Tuesday, May 9, 2017

Un cubano alcalde de París, la historia lo enterró y ahora lo rescata

Por William Navarrete*

El 5 de octubre de 2015, Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, y otros ediles del Ayuntamiento de la capital, inauguraron en la esquina de la calle Saussure y el bulevar de Pereire, en el distrito XVII de la capital francesa, la calle Severiano de Heredia. Todo el que levante la vista hacia las dos tarjas que a lo largo de esta arteria peatonal existen podrá leer algunos de sus cargos: ‘‘Diputado del Distrito XVII. Presidente del Consejo de París (1879). Ministro de Obras Públicas (1887)’’.
Nacido en La Habana, en 1836, y educado en París desde los 11 años de edad aproximadamente, este otro Heredia cubano (menos conocido que sus dos primos poetas, José María Heredia y Heredia y José-María de Heredia) fue, por así decirlo, el primer hombre de origen africano en obtener una cartera de ministro en un gobierno europeo y el único nativo del continente americano que ha ocupado el relevante puesto de la Alcaldía de París.
 El gesto, para estos tiempos en que el lenguaje de la diversidad o de la ‘‘mixité’’ (como se llama en francés al fenómeno de integración racial a nivel de instituciones) está de moda, tiene mucho de significación política. Y como suelen hacer los de la política, echar mano al único alcalde de París con orígenes africanos y rendirle homenaje más de un siglo después tiene bastante de ganga.
Hijo de la esclava y el amo
Poco se sabe de la infancia de Severiano de Heredia. Los autores que han abordado su biografía (tanto en español como en francés) afirman que fue bautizado en la parroquia de Jesús del Monte, en aquel entonces en los campos aledaños a La Habana, el 4 de enero de 1837, como hijo de los esclavos liberados Henri Domingo de Heredia y Beatriz de Cárdenas (quienes llevaban entonces los patronímicos de sus amos). En el acta de bautizo aparece como padrino Ignacio de Heredia Campuzano, terrateniente y propietario de esclavos, quien estaba casado con la normanda Madeleine Godefroy, con quien no tuvo hijos. El conde de Jaruco, en Historia de familias cubanas, menciona a Severiano como hijo adoptivo (e insinúa que natural) del mencionado Ignacio, y añade que Severiano tomó como segundo apellido –ignoro la razón– el de ‘‘Arredondo’’.


Muchos afirman que era más bien hijo del amo con Beatriz, su esclava, algo que explica por qué el amo decide adoptarlo desde su más tierna edad. Los Heredia formaban parte de un clan de terratenientes de la isla vecina de La Española, establecidos en Cuba después de los episodios de la revolución haitiana. Severiano es primo en grados diversos de José María Heredia y Heredia (1803-1839), el cantor del Niágara y En el teocalli de Cholula, uno de los poetas cubanos insignes del siglo XIX, y también de José-María de Heredia (1842-1905), de similar importancia en el ámbito literario francés.
Después de la muerte de su padre adoptivo (o biológico) en 1848, Severiano viaja con su madre a París y se instala definitivamente en la Ciudad Luz.
Estudios y vida parisina
Severiano de Heredia estudia en uno de los mejores institutos de París: el Lycée Louis-le-Grand, sito en el bulevar Saint-Michel, oficializado con sus correspondientes cartas patentes por el Rey en 1563. Allí estudia durante nueve años, aprende la retórica y será recompensado con un Premio Honorífico en 1853.

Para ese entonces es un joven rico y consentido. Alguien que vive de sus rentas, pues ha heredado la plantación cubana de Santo Cristo y un centenar de esclavos. Puede permitirse lujos, frecuentar la ópera, los cafés en donde se mide el pulso de la vida mundana y la brillante sociedad parisina de esa época. Es un diletante perfecto que escribe, de vez en cuando, críticas de arte para Le Gaulois, u otros textos para la Revue de París, y sueña con convertirse en escritor. Posee una villa en el bulevar Pereire y a juzgar por lo que de él cuenta su vecino y contemporáneo, el editor y escritor Maurice Dreyfous, en su libro de memorias Ce que je tiens à dire (Lo que tengo que contar), publicado en 1912, era un ser ocioso que prefería pasar el día callejeando más que otra cosa.
Influencia de la masonería
Para entender la trepidante carrera política de Severiano habrá que remontarse a la influencia de la francmasonería en este ámbito. En 1866, dos años antes de casarse con Henriette Hanaire, entra en la logia Estrella Polar, perteneciente a la orden del Gran Oriente de Francia. De sus diferentes cargos y funciones desempeñadas en el seno de dicha orden, de la que llegó a obtener el alto grado de Rosa Cruz en 1870, da cuenta Jean-Marie Mayeur en su diccionario biográfico Los parlamentarios del departamento del Sena durante la Tercera República (en francés). Sabido es que el apoyo de esta cofradía o institución iniciática (incluso en la época actual) es una pieza clave para llegar a ocupar puestos políticos de relevancia en la sociedad francesa.
Hoy una calle de París lleva el nombre de Severiano de Heredia.
Cortesía William Navarrete
A ello se añadirá un contexto político particularmente turbulento, marcado por la guerra franco-prusiana de 1870, el fin del Tercer Imperio tras la derrota de Napoleón III y el comienzo de la llamada Tercera República. Por sentimiento patriótico, tal vez porque ya tenía previsto lanzarse en política, solicita y obtiene por decreto de ese año la nacionalidad francesa. Poco después, en abril de 1873, un mes antes de que ocupe la presidencia el general Patrice de Mac-Mahon, duque de Magenta, Severiano obtiene el cargo de Consejero municipal, en representación del barrio de Ternes (distrito XVII de París). Es su primer puesto de importancia en esta esfera.
Carrera política
A partir de su primera nominación, el cubano (si nos atenemos a que nació en la isla de Cuba, entonces bajo la égida de España), naturalizado francés, será representante del departamento del Sena (que incluía entonces la capital actual y algunas municipalidades limítrofes) y en 1879 es elegido presidente del Consejo de París, un puesto que equivale hoy al de alcade. Tenía 42 años y había sido designado por los ediles de un Ayuntamiento que se reunía entonces en el palacio de Luxemburgo por haber sido incendiado el original por los communards en mayo de 1871 (y no reconstruido hasta años después).
A principios de la Tercera República, la función de alcalde había dejado de existir. París se había enfrentado al Estado durante los episodios sangrientos de la Comuna y había quedado administrada por una asamblea de consejeros o representantes dirigidos por un presidente cuyas funciones eran aproximadamente las de un alcalde de antes y de nuestro tiempo.
Severiano de Heredia fue reelegido diputado del distrito XVII en 1881 y, finalmente, ministro de Obras Públicas en 1887, año en que comenzó la construcción de la Torre Eiffel, al final del mandato de Jules Grévy.
Durante ese periodo y la década siguiente se hará eco de las ideas más progresistas en aras de la separación del Estado de la Iglesia, en favor de la libertad de la prensa, de la escuela pública, se destacará en la creación bibliotecas municipales y se convertirá en portavoz de la necesidad de un Estado laico. Llegó incluso a presidir la Asociación Filotécnica, después de que lo hicieran Víctor Hugo y Jules Ferry. Compartía, además, las ideas de este último, pero lo perseguía su pasado esclavista, el hecho de que su fortuna personal se fundara en la explotación de la mano de obra esclava y en la economía colonial de la plantación, algo que sus detractores evocaban constantemente para desacreditarlo.
En el universo de las rencillas políticas no le sobraron enemigos. ‘‘El mulato del Elíseo’’, como a menudo le llamaban, era caricaturizado en la prensa por los sectores conservadores, y hasta por los propios socialistas de la época.
Rescatado de las tinieblas
El empeño de Paul Estrade, profesor universitario e hispanista, influyó en la decisión de la Alcaldía de París de rendir homenaje a este olvidado de la historia. De la misma manera que su pariente José-Maria de Heredia, también nacido en Cuba, fue el primer extranjero en ocupar un sillón en la Academia de la Lengua francesa, Severiano había sido el primer hombre de color en encabezar un ministerio europeo.
Por razones inexplicables, tal vez porque a fines del siglo XIX Europa se repartía África durante la conferencia en Berlín (1885) y porque la política colonial entraba en contradicción con su permanencia en un puesto gubernamental, el hijo de esclavos afrocubanos se convirtió en un personaje incómodo.
De las tinieblas del olvido lo rescata el profesor Estrade en un libro que lleva en portada una de las caricaturas inspiradas en él: Ce mulâtre cubain que Paris fit maire (Ese mulato cubano que París convirtió en alcalde), publicado en las ediciones Les Indes savantes, en 2011 (por ahora sólo en francés).
Y no porque no hubiera referencias de él en la prensa y en diferentes tras publicaciones, sino porque hasta entonces a nadie parecía importarle mucho la vida y obra de tan singular personaje.
Descendencia y herencia
Severiano de Heredia muere arruinado en 1901, en el mismo barrio en que comenzó su carrera política, muy cerca del parque Monceau. Se dice que invirtió lo que quedaba de su fortuna en el desarrollo del automóvil eléctrico (en lo cual también se adelantó a su época). Tuvo dos hijos de los que el varón murió pequeño y la hija, Marcelle de Heredia, fue una célebre neurofisiológica que tuvo sólo un hijo adoptivo: el pintor Carlos Lapicque, fallecido en 1998.
Al entierro de Severiano asistieron algunos miembros del gobierno y del cuerpo diplomático de Haití (Cuba se encontraba entonces bajo administración norteamericana durante el primer periodo de ocupación), encargado de dirigir las exequias. Nunca obtuvo la Legión de Honor, ni ninguna de esas altas órdenes francesas que pasan de mano en mano por alianzas y favoritismos. Y en el cementerio de Batignolles, en un mausoleo de piedra en forma de caseta, fue enterrado sin que su nombre figurara por ello durante mucho tiempo en la lista de personalidades y hombres ilustres que acoge el camposanto.

Panteón de Severiano de Heredia 
Quedan muy pocas calles disponibles en una ciudad tan densa como París y los olvidados tienen que conformarse con pedazos de plazuelas o calles peatonales que son más bien aceras. De hecho, la de Severiano tiene una sola manzana y un café moderno (L’Iguane) como única referencia. Por otra parte, el cementerio de Batignolles lo ha incluido finalmente en su lista de personalidades, tal vez la mejor prueba de que comienzan a rendir honores merecidos a este hombre singular, nacido en la mayor de las Antillas.

*Escritor cubano residente en París. El texto, tomado de El Nuevo Herald, es reproducido aquí con autorización expresa del autor.

No comments:

Post a Comment