Por Marcos Antonio
Ramos
El doctor Octavio R.
Costa fue hasta su fallecimiento uno de los más conocidos articulistas cubanos
e hispanos de Estados Unidos. Su condición de historiador, ensayista y profesor
ha sido ampliamente resaltada. Se desempeñó también como crítico literario y de
arte. En su nativa Cuba y en la emigración cubana recibió reconocimientos
importantes como intelectual. Su aporte a la historiografía cubana fue tan
abundante y minucioso que debe ser incluido entre los historiadores más
valiosos de su generación.
Nació en San
Cristóbal, en la antigua provincia cubana de Pinar del Río, el 12 de junio de
1915, hijo de Octavio R. Costa (1890-1972) y Basilisa Blanco Santos
(1888-1969). Cursó estudios primarios y secundarios en su provincia y en 1940
recibió el título de Doctor en Derecho en la Universidad de La Habana. También
recibió un Certificado de Aptitud Periodística, destacándose tanto en esa
profesión como en el ejercicio del derecho. Muy joven todavía, contrajo
matrimonio el 20 de diciembre de 1941 con el gran amor de su vida, la señora
Caruca Sarmiento De esa unión nacieron sus hijos Octavio, Orlando y Jorge, de
los cuales siempre estuvieron orgullosos. El matrimonio Costa fue también
bendecido con varios nietos.
El doctor Costa estuvo
muy relacionado, entre otras figuras de la mayor jerarquía imaginable en la
República de Cuba, con el eminente historiador y hombre público Emeterio
Sandalio Santovenia y Echaide. Don Octavio no sólo fue su secretario y
asistente principal durante el tiempo en que el doctor Santovenia sirvió a su
país como Senador de la República (1940-1948) sino también cuando este ocupó el
cargo de Ministro de Estado (Relaciones Exteriores) de Cuba en la década de los
años cuarenta. Por su condición de biógrafo de Santovenia fue que se despertó
en mí, hace más de medio siglo, un gran interés por la trayectoria de estos
ilustres colegas que llegaron a ser mis muy apreciados amigos.
A pesar de su
extraordinario desempeño como abogado y notario, la vocación de escritor
prevaleció siempre en Don Octavio. Su pluma era apreciada grandemente en
publicaciones como Diario de la Marina,
decano de la prensa cubana, y la revista Bohemia,
de difusión continental. A estos datos pudieran añadirse los nombres de
numerosas publicaciones diarias y semanales, así como de revistas
especializadas de academias y sociedades profesionales. Es posible mencionar
que miles de artículos en Cuba y el extranjero llevaban su prestigiosa firma.
De singular importancia e interés fueron las veintisiete entrevistas a
personalidades del país, publicadas en Diario
de la Marina. No debe extrañar que fuera escogido como presidente del Pen
Club en Cuba y seleccionado para encabezar esfuerzos similares de escritores y
periodistas. Sobre el joven pinareño establecido en La Habana y en Estados
Unidos lloverían infinidad de condecoraciones, reconocimientos y distinciones,
entre ellas la Real Orden de Isabel la Católica, otorgada por la Corona de
España.
En marzo de 1955 fue
designado director del diario habanero Pueblo,
logrando ampliar tanto la calidad como la circulación de esa publicación
periódica. Continuó dirigiendo Pueblo
hasta diciembre de 1958. Sus editoriales y artículos se caracterizaron, a pesar
del ambiente de polarización que le rodeaba, por una esencial moderación y por
un estilo que no se entregó jamás a un apasionamiento innecesario o a la falta
de objetividad de que adolecen hasta las mejores plumas en medio de los
conflictos políticos y sociales. Su sección editorial “Imagen del Día” queda
como la mejor prueba de su dedicación a la causa del buen periodismo en un
período tan difícil en la historia de Cuba como el de los años cincuenta del
pasado siglo.
Con la salida de Cuba
del presidente Fulgencio Batista y la llegada al poder de la revolución
encabezada por el doctor Fidel Castro se le presentó, como a tantos otros
periodistas, una situación compleja y dura que le obligó a solicitar asilo
político en la Embajada de Méjico, la cual estaba entonces a cargo del licenciado
Gilberto Bosque, un embajador que le extendió todo tipo de consideraciones. En
mayo de 1959, el eminente periodista cubano salió de su país para iniciar su
vida como exiliado. México sería, pues, su primer destino como desterrado por
razones políticas.
Después de realizar
labores en Ciudad de México, que por su condición de exiliado temporal en ese
país no alcanzaban las condiciones de sus anteriores trabajos, el doctor Costa
se radicó a partir de 1960 en San Antonio, Texas, Estados Unidos de América,
llegando pronto a ser designado como director del diario La Prensa fundado en 1913. Más adelante pasó a radicar en Los
Ángeles, California, donde desempeñaría importantes funciones en el diario La Opinión y luego en Noticias del Mundo, publicación esta
última de carácter nacional e internacional. Para la infinidad de amigos y
admiradores en Miami y otras ciudades, Octavio sería reconocido sobre todo por
sus artículos en Diario las Américas,
el periódico dirigido por su entrañable amigo Don Horacio Aguirre, tan cubano
como nicaragüense.
El tan respetado
periodista cubano doctor Ariel Remos reseñaría parte de sus esfuerzos de la
siguiente manera: “Diez mil crónicas diarias bajo el nombre de 'Instantáneas',
dan fe de la labor sin par realizada por Costa en Los Ángeles, en el orden de
la convivencia cultural de una comunidad. Esas Instantáneas no sólo son
testimonio cultural, sino crónicas diarias del mundo hispanoamericano de Los
Ángeles, que el polígrafo instituyó en el periódico La Opinión en 1960. Quienes hagan el recuento histórico de la
presencia hispanoamericana en la vida cívica y cultural de Los Ángeles entre
1960 y 1990, no podrán prescindir de las Instantáneas de Costa...” A lo
afirmado por el doctor Remos puede añadirse que no existió actividad cultural y
patriótica alguna a la que Don Octavio no prestara su colaboración.
Los entornos en que
desarrolló sus actividades en Texas y California fueron testigos de su incansable actividad como
conferencista y orador de muy altos vuelos. Como sucedería después en Miami,
ciudad que visitaba constantemente desde su llegada a Estados Unidos, el doctor
Costa orientaba e inspiraba en todo tipo de tribunas. Combinó sus diversas
labores con el ejercicio de la docencia universitaria, enseñando diversos
cursos de historia y literatura en St. Mary's College, California State
University y Colegio Este de Los Angeles. También enseñó cursos en la
Universidad de Miami y otras instituciones.
Además de su larga y
sobresaliente carrera periodística, Don Octavio alcanzó quizás sus más altos
reconocimientos como historiador, vocación que le llevó a convertirse en
referencia obligada para todos los investigadores de estudios cubanos. Dentro
de su interés por la historia puede haber prevalecido su notable aporte como
biógrafo. Muchas importantes figuras de Cuba fueron estudiadas por el
incansable investigador pinareño. Entre los críticos que elogiaron su
incansable esfuerzo pueden mencionarse algunos de los de mayor prestigio en
Cuba, como José María Chacón y Calvo, Jorge Mañach y Félix Lizaso. Entre la
infinidad de academias e instituciones culturales que le abrieron sus puertas
como miembro de número o correspondiente, debe mencionarse en primerísimo lugar
la Academia Cubana de la Historia. A esa docta corporación ingresó con un
ensayo titulado “Perfil político de Calixto García.” Sus labores como
investigador incansable de la historia y sus personajes no se detuvieron con su
salida del país.
Sería necesario un
trabajo altamente especializado para describir tanto su obra literaria como sus
labores como biógrafo y sus contribuciones al estudio de la historia de Cuba.
Entre sus obras iniciales se cuentan, además de la biografía de Emeterio
Santovenia, las de Antonio Maceo, Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily y otros
próceres. Esos libros, así como Rumor de
Historia y Suma del Tiempo
merecieron los elogios de figuras cumbres de la crítica literaria. Entre ellos,
y mediante numerosos artículos, se destacaron los sumamente favorables
comentarios, ya señalados, del doctor Jorge Mañach, cuyas opiniones en las
décadas de los años cuarenta y cincuenta eran suficientes para ayudar a
consagrar a cualquier escritor contemporáneo en la mayor de las Antillas.
Su último libro
publicado en La Habana fue Hombres y
destinos, culminando así su obra como historiador en el suelo natal. Al
igual que tantos otros escritores cubanos obligados a vivir en el destierro, la
obra de Octavio Costa no sólo continuó sino que se intensificó apreciablemente.
En un gran homenaje que le tributó el Centro Norte-Sur de la Universidad de
Miami se mencionarían muchos de sus libros: Ser
y Esencia de Martí, Perfil y Aventura
del Hombre en la Historia, los dos volúmenes de Imagen y Trayectoria del Cubano en la Historia, El Impacto Creador de España sobre el Nuevo
Mundo, Raíces y destinos de los
pueblos hispanoamericanos. A tales libros pueden añadirse sus biografías de
Modesto Mora, Luis Botifoll y otras personalidades que han dejado huella en la
emigración. Muchos de sus libros fueron publicados por Ediciones Universal de
Juan Manuel Salvat y por Editorial Cubana. De su profunda espiritualidad da
testimonio su libro Variaciones en torno
a Dios, el Tiempo y la Muerte así como su autobiografía Bajo mi terca lucha con el tiempo, una
verdadera crónica del tiempo cubano que le tocó vivir, en su patria y el
exterior.
Ángel Cuadra, Eduardo Lolo, Octavio R. Costa y Juan Manuel Salvat en 2001 |
No puedo terminar sin
mencionar que, además de escribir artículos sobre Octavio R. Costa y sus
libros, compartí con él momentos inolvidables conversando sobre el hermoso
suelo donde nacimos. Y aunque no tuve el privilegio de tenerlo como profesor,
siempre le llamé y seguiré llamando “Maestro”.
El viernes 16 de
diciembre de 2005 falleció en la ciudad de Los Ángeles, un leal hijo de Cuba,
hombre de muchos, muchísimos, amigos, un ciudadano por derecho propio de la república
de las letras.
Tenía esperanza de conocerlo,..la mejor obra que he leído de Bolívar, nació de su mágica pluma. QED.
ReplyDeleteSu vocación de escritor era su mayor talento, necesitaba escribir para vivir. Lo recordaremos siempre, tío Octavio.
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