz pero negativo sobre los ñáñigos, en abril de 1893 la mirada sufrirá una transformación sustancial sobre la moral y la ética entre ellos, que posibilita vislumbrar hacia dónde iba el poeta en sus concepciones sobre la cultura proveniente de África y en particular sobre ese segmento social tan vilipendiado por los dispositivos del discurso hegemónico.
Por derecho propio cabe aquí un apunte, que se calcula por los alrededores de 1893, donde acepta a un yerno negro si una hija hipotética se enamoraba de un hombre de la raza. Esta es una emanación y prueba directa del conocimiento y sensibilidad nueva que adquirió en el grupo. Al yerno imaginado le pone como condición ser un hombre autónomo, es decir, “de carácter” y “altivez”, pero además estudiado, “de cultura”, una de las claves de la autonomía creadora. Bien entendido, lo que quiere es un yerno que sea sujeto contra el racismo, dada “la oposición y repulsa general, y los prejuicios sociales, odios a la juventud y la mujer, que el problema negro implica”. De tal manera, por cierto, vuelve a fundamentar el párrafo célebre de “Nuestra América”.
El ascenso social que facilita la instrucción no tiene que pelearse con el agente o actor social, emparentados en Martí con más de una postura de Pierre Bourdieu y Castoriadis. Si la influencia del grupo refuerza la noción de autonomía ciudadana como concepción del poeta, el parentesco con los estudiosos citados proviene de sus acercamientos a la desobediencia civil con raíces en sus análisis del fervor reformista en el Gilded Age norteamericano. Su descreer directa e indirectamete de la lucha de clases y el marxismo, lo inclinó a hurgar en un método social que se anticipó, por más de una década, a Mahatma Gandhi. Douglass, Garnet y un sindicalista afronorteamericano que aboga por “luchar en todas partes” contra la violencia que sufrían las parejas racialmente mixtas, no pueden ser abandonadas entre las influencias descritas.
Autores como W.E.B. Dubois y Roger Ikor abordarán con posterioridad el dilema que pone sobre la mesa el isleño sobre su hija hipotética y su yerno. Ambos lo consideraron el más agudo entre los conflictos y psicologismos raciales. Lo que en definitiva plantea el poeta es que él, un padre blanco, acepta que su hija tenga sexo con un negro, con la descendencia familiar imaginable. Esta es una furiosa salida de su tiempo. Es un drama desolador y aún hoy vigente en el mundo, que Martí denominó “toral”. Tan furioso fue este escape que el encargado de su “papelería” no lo dio a conocer hasta bien adelantada la década de 1970.
Entre otros textos influidos por el grupo habría que incluir el Manifiesto de Montecristi, documento institucional con las características únicas que le atribuyó Miguel A. de la Torre. Principalmente para que los negros tuvieran acceso al máximo poder político en la república desplegó en un apunte su creación de un gobierno colegiado, pero como la fecha ha resultado hasta ahora indistinguible, no lo cuento como resonancia del grupo, aunque fue muy probable.
Las interacciones con los afroantillanos derivaron en la radicalización consistente del periódico Patria, en apuntes y en cartas que envía a sus amigos, donde llegó a concebir la república como espacio para una campaña antirracista “redentora y activa”. El creciente enriquecimiento intergrupal, en fin, decidió los temas y el tipo de abordajes por su principal vocero.
Un tercer ejemplo tiene tanto peso como el anterior, o más. Fue después de la instalación del grupo que Martí arreció una larga lista de ataques contra los racistas cubanos, y entre el montón no falta la frase descalificadora y hasta ofensiva. En “Los afrocubanos tontos y Martí” ofrezco, por primera vez, un compendio no exhaustivo de las impugnaciones contra los racistas isleños, pero una tercera lectura de las Obras completas sé que expandirá la lista, a la que tal vez agregue sus duras incursiones contra los racistas estadounidenses.
¿Registró Martí la singularidad que política y socialmente significó el grupo? ¿Supieron los negros que entre todos estaban creando sujetos antirracistas mediante un pensar grupal, aunque prefirieran decir que el poeta los “enseñó”? Por supuesto que sí, y Martí sin duda también. “Hombres estamos creando, y lo somos. Ya sé que en el mundo es una verdadera novedad”. Y en otra metáfora, a Manuel González: “estamos levantando una magnífica familia”. Si dijo en 1895 que él alzaría el mundo, la primera persona del plural se observa en el tema indagado como de significación relevante.
Los independientes de color estuvieron lejos de tapiar sus oídos ante los ecos de aquella historia pasada, a la cual concedieron perspectiva futura y con la cual desde luego se identificaron. El filósofo Gustavo Bueno afirmó que el futuro es un vacío planeado siempre desde los recuerdos, desde lo dado históricamente. Esto encaja justamente en el PIC respecto al grupo reseñado. Sin contar los textos martianos y de otros integrantes del grupo, el sustantivo eco y el verbo escuchar no son metáforas convenientes, sino forma de conocimiento que partió de la interacción cara a cara y luego corrió de boca en boca. Así, en buena medida, se diseminó entre el PIC la historia del grupo.
Previsión interpretó como “convivencia” y “vivir juntos” lo que sucedió con el poeta y los afrodescendientes en New York, lo cual implica una conceptualización. En estas frases se resuelve el fundamento de la vida cotidiana, en cuyos predios entienden la realidad por excelencia y la historia autores como Alfred Schutz y sus discípulos. El periódico de los afrocubanos tiene en cuenta tempranamente una historia no ceñida a los grandes eventos o cataclismos, privilegiados, antes y después por la historiografía.
¿Tuvo Evaristo Estenoz noticia del grupo antes de convertirse en líder del PIC? Estenoz, uno de los masacrados en 1912, vivió por aquellos años en Estados Unidos, cuya influencia detallada desde el grupo recibirá luego a través de Serra. Con este viajará en 1905 al país norteño para empaparse de las condiciones de los afroamericanos, evento similar, en cuanto a conocimiento, del viaje que realizará Luther King a India. Pero si Estenoz tuvo noticia o no del grupo en su estancia en Estados Unidos es una pregunta retórica. Sí la tuvo, como toda la comunidad blanca cubana en New York, bien enterada de las estrechas relaciones de Martí y los negros. Hasta el Evening Telegraph, un diario norteamericano, dijo que el poeta consagraba su vida a la cultura y elevación del negro cubano, lo que el poeta rebatió por la parcialidad que implicaba sobre el resto de la comunidad.
Fueron los historiadores por venir quienes jamás teorizaron en profundidad un suceso inédito al menos en América. Fracasaría el que intente descubrir en otra parte del continente a un personaje de primera magnitud nacional –se le decía Presidente en el campo de batalla– en semejantes “confianzas” con los negros. Alguien planteó una similitud entre el poeta y Lincoln, pero quien lea la introducción de Gates Jr. a Lincoln on race & slavery, chocará con una diferencia abismal.

[Continuará]

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