Por María
Teresa Villaverde Trujillo *
«El Padre
Varela tuvo un profundo sentido de la libertad y de la justicia humana
comparable solamente a la de su heredero laico, José Martí»
(Dr. Leví
Marrero)
"...aquel
patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el
carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, vino a morir
cerca de Cuba, tan cerca como pudo…"
(Jose
Martí, fragmento del articulo publicado en el periódico "Patria")
El Padre
Varela nació el 20 de noviembre de 1788 –según algunos historiadores posible en
la calle nombrada "Obispo"- en la ciudad de La Habana, hecho que aún
no ha quedado verificado. En su bautismo, asentado en el Libro Sexto de Blancos
con el número 866 folio 203 en la Parroquia del Santo Angel Custodio el niño
fue nombrado Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales.
A la
temprana edad de tres años muere la madre y el niño con sus dos hermanas, queda
al cuidado de su abuelo quien pronto fue trasladado por su trabajo como militar
a San Agustín de la Florida llevando con él al pequeño Félix. Al momento de
empezar sus estudios secundarios, ya de regreso en La Habana, aunque se suponía que entrara en
una academia militar Félix solicita ingresar en un seminario para hacerse
sacerdote -devoción que sentía desde muy temprana edad-.
Se formó
en las aulas del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, y en la Real y
Pontificia Universidad de La Habana. A los 23 años fue ordenado sacerdote en la
Catedral de La Habana. Seguidor del pensamiento de su maestro José Agustín
Caballero, hombre que marcó el camino para los estudios filosóficos en Cuba;
sustituyéndolo en el Seminario cuando tenía 24 años de edad.
En 1814
escribe Instituciones de filosofía electiva, obra en cuatro tomos, donde
insistía en la importancia de la ciencia para el conocimiento, aún cuando
Varela consideraba que entre “Verdad de fe” y “verdad de razón”, debería primar
la primera.
En 1818
se publica Lecciones de Filosofía y Miscelánea filosófica en 1819. Abogaba por
una ciencia que girara en torno de los hechos y no de las palabras, y por un
lenguaje científico que fuera totalmente comprensible.
El
Sacerdote ante las Cortes
En 1821
el Padre Varela fue elegido para representar a Cuba en las Cortes de España,
donde reclamó la abolición de la esclavitud con indemnización; y defendió el
más aún osado planteamiento, la independencia de las colonias americanas en
guerra. Al restablecerse el absolutismo regio en España, las Cortes quedaron
disueltas y se firmó por Decreto Real aplicar la pena de muerte por traición a
todos los diputados. El Padre Varela huyó a Gibraltar y de ahí a los Estados
Unidos, donde residió el resto de su vida convirtiéndose en el primer
exiliado cubano.
Ejerció
el ministerio sacerdotal en la ciudad de Nueva York durante 30 años con
admirable abnegación. Trabajando arduamente fundó escuelas, edificó iglesias, y
evangelizaba a los pobres. Defendió la fe católica ante el avance de otros
grupos religiosos. Se le nombró a una parroquia en la zona donde vivían
inmigrantes de Irlanda, en la época cuando las diferencias étnicas y religiosas
prevalecían fácilmente.
Igualmente
inició una ardua labor en pos de la independencia de Cuba. Fue fundador de El
Revisor Político y Literario. También llegaron a circular siete números del periódico
independentista El Habanero prohibido en Cuba al igual que El Mensajero Semanal
el que había publicado junto a José Antonio Saco. Publicó el periódico The
Protestant Abridger and Annotator (1830) -donde defendía la fe católica frente
a los ataques de los protestantes- y The Catholic Exporter and Literary
Magazine, en unión de Charles C. Pérez (1841-1843). Colaboró en la Revista
de La Habana, en el Diario del Gobierno, El Universal de Madrid, y el Repertorio Médico de La Habana; al igual que en otros
periódicos, en inglés y en español. Usaba como seudónimo "Un paisano suyo".
Una obra
para el futuro
Entre 1835 y 1838 se publicaron los dos primeros tomos de lo que se considera su última obra, Cartas a
Elpidio, el testamento ideológico en el que legó a futuras generaciones la
esencia de su ideario. El tercer tomo de esta obra, dedicado al fanatismo, no
llegó a publicarse hasta 1944.
En una de
las Cartas a Elpidio el Padre Varela había expresado:
"...fórmase ya en el horizonte de mi vida la infausta nube de la ancianidad y allá a lo lejos se divisan los lúgubres confines del impero de la muerte. La naturaleza, en sus imprescriptibles leyes me anuncia decadencia y el Dios de bondad me advierte que va llegando el término del préstamo que me hizo de la vida. Yo me arrojo en los brazos de su clemencia, sin otros méritos que los de su hijo; y guiado por la antorcha de la Fe, camino al sepulcro, en cuyo borde espero, con la Gracia Divina, hacer con el último suspiro, una profesión de firme creencia y un voto fervoroso por la prosperidad de mi Patria..."
Enfermo y
abrumado
...En
1847 enfermó. Gastado físicamente y padeciendo asma recorrió varias ciudades en
busca de un clima más apropiado. Viajó a San Agustín de la Florida, lugar donde
había vivido se niño, y allí pasó los últimos años de su vida marcados por la
pobreza, las enfermedades y la soledad; en un cuarto pequeño –como una celda-
acompañado solamente por dos cuadros de santos y una campanilla.
Sintiendo
cercana la muerte, pidió al sacerdote francés, P. Aubril que le llevara el
Santo Viático. Antes de recibir la comunión el siempre primer exiliado cubano,
dijo:
«Tengo que cumplir una promesa que hice mucho tiempo antes de ahora. Tengo que hacer en este momento, en el momento de mi muerte, como lo he hecho durante mi vida, una profesión de fe en la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía. Creo firmemente que esta hostia, que Ud. tiene en sus manos, es el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo bajo la apariencia de pan. ¡Ven a mi Señor!»
Entregó
su alma al Padre Celestial el 25 de febrero de 1853 "a eso de las 8 y
media" aunque existen diversas investigaciones referente a la fecha exacta
en que falleció el Padre Varela. Fue enterrado en el Cementerio local Tolomato.
Más tarde, apenas dos meses después, el sacerdote Aubril con la ayuda de un
grupo de cubanos de la isla costearon levantar una capilla en el cementerio. La
primera piedra fue colocada el 2 de marzo finalizando su construcción el 13 de
abril del propio año, día que los restos de Varela fueron depositados allí. Allí permanecieron los restos de quien, como dijo Jose Martí cuando visitó en 1892 la tumba del sacerdote para velar "los huesos
del santo cubano" era un "patriota entero, que cuando vio
incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas,
dijo sin miedo lo que vio y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca como
pudo".
Sus
restos llegan a La Habana
En 1911
–después de varias tentativas- y esta vez a petición del gobierno cubano el obispo norteamericano William Kenny exhumó los santos restos de Varela y los
entregó al cónsul cubano en la ciudad de Jacksonville para su traslado a Cuba.
De la Catedral de La Habana más tarde serán trasladados al Aula Magna de la
Universidad de La Habana, en cuyo acto pronunció un elocuente discurso el
maestro Enrique Jose Varona. El cenotafio del Aula Magna donde se halla una
inscripción dice:
«Aquí descansa Félix Varela, sacerdote sin tacha, eximio filósofo, egregio educador de la juventud, progenitor y defensor de la libertad cubana, quien viviendo honró a la Patria y quien muerto sus conciudadanos honran en esta alma universidad en el día 19 de noviembre de 1911»La juventud estudiantil en memoria de tan grande hombre.
Ahí en
una urna funeraria descansa junto a los neoclásicos óleos del pintor cubano
Armando Menocal, denominados: «La Medicina», «Las Bellas Artes», «Las Artes
Liberales», «El Derecho», «Las Ciencias», «El Pensamiento» y «Las Letras».
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