Sunday, January 28, 2018

Un Martí poco conocido (final)

Fotograma del documental "Nuestro Martí"
Por Alejandro González Acosta
V
Sin embargo, a pesar de toda esta veneración que le debemos, hoy 28 de enero de 2017, será el estreno en New York de un documental de Google, titulado con desvergüenza absoluta “Nuestro Martí”, realizado con la asesoría y participación directa –habría que enmendar, con la complicidad- del historiador Eusebio Leal Spengler. En él aparece (5:56-6:08) un José Martí ridículo, portando un sombrero de copa, blandiendo un florete y cabalgando un caballo negro con las patas vendadas de blanco, sobre una montura inglesa de jockey, en una carga al machete (en realidad en ese momento fatídico usaba un práctico sombrero de castor). Así pues, según estos “cineastas martianos”, su muerte no ocurrió en el Combate ¡sino el Derby de Dos Ríos! Y en otra parte (2:00) lo veremos llevando un elegante maletín Samsonite (esta fábrica fue fundada en 1910) mientras se dirige al elegante Delmonico’s a darse vida de sibarita. El absurdo del corto comienza muy temprano: en el minuto 1:06 contemplamos embargados de estupor un barco que avanza con la popa hacia el frente (“viento en proa, a toda vela”, diría un estupefacto Espronceda; ¿o sería El barco ebrio, de Rimbaud?). Es difícil reunir más despropósitos en apenas los 7,22 minutos que dura el corto, producido por Brett Perlmutter y dirigido por Ángel Manuel Soto.
Pero esos no los mayores agravios: peor es, por traicionero y mentiroso, que a Martí se le trunque traidoramente, para hacerlo simular ante el espectador poco enterado una falsa simpatía por Marx que nunca sintió (3:12). Eso es violarlo, mancillarlo, escupirlo. Es matarlo de nuevo, a traición, cobardemente, y ocultar su cara del sol.
Hagan acopio de paciencia y véanlo en: https://www.google.com/culturalinstitute/beta/project/cuba

Después, me dicen qué les pareció.

Friday, January 26, 2018

Un Martí poco conocido (IV)

IV
Las circunstancias de la muerte de José Martí continúan aclarándose con los años. En realidad, lo que ocurrió en Dos Ríos no fue una “escaramuza” como se ha dicho repetidas veces, sino un combate entre fuerzas numerosas tanto españolas como cubanas, 430 de un bando y 800 del otro. Y la muerte del líder resultó la trágica culminación de una cadena de errores: primero, el desconocimiento de las tropas españolas en la zona y su volumen y capacidad de fuego; y la otra, la ligereza de enviar un emisario a buscar café -que Martí sobre todo y Gómez también, necesitaban con la entendible urgencia de auténticos consumidores habituales- así como otros bastimentos, con varias monedas de oro y plata y hasta un mensaje autógrafo al parecer de Martí -otros dicen que de Gómez- con la lista de mercancías y una velada amenaza al tendero previendo su posible delación.  El incauto emisario, el cubano Carlos Chacón, fue sorprendido en su misión, y cuando lo registraron encontraron una cantidad inusitada de dinero y la nota delatora; después confesó y además sirvió como guía para llevar a los españoles cerca de los cubanos.
El comandante español José Ximénez de Sandoval (1849-1921) al parecer fue masón, y el detalle es importante, porque explicaría que cuando traslada el cadáver de Martí lo coloca en el suelo para exponerlo públicamente, pero no como una ofensa, sino siguiendo el ritual masónico que así lo dispone, gesto que no han visto algunos críticos como el católico Cintio Vitier, quien lo considera irrespetuoso y vengativo. La historiografía castrista no valora que fue el español quien decidió despedir el duelo del caído, pues, aunque invitó a los varios cubanos allí presentes, ninguno quiso hacerlo, y él consideró que no era honorable ni decoroso sepultarlo, sin siquiera una mínima ceremonia de cortesía y un gesto de respetuosa y cristiana humanidad. El hecho de que fueran también los honorables oficiales españoles quienes reunieran el dinero de sus pagas, para adquirir la lápida que sellaría el Nicho 134 del Cementerio de Santa Ifigenia donde reposarían transitoriamente los restos, tampoco es debidamente advertido ni suficientemente reconocido.
Según suele suceder en la Historia, un incidente mínimo ocasionó una catástrofe enorme; un cubano temeroso, Carlos Chacón, delató a Martí y sus compañeros, al ser incautamente enviado “por la golosina del café”: lo agarraron y “cantó de plano”, como dijo Máximo Gómez, con su lapidario estilo militar.
Para colmo de nuestra negra conciencia nacional, un cubano lo remató ya en el suelo, después de la descarga a bocajarro que lo derribó de su blanco caballo -unos dicen que de un disparo; otros, de un machetazo- y su nieto, el exitoso pintor Pedro Pablo Oliva, continúa purgando tristemente el pecado de su abuelo, repitiendo con obsesión absolutoria su imagen en sus magníficos cuadros. De los tres disparos que recibió Martí (dos mortales: uno en el rostro, otro en el pecho; y otro en la pierna), según el diagrama conocido de su autopsia, indica que la trayectoria del último en la caja torácica fue de arriba hacia abajo; es decir, un primero -el de la cabeza- lo derribó del caballo y el segundo mortífero fue ya en tierra, como puede interpretarse de la sucesión de disparos.


Exhumación de los restos de Martí en 1907
Esa muerte, lejos de los suyos, semejó en mucho la que unos años antes recibió otro prócer cubano, quien con algo de olvido culpable hoy se recuerda como “Padre de la Patria”: también en una manigua, medio ciego, enfermo y con las ropas raídas, alejado por sus antiguos compañeros que juraron seguirlo hasta la muerte, caía muerto el 27 de febrero de 1874 en una barranca de la Finca San Lorenzo Carlos Manuel de Céspedes. 21 años, 2 meses y 22 días después, a unos 36 kilómetros de distancia, en el potrero de Dos Ríos, caía José Martí, el 19 de mayo de 1895, trazando una parábola entre ambas vidas paralelas, quienes concitaron fuerzas tremendas que los superaron y finalmente destruyeron, para dar paso a su obra trascendente: su sacrificio generoso fue el riego de la simiente de su legado.
Certificado de defunción de José Martí

Thursday, January 25, 2018

Un Martí poco conocido (III)

Por Alejandro González Acosta
III
Compatriotas cubanos y mexicanos aquí presentes: como ejemplo del amor que siempre disfrutó en México nuestro Martí, sirva este soneto de un gran mexicano, el filósofo, político y educador Don Justo Sierra, escrito cuando se conoció la noticia de su muerte, obsequio que debo a la generosidad de mi buen y admirado amigo Emilio Cueto desde Washington, y que les comparto esta noche:
A José Martí
No ocultará por siempre á nuestra vista
tu cuerpo sacro el arenal nativo,
¡ay! sin que mi lamento fugitivo
diga el dolor que al corazón contrista!
De una Patria empeñado en la conquista,
por tu heroico ideal moriste altivo…
¡Quién pudiera volvernos redivivo
al gran poeta, al soberano artista!
En la lira de América pondremos
tu cadáver, así lo llevaremos
en nuestros propios hombros á la historia;
y en la paz de tu noche funeraria
acaso, como lámpara de gloria,
¡brille un día tu Estrella solitaria!

Todos los años el recuerdo de Martí nos convoca y reúne en este sitio, hogar de los cubanos en México, fundado el 16 de septiembre de 1937 (la escritura formal fue firmada el 18 de noviembre del mismo año), por un grupo de animosos gestores: Pedro Buronat, Justo M. Muriedas, Francisco Rizo, Paulino Rizo, Leopoldo Cabanzo M., Pablo Machado, Eduardo Valdéz y Juan García Vidal. 18 presidentes, hasta la fecha, se han desempeñado con honor generoso al frente de este Círculo Cubano en la hospitalaria tierra azteca.
Este nido de Cuba en México ha tenido varios emplazamientos, desde la primera sede que fue la casa de uno de sus fundadores, y luego en la Calle de Sadi Carnot 40 de la Colonia San Rafael (1939-1943), más tarde en Lucerna 12 de la Colonia Centro (1943-1955), seguidamente en el opulento edificio que muchos recuerdan como “el mejor círculo social de México en su época”, en la esquina de las Avenidas Río Churubusco y División del Norte, en la Calle Ajusco 26, hasta 1996, cuando se trasladó a esta su sede actual en Córdoba 14, en la céntrica Colonia Roma Norte.
Córdoba 14

Pero hoy, especialmente, en esta sala, nos sentimos mucho más cerca de Martí, porque sabemos de primera mano como él, el ruido del odio, el aire ponzoñoso del insulto.
Hasta aquí, hoy, nos ha alcanzado el odio y la ignorancia en las destempladas voces que ahora suenan afuera y nos agreden. Paradójica y afortunadamente, eso nos hace sentirnos casi en Cuba, como otros de los que allá hoy sufren persecuciones, agresiones, amenazas e insultos. Hoy sentimos más cerca a esos perseguidos compatriotas, por Martí y por los odiadores que compartimos. Sin embargo, ni el propio Martí, en los peores momentos de la opresión española, fue objeto de los insultos y las amenazas que hoy sufren los cubanos que buscan su libertad: los que hoy mandan en la isla son peores que los espadones iberos y ni aún la grandeza de un homenaje a Martí en México los contiene ni los enmudece. Gritan más, porque saben menos. El grito es el estéril sustituto de la razón. Gritan porque no piensan. Ofenden porque no convencen. Dan coces porque se saben perdidos: no tienen la razón y eso los enloquece.

Allá ellos.

Wednesday, January 24, 2018

Un Martí poco conocido (II)

Por Alejandro González Acosta
II
Enciclopedia de Diderot: producción de hachís
A muchos les asombrará que, entre su profusa poesía, Martí haya dedicado un gran poema de amor, laudatorio de la mujer… y del hachís u opio. En tiempos más pudibundos que los de hoy, este poema fue piadosamente olvidado por sus lectores asiduos, pero parece declarar su experiencia personal con la sustancia, en la forma francesa de la grafía haschisch.
El poema evidencia que su conocimiento de la droga fue directo, por el detalle de sus efectos; según Ripoll, posiblemente ocurrió durante su estancia mexicana, a través de la mariguana (que no es el hachís, realmente), aunque yo no descartaría que hubiera sido a su paso por París, en alguna de sus dos visitas (1874 y 1879), pero especialmente durante todo el mes que permaneció en Francia en la primera, antes de embarcarse para México, donde lo publicó en 1875.
¿Quizá haya sido “Aisha”, aquella “bailarina bohemia” cuyo salón visitaba, o la propia Sarah Bernhardt la que según él mismo “lo besó” al frecuentar su boudoir, como cuenta en una preciosa crónica literaria Zoé Valdés (“José Martí en París”, 2008) quien se lo dio a probar como parte de un rito amatorio? Todavía hoy, por las callejuelas del Barrio Latino, algunos ubicuos marroquíes se acercan sigilosa y discretamente al paseante para susurrarle la insinuación: ¿Chocolat? Para quien no conoce la clave, queda la impresión que los parisinos deben ser muy afectos al fruto del cacao.  El poema, oculto en el ingente volumen de su producción, es poco conocido por la mayoría de los lectores y quizá vale la pena recordarlo:
Haschisch


Arabia: -tierra altiva
Solo del sol y del harem cautiva.


Cuando la infame Tierra abre su seno
Al árabe, engendrado
De ardiente arena y sol enamorado,
Y el seno, de miserias viles lleno,
Fango sangriento al árabe ha mostrado,
Lo eterno anhela, el árabe suspira,
Los ojos cierra a la verdad, y llora
Dulce llanto de amor a la mentira,
Y el alma ardiente de la tierra mora
Duerme para vivir, pues -viva- la ira
En su pecho más loca se levanta
Que la idea de amor en sus mujeres
Y el canto de pasión en su garganta.
* * *
¡Amor de mujer árabe! La ardiente
Sed del mismo Don Juan, se apagaría
En un árabe amor, en una frente
De que el negro cabello se desvía,
Como que ansia de amor eterno siente,
Y a saciarnos de amor nos desafía!
* * *
¡Oh! viven en aquellas
Magníficas doncellas,
Las trovas no escuchadas,
Las horas no sentidas,
Y lágrimas de amor aún no lloradas,
Y fuentes de hondo amor aún no sabidas;
En ellas, las huríes,
Por cada rayo de su sol un beso
Con sabor de azahar y de alelíes;
Y en ellas, lo imposible
De una hoguera de luz nunca extinguible!
* * *
La vida es el amor-donde la tierra
Por los solares besos fecundada,
Pensiles ha por hijos, en que encierra
La fragancia y la luz de una alborada;
La vida es el amor-donde de amores
Del tibio sol y arábigas arenas,
Hasta el desierto mismo nacen flores
Con palmas leves de murmullo llenas;
Y allí donde si el sol desapareciera
Del beso de una hurí renacería,
Prendida dejo el alma pasajera
Y la vida es amor: ¡Oh! ¡quién pudiera
De una mora el amor gozar un día!
* * *
No es estatua de lánguida figura
El alma de un poeta:
Es un sol de dolor: alma sin cura
De universal enfermedad secreta:
En sí tiene el hervor, en sí esta fiera
Ansia que en beso incomparable invoca
Que, dado en una vez, arda en su boca
Más allá de las horas en que muera:
¡Oh! ¡Pobre alma dormida
Sin este beso eterno sacudida!
Una árabe que besa,
Es labio de mujer, donde nos cumple
La eternidad al fin de una promesa:
¡Oh! Si mis labios pálidos rozara
una arábiga boca, donde arde
Cuando se imprime, el fuego del Sahara,
Mientras no es ida, el fuego de la tarde:
Si esta mejilla sin color, hundida
Al espantoso beso
Que con los huesos de su boca, impreso
En cara y corazón deja la vida,
Si este espíritu luce enamorado
Del armónico amor, en mí sintiera
Ese beso de una árabe, engendrado
Al fecundo calor de una quimera;
Si el alma de una mora, a hierro impío
Del tiránico afán encadenada,
Viniera a calentar el pecho mío,
Y dejara en mi boca fatigada
Un beso como el fuego del Estío
Largo como el dolor de esta jornada,
Yo no sé qué dulcísima ternura
Este árido cerebro llenaría:
Yo no sé qué colores esta oscura
Virgen de mi alma casta vestiría;
Qué luz como esta luz ¡oh, qué ventura
De una mora el amor gozar un día!
* * *
Chimenea encendida
Al frío corporal vuelve la vida:
¡También de un beso al fuego,
El muerto de vivir, renace luego!
* * *
Nadie sabe el secreto misterioso
De un beso de mujer: yo lo he sabido
En un arrobamiento luminoso
Extra-tierra, extra-humano, extra-vivido.
* * *
Cuando todo lo férvido dormita,
Cuando todo lo imbécil gigantea,
Cuando la languidez sólo se agita
Y por nuestra alma mísera pasea,
Hay algo más hermoso que una noche
De Enero de mi patria en las llanuras;
Más dulce que un dulcísimo reproche
Lleno de confusión y de locuras,
Con que un trémulo labio
Culpa y perdona su amoroso agravio;
Hay algo como en sueños,
Nos pareció escuchar, algo que ha sido
Verdad, aunque fue sueño, porque deja
Partida la verdad, cierto el sonido,
Un rayo que refleja
Muy suave claridad, una dulzura
Que todos nuestros átomos orea,
Y una especie de aroma de ternura
Que sobre nuestros labios titubea!
¡Un beso de mujer! Pues ¿cómo ha sido?
Todo lo venturoso ha renacido,
La redención espléndida amanece,
Esénciase el cadáver, y en el punto
Hermano siglo y siglo de un difunto,
¡O me engaño-¡oh ventura!-o me parece
Que do el difunto fue, la yerba crece!
* * *
¡Un beso de mujer! Yo lo he sabido
En un muy dulce instante extra-vivido.
El árabe, si llora,
Al fantástico haschisch consuelo implora.
El haschisch es la planta misteriosa,
Fantástica poetisa de la tierra:
Sabe las sombras de una noche hermosa
Y canta y pinta cuanto en ella encierra.
El ido trovador toma su lira:
El árabe indolente haschisch aspira.
Y el árabe hace bien, porque esta planta
Se aspira, aroma, narcotiza, y canta.
Y el moro está dormido,
Y el haschisch va cantando,
Y el sueño va dejando,
Armonías celestes en su oído.
Muchos cielos ha el árabe, y en todos,
En todos hay amor, pues sin amores,
¿Qué azul diafanidad tuviera un cielo?
¿Qué espléndido color las tristes flores?
Y el buen haschisch lo sabe,
Y no entona jamás cántico grave.
Fiesta hace en el cerebro,
Despierta en él imágenes galanas;
Él pinta de un arroyo el blando quiebro,
Él conoce el cantar de las mañanas,
Y esta arábiga planta trovadora
No gime, no entristece, nunca llora;
Sabe el misterio del azul del cielo,
Sabe el murmullo del inquieto río,
Sabe estrellas y luz, sabe consuelo,
¡Sabe la eternidad, corazón mío!
El árabe es un sabio:
Cobra a la tierra el terrenal agravio.
Y en tanto, el encendido
Vigor de este mi espíritu potente,
Me quema en mí y esclavo y oprimido
Tormenta rompe en la rebelde frente:
Y en tanto-de mi espíritu el deseo
De aquello lo invisible se enamora
Y se abrasa en mí mismo, y me devora
Buitre a la vez que altivo Prometeo!
¡Amor de mujer árabe! despierta
Esta mi cárcel miserable muerta:
Tu frente por sobre mi frente loca:
¡Oh beso de mujer llama a mi puerta!
¡Haschish de mi dolor, ven a mi boca!

La imagen de un José Martí entregado al voluptuoso placer embriagador del hachís, entre almohadones bordados, a los pies de una odalisca en una tienda de seda en medio del Sahara, resultará quizá algo perturbadora para algunos que sólo lo conciben en una tribuna o sobre un caballo blanco camino a la muerte…

Un Martí poco conocido (I)

Ante la cercanía del 165 aniversario del natalicio de José Martí el blog de la AHCE se complace en presentar esta serie de artículos escritos por el doctor Alejandro González Acosta sobre facetas poco conocidas del más admirable de los cubanos:

Un Martí poco conocido (I)
Alejandro González Acosta

Aunque todo cubano siente a José Martí como cosa propia y parte de su más profunda constitución nacional y personal, en realidad no son muchos los que realmente lo conocen con profundidad. Por eso tenía mucha razón José Lezama Lima cuando pronunció la conferencia más breve de la historia literaria cubana en la entonces Revista Cuba Internacional, ubicada en la esquina de la calle Lealtad y Calzada de Reina, antigua residencia, del mejor art nouveau cubano, de los jaboneros Crusellas. Invitado por algunos jóvenes periodistas para hablar en un aniversario del Apóstol, dijo: “Buenas tardes: Martí es un enigma que siempre nos acompaña a todas partes… Muchas gracias”. Y se fue.
Para empezar, abundan las citas erróneas de Martí, lo cual además reviste el riesgo de tomarlo equivocadamente al pie de la letra. Por ejemplo, con el mayor aplomo y sin la menor vacilación, muchos cubanos apoyan la sustracción de libros porque “Martí dijo que robar libros no es robar”, lo cual constituye una interpretación muy personal y laxa de un aforismo martiano: “Los libros son cultura y la cultura es patrimonio del pueblo”. De esto, a robar, va un largo trecho.
Otro dislate frecuente, que tiene hasta consecuencias siniestras, es el famoso “nuestro vino de plátano es amargo, pero es nuestro vino”. En realidad, lo que Martí dijo en su ensayo Nuestra América, fue: “Nuestro vino, de plátano, y si sale agrio, es nuestro vino”, lo cual implica que no necesariamente nuestro vino tenga que ser agrio (así lo subrayo), y tampoco que a pesar de su amargura haya que beberlo por ser nuestro, como un ejercicio de patriótico purgante masoquista.
Y hasta en una película canónica como es “La rosa blanca” (Cuba-México, 1954, Emilio “El Indio” Fernández – Iñigo de Martino), asesorada por estudiosos serios de Martí como Emeterio Santovenia y Féliz Lizazo, y con guion de Mauricio Magdaleno (autor de un libro valioso sobre el héroe, Fulgor de Martí), se deslizó otro punto muy debatido, precisamente con el poema que le da nombre al filme:
Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni oruga cultivo, cultivo una rosa blanca”. En realidad (es cierto que así lo escribió el autor), lo que casi seguramente quiso decir Martí -como sagazmente conjetura el gran Carlos Ripoll, quizá su mejor estudioso contemporáneo- a partir de sus ecos bíblicos y “su lograda aliteración” (además de la presumible imposibilidad de revisar las pruebas de impresión, por su momentáneo distanciamiento con el generoso editor, Enrique Trujillo), fue “cardo ni ortiga cultivo”, pues es de difícil aceptación que haya pensado en un gusano o una larva para ocupar su nívea flor de la amistad, sino en una planta espinosa común en Aragón (según se ha llegado a proponer). La lectura que razonablemente sugiere Ripoll y yo asumo, es ortiga no “oruga”. Probablemente la escritura rápida de un febril Martí apresurado por las urgencias de la imprenta, no trazó muy nítidamente los rasgos de la “t” y la “i” y ambas se “empastaron” como una “u” ante los cansados ojos del linotipista…
Pocos recuerdan, a partir del testimonio directo de quienes lo trataron y escucharon (Blanche Zacharie de Baralt, Gonzalo de Quesada, Fermín Valdés Domínguez), que José Martí, considerado el cubano por excelencia… hablaba con una marcada entonación hispana. Ceceaba castizamente, y esto era lógico si tenemos presente no sólo que era hijo de españoles (el padre, valenciano, con un fuerte acento palatal, y la madre, canaria, quizá con una más leve pronunciación isleña, más próxima a la cubana), pero además vive en España durante dos etapas fundamentales y formativas: en la primera, siendo muy  niño y cuando comenzó a hablar, en la paterna Valencia; y luego, en la cual se presume haber sido becado por el gobierno español, en las universidades de Madrid y Zaragoza, “donde abrió su corola la poca flor de mi vida”, como confesó delicada y pícaramente, refiriéndose a lo que parece fue su primera experiencia sexual.
Otro rasgo de su personalidad de cubano atípico, es la casi inexistencia de algo que pudiera considerarse como humor en su obra y su vida. Martí era sumamente serio y solemne. Su buen amigo Fermín Valdés recuerda con cariñosa travesura la forma hasta algo dramática en que su joven amigo se enamoraba… Sus amores debían ser grandiosos, terribles y agónicos para ser tales. Siempre serio y tenso en sus imágenes, con las manos rígidamente apretadas, sólo aparece sonriendo levemente en una foto: cuando carga a su hijo en brazos.
Martí, siempre atildado y severo en las fotos para la posteridad, enfundado en su permanente traje oscuro, no fue realmente un modelo de cuidado personal para algunos de sus meticulosos contemporáneos. En un poema titulado “Al buen Pedro”, le ripostaba acremente a alguien que se atrevió a mencionarle andaba algo desaseado y con el pelo demasiado largo:
Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
porque tras mis orejas el cabello
en crespas ondas su caudal levanta:
¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,
en rubios caldos y en fragantes pomas,
entre mancebas del astuto Norte,
de tus esclavos el sudor sangriento,
torcido en oro lánguido bebes, -Pensativo,
febril, pálido, grave,
mi pan rebano en solitaria mesa
pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
de liberar de su infortunio al siervo
y de tu infamia a ti! Y en esos lances,
suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
faltar la monedilla que reclama
con sus húmedas manos el barbero.

Martí, no hay que olvidarlo, a pesar de su constitución física endeble y su esencia poética, también tenía un carácter bastante fuerte. Algunas alusiones a partes íntimas de su cuerpo que ponía como testigos de su hombría ante una ofensa recibida de un malqueriente, son argumentos probatorios de su temperamento, y cuando cierto osado ignorante le exigió explicaciones de sus actos, la respuesta de él fue tan elegante como magnífica: “Quienes merecerían pedirme cuentas de mis acciones, no lo hacen; y quienes lo hacen, no las merecen”.
Los antiguos historiadores españoles (y algún cubano) más recalcitrantes, incluso en sus primeras referencias, aludían a él como “Pepe Ginebrita” (aunque varios estudiosos creen que esto era por su hijo José Francisco, el brigadier, según dicen algunos, algo aficionado a las bebidas fuertes), refiriéndose a su inclinación por este licor de alto contenido alcohólico. Otros aluden a su entusiasmo por el Vino de Coca Mariani (que después derivó hacia la hoy universalmente conocida y popular Coca Cola), elaborado con hojas de coca en una época cuando todavía era legal (lo bebían, entre otros, el Papa León XIII, la reina Victoria de Inglaterra y Thomas A. Edison), y hasta recomendó su consumo. Recordemos que Sigmund Freud empleó la cocaína en sus tratamientos, y dio el ejemplo consumiéndola él mismo ampliamente pocos años después.
Para recordarnos que Martí era un ser humano, doliente y sufriente como otro cualquiera, debemos tener presente que durante la mayor parte de su vida fue un hombre enfermo, quien, además, no dedicaba tiempo para cuidarse debidamente. Tuvo un padecimiento especialmente doloroso y muy íntimo: diagnosticado en su época como sarcocele (no confundir con la orquitis, que es de origen viral), hoy los especialistas precisan que debió tratarse de una hidrocele o varicocele, que implicaba entonces la extirpación del testículo, como prueban las operaciones a las que se sometió, el examen practicado durante su necropsia por el Dr. Pablo A. Valencia, y el testimonio del Dr. Joaquín Castillo Duany. Al parecer, según las investigaciones más recientes, este padecimiento no tuvo que ver con el roce de la cadena que se le colocó durante su prisión en las Canteras de San Lázaro durante su Presidio Político, pues no frotaba la parte afectada sino otras, en las que sí dejó hondas huellas (cintura y tobillo).
Además, padecía de una conjuntivitis crónica, que se acentuaba con una ptosis palpebral diestra (caída de párpado derecho). A esto se añadía una broncolaringitis persistente (aunque no fumaba regularmente), lo cual no le impedía subir velozmente las escaleras como un “hombre ardilla”, según lo llamó su amigo Enrique Trujillo.
No deja de llamar la atención que dejó muy pocas pertenencias materiales, aparte de sus numerosos escritos: un grillete que fue donado por Carmen Mantilla a Fulgencio Batista cuando los festejos por el Centenario en 1953, un revólver, un sencillo escritorio, un sombrero, un manojo de retratos y una “almohadilla de olor” bordada, obsequiada por “La Niña de Guatemala”, que estuvo durante muchos años en la Fragua Martiana, donde supongo debe estar aún. Algunas de estas piezas personales se reunieron en un precioso y muy raro libro: En honor del 100º Aniversario del Nacimiento de José Martí (1853-1953). Álbum conmemorativo sobre su vida y muerte, del Dr. Dallos H. J. (París, Imprenta Unión, 1951, con presentación del entonces Ministro de Educación cubano, Aureliano Sánchez Arango; Dallos hizo otro libro similar un par de años antes, sobre Simón Bolívar).
En realidad, el trazo material más poderoso y perdurable de Martí es de celulosa, y no de otras sustancias más macizas. Él es un cometa fugaz, con una breve e intensa existencia de 45 años, que deja atrás una cauda de papeles como huella de su paso. No hereda bienes, sino dones. Su legado es de papel, es decir, algo volátil, moral y no tangible. Paradójicamente, en él lo más endeble se hizo fuerte como el acero, al influjo de su verbo fundador.
Por eso mismo quizá el bien intencionado pero algo torpe Alfonso Reyes estuvo interesado para recuperar en 1955 (dos años después de las grandes celebraciones cubanas y continentales al Centenario del héroe) un pretendido “gabán de Martí”, cuando recibió la amistosa y sabia advertencia de su amigo dominicano (y casi cubano) Max Enríquez Ureña, quien le recomendó no se metiera en semejante embrollo pues “los cubanos son sumamente susceptibles con cualquier cosa que tenga que ver con su Martí”, en especial cuando “estimen poco discreto mezclar reiteradamente el nombre y el recuerdo de Martí con ardentías callejeras de perros en celo”.[1]



[1] Véase nuestro libro: Alfonso Reyes: Cartas a La Habana. Correspondencia de Alfonso Reyes con Max Henríquez Ureña, José Antonio Ramos y Jorge Mañach. México, UNAM-Coordinación de Humanidades, 1989. Colección Nueva Biblioteca Mexicana Nº 102. Edición Especial Conmemorativa por el Centenario del Nacimiento de Alfonso Reyes. En especial: páginas 77 a 86. También nuestro artículo: “El armario de Zenea y el gabán de Martí” en Diario de Cuba: www.diariodecuba.com

Monday, January 22, 2018

ELECTO NUEVO MIEMBRO DE LA AHCE

La Junta Directiva de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio Corp. ha elegido al Lic. Manuel Gayol Mecías (Las Tunas, Cuba, 1945) como miembro de la institución. De acuerdo a lo establecido en los Estatutos, el Lic. Gayol permanecerá como Académico Electo hasta tanto se efectúe su Acto de Investidura, momento en que pasará a ser miembro pleno de la corporación. El nuevo Académico Electo es Director y Editor de la revista digital Palabra Abierta y de su casa editora Palabra Abierta Ediciones. Graduado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad de La Habana, en 1992 obtuvo en Cuba el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), por su libro La noche del Gran Godo; libro que posteriormente fue censurado por el Gobierno cubano, hasta que fue publicado en la ciudad de Miami, por Neo Club Ediciones, en 2011. Una vez en el exilio, recibió el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz (2004) del Círculo de Cultura Panamericano, de Nueva York, por “El otro sueño de Sísifo”. Por más de 17 años, el Lic. Gayol fue editor de estilo y editor de contenido en el diario La Opinión, de Los Ángeles. En 2012 fue jurado del Concurso Internacional de Narrativa Los Cuerpos del Deseo, y prologó y editó, junto a Armando Añel, la antología de ese certamen. Algunos de sus textos han aparecido en importantes publicaciones nacionales e internacionales y han sido traducidos a otros idiomas. Cultiva diversos géneros literarios, entre ellos el ensayo, donde el componente histórico aparece más destacado, como se aprecia en su recurrente colección Intuiciones, que ya va por su tercera entrega. La fecha de su Acto de Investidura será dada a conocer oportunamente. ¡Bienvenido a la AHCE! 

Saturday, January 20, 2018

GALARDONADA LA DRA. ONEIDA SÁNCHEZ POR LA AATSP

NOTA DE PRENSA

El señor Bernard A. López, Presidente del Capítulo Metropolitano de Nueva York de la Asociación Americana de Profesores de Español y Portugués (AATSP, según sus siglas en inglés), ha anunciado que dicho capítulo ha decidido otorgar el Premio Ruth Bennett, por extraordinaria contribución a los estudios del español, a la Dra. Oneida Sánchez, quien es miembro de la Junta Directiva de nuestra institución al frente de la Secretaría de Relaciones Públicas. Vaya hasta nuestra querida colega las más sinceras felicitaciones de parte de todos los miembros de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp. Tan pronto como se tenga la información relacionada con la fecha y el lugar de la entrega del premio, se dará a conocer en nuestro Blog. ¡Muy bien merecido dicho galardón!

Friday, January 19, 2018

Acuse de recibo: Cristóbal Díaz Ayala sobre Iván Acosta


A continuación transcribimos la nota que el gran investigador de la música cubana Cristóbal Díaz de Ayala le dirigió al miembro de la AHCE Iván Acosta sobre su reciente libro "With a Cuban Song in the Heart":

Querido Iván: Cuando en diciembre del año pasado, recibí el monumental regalo de tu libro, como las Pascuas me deprimen mucho, y después de leer la generosa dedicatoria que me escribiste,  me dije. mejor guardo esto, para disfrutarlo después de las Pascuas.... Y tan bien lo guardé, que me olvidé del libro....y es en septiembre,  cuando reviso mis libros para protegerlos contra María, el ciclón que nos visitó el 20 de ese mes, y así lo hice. Bueno, como sabes María acabó con Puerto Rico, me fui a Miami donde pasé casi un mes, horrible, regresé a Borinquen,  sin electricidad y otras necesidades, y al fin! pude saborear tu libro...Mejor dicho, tus dos libros, porque hay en realidad dos libros: Uno, dedicado a un tema que todo el mundo disfruta, pero poquísimos se dignan a escribir sobre el: las portadas de los discos; Hay muy poco escrito sobre el tema, y tú, muy inteligentemente, haz dejado que las portadas hablen por sí mismas. Ese tema me persigue desde que ví, állá por los 40's, las primeras portadas en colores, inventadas por Steinweiss, a quien tuve el gusto de conocer, y tratar un poco, muchos años después.. Las portadas hablan por sí mismas, y son las llaves para abrir el cofre de los recuerdos en nuestras mentes; ni mas, ni menos, hablan por sí solas!
Pero vamos con el otro libro: el de tu vida, contada desde tu corazón, "a calzón quitao" como dicen nuestros hermanos boricuas...
Coincidimos tanto en gusto musicales, en apreciaciones, que es increible. Claro, me llevas una ventaja, eres cubano por partida doble, porque naciste en Cuba y específicamente, en Santiago de Cuba... Tocas temas, que muy poca gente conoce, como por ejemplo, que Oriente es la cuna del espiritismo en Cuba... Como hombre del cine, tienes memoria cinematográfica, y tus recuerdos de la nochebuena santiaguera, son fascinantes, e igualmente todos tus relatos, son estampas vivas, que te parece estar viéndolas, cuando las lees...
Se aprende mucho de Cuba y los cubanos con tu libro; tus anécdotas están pletóricas  de momentos alegres y tristes, bien contadas y comentadas...se recuerda y aprende mucho de tus múltiples aventuras y situaciones, sobre todo durante el proceso revolucionario contra el gobierno batistianos, y más aún, las ilusiones y desengaños con el fidelismo.
Y viene el exilio, con tus viñetas formidables sobre el ambiente newyorquino. Igualmente es certera tu apreciación de los cambios  en la música cubana. Pero sobre todo, es la manera, siempre amena, fresca y directa que tienes de narrar: escribes desde el corazón, no del cerebro...
Me escribes en la hermosa dedicatoria que acompaña a tu libro, "Este libro que he venido cultivando por unos cuantos años. Es un trabajo humilde, pero creado con mucho amor a nuestra música, nuestra historia, nuestra cultura  y nuestras raíces". Yo diría que más que humilde, es humano, cualidad que estamos perdiendo, pero tu, sabiamente, nos hace recordarla.
Cristóbal Díaz Ayala

Fulgores de Fulgencio IV: El “malo de la película” (Final)

Por Alejandro González Acosta, Ciudad de México.

Eduardo Lolo ha sintetizado admirablemente el balance de aquella República “de Generales y Doctores”:
… Y aunque todo lo anterior no implica que la Cuba republicana fuera el Paraíso Terrenal, no es menos cierto que resulta difícil de entender y doloroso de reconocer que prácticamente todo lo anterior se haya revertido dramáticamente, en extraña degeneración del mármol en barro. Ello se debió al hecho de que las deficiencias en el orden político arrastradas desde la Colonia, y de alguna forma mantenidas por la Intervención Norteamericana, siguieron en la república un desarrollo semejante a los aspectos positivos señalados. Por un lado, de lo bueno se pasó a lo mejor; por el otro, de lo malo a lo peor. La interrupción periódica del orden constitucional en forma de cuartelazos, asonadas palaciegas, revueltas caudillistas, intentos de perpetuidad en el poder, corrupción administrativa a todos los niveles y otros males resultantes destruyeron la República no obstante todos sus logros. Junto al sueño sublime hecho realidad, se fue agigantando una pesadilla no menos real. Al final vencieron las sombras, que devoraron hambrientas casi todas las luces cultivadas desde la Colonia. (“Mayo es el mes más cruel”).
A través de la Historia, la arquitectura es el testimonio sólido y palpable de la cultura en cualquier país. Ella es el arte que nos permite habitarlo: vivir dentro de él es una forma de utilizarlo y que al mismo tiempo nos utilice. Residir en una casa nos transforma, nos condición y nos hace diferentes. Si Dios hizo al Hombre “a su imagen y semejanza”, los hombres han hecho sus casas a la medida de sus sueños. Y cuando la casa se convierte en país, la transformación es más profunda y perdurable. Podrán borrarse y olvidarse las palabras, pero las obras quedan ahí como testimonios de sus afectos y temores, de quienes las construyeron y las habitaron. Las grandes civilizaciones dejaron su huella histórica en sus monumentos: Egipto se recuerda por sus pirámides, Grecia por sus templos, Roma por sus edificios y caminos… ¿Y la Cuba que tiene un presente continuo desde hace 57 años, por cuáles monumentos se recordará? ¿Qué quedará, tangiblemente, después del “experimento” que inició en enero de 1959? ¿En qué monumentos y restos se aplicarán los arqueólogos del futuro?
En la América Latina generalmente los períodos de prosperidad económica y bienestar material se han acoplado con regímenes autoritarios. Así fue en el México de Porfirio Díaz y la Venezuela de Marcos Pérez Jiménez. Y Cuba no es la excepción: los gobiernos de “orden y progreso” en la isla, como los de Mario García Menocal, Gerardo Machado y Fulgencio Batista, significaron un importante avance material cuyo testimonio palpable aún puede comprobarse en los restos arquitectónicos que se dispersan por toda la isla.

Sin embargo, en Cuba, como en otros países latinoamericanos, ha prevalecido una curiosa pulsión autodestructiva: precisamente cuando han transcurrido estas etapas de prosperidad, se han fermentado y levantado oscuras fuerzas disolutivas que han operado en sentido contrario: los momentos de bienestar fueron sucedidos por etapas convulsivas: la revuelta de La Chambelona para el Mayoral de Chaparra, la Revolución de 1933 para el Asno con Garras, y la Revolución de 1959 para el Hombre de la Grulla.

No le pertenece en exclusiva al pueblo cubano esa asombrosa capacidad de autodestrucción, esa invencible tendencia para perjudicarse en sus mejores intereses, como una dialéctica centrípeta-centrífuga, un movimiento de ying y yang, creador-destructor, en un permanente y extremo movimiento pendular que nos ha llevado comúnmente “del azafrán al lirio” en palabras de un certero poeta, o más popularmente, “de palo pa’rumba”. En otras palabras, lo que le confió El Viejo Gómez a su querida Manana, en términos tan confidenciales como desesperados: “Estos cubanos, o no llegan, o se pasan”. Esa ha sido nuestra maldición. Esa, nuestra sostenida condena de Sísifo.
Tal pareciera, como glosa de lo anterior, que mientras los empresarios y profesionistas cubanos y el pueblo en general hacían su tarea de hacer avanzar, impulsar y progresar al país durante los primeros cincuenta años de la vida republicana, por el otro lado abundantes políticos y militares se dedicaban egoísta y miopemente a sabotear todo lo anterior: una suerte de trayectorias contiguas, no paralelas, sino divergentes, pues mientras una procuraba el ascenso, la otra lo impedía, frenaba, sujetaba, lastraba y precipitaba inevitablemente hacia la caída. Un vuelo de Ícaro interrumpido por la soberbia, combinado por una incesante e irresponsable tarea de Penélope, destejiendo en la noche de la ambición lo que se urdía en el día laborioso. Un empeño estéril de Sísifo, siempre empujando la piedra que casi en la meta se despeñaba, y le devolvía al comienzo en una eterna condena de promesa incumplida y propósito siempre fallido.
Podría decirse que esas contradicciones impulsaron al país hacia su ruina y su crisis actual sostenida y crónica, pero eso no reflejaría la triste realidad de la tragedia: nadie lo empujó, fue el propio país quien no dudó en dar los pasos necesarios para despeñarse, mientras aplaudía irresponsablemente. Pocas veces se ha visto un espectáculo de suicidio colectivo semejante y a esa escala: toda una muchedumbre vociferando “paredón, paredón”, “armas para qué”, “elecciones para qué”, “para lo que sea”, “ordene, comandante”, “esta es tu casa” … ajustándose milimétrica y festivamente el dogal al cuello. Nadie nos lo hizo: fuimos nosotros mismos, los ya nacidos y los aún por nacer. Convencidos de que era “nuestro momento estelar”, en realidad fue el auto-holocausto de un país, amenizado con tambores y maracas de aquel grotesco “socialismo con pachanga”, en una conga interminable y autodestructiva: “La ORI, la ORI, la ORI es la candela; no le digan ORI, díganle candela ...”
Y en esa hoguera, gloriosa, gozosa e irresponsablemente nos metimos de cabeza. Y por eso hoy somos polvo, pero nada enamorado, sino lleno de temores y dolores. Lo que construíamos con las manos, ajena del empeño la cabeza reflexiva, lo destruíamos con los pies. Por eso el personaje emblemático de Cuba debe ser no un prócer epónimo ni un conspicuo benefactor, sino un irresponsable y autodestructivo Chacumbele. Él nos define y nos retrata en su espejo: somos sus reflejos de Narciso. Como el pobre trapecista celoso José Ramón chacón Vélez, también resultamos víctimas del equilibrio. Y esos polvos trajeron estos lodos. Es algo muy triste y cierto: sus hijos ganaron a Cuba… y luego la perdieron. Y así vamos: “lo que trajo el barco”, dice una clásica de hoy, con certera y sincera amargura, Zoé Valdés.

Pero mucho antes, el fundador de los exilios y los dolores cubanos, José María Heredia, lo había esculpido en versos imborrables y premonitorios: “Dulce Cuba, en tu seno se miran / en el grado más alto y profundo / las bellezas del físico mundo / los horrores del mundo moral…” Es un sino terrible. Un destino inevitable quizá. Un pathos sin areté, una catarsis sin ananké. Una terrible parábola. Justicia poética. Inapelable. De ahí que, desesperados los cubanos en su hybris, se entregaran al deux ex machine: la hecatombe como su estado natural. Y por eso, contradictoriamente gozosos, en el fondo nos complace torturarnos, pues hacemos del dolor y la añoranza, de la frustración y la melancolía, una profesión: Heautontimorúmenos, Terencio entre nosotros. Y todavía dicen que los griegos son viejos… Son nuestros contemporáneos más que nosotros mismos. Porque ellos también, frente a los enemigos persas y los envidiosos espartanos, crearon, forjaron y perdieron su democracia: el Areópago eligió mal, como suele suceder. Y al final, Esparta triunfó sobre Atenas. Y hablando de Atenas y los griegos, es inevitable regresar al comentario sobre arquitectura.
La silueta arquitectónica de la Cuba actual -tan cautivante para algunos- sigue siendo, en lo esencial, la expresión palpable de las obras de tres presidentes republicanos: Mario García Menocal, Gerardo Machado Morales y Fulgencio Batista Zaldívar. Y los tres padecieron la tentación de prolongar su mandato, como si además de la ambición personal tuvieran el propósito arquitectónico de fabricar e inaugurar el país. No sólo quisieron construir las instituciones sino edificar sus recintos. Pretendían hacer la historia y cambiar el paisaje. Quisieron diseñar la patria.
Tenían muy cerca el modelo egregio tanto de sus logros como de sus excesos: el mexicano Porfirio Díaz Mori, quien también construyó su patria, pero se excedió en el mando y tuvo el grave problema de envejecer. Y hasta contrataron al mismo paisajista, el célebre Forrestier. El gran error de Díaz, además de envejecer, fue abrigar la entendible vanidad de inaugurar las obras que había construido: salvador de un país deshecho por cuarenta años de anarquía y guerras civiles, quiso coronar su obra con el botellazo consagratorio que diera curso a la nave procelosa de la República de Paz, Orden y Progreso. Por eso, después de haber anunciado su retiro, se decidió por competir una vez más: tres meses después que inaugura el Monumento a la Independencia, estalla la “revolución” liderada por el hijo y nieto de dos de sus más favorecidos devotos, los patriarcas de la familia Madero. Al embarcar en el Ipiranga apenas en mayo de 1911, Díaz envió por un amigo en común un terrible y auspicioso mensaje para Madero: “Dile a Panchito que ahí le encargo el tigre. A ver cómo le va…” “El Tigre” revolucionario devoró a Madero y su vicepresidente Pino Suárez, en menos de dos años. A mí me recuerda la despedida de Batista en el Campamento de Columbia, antes de tomar el avión para República Dominicana… Nos dejó con El Tigre. Pero, antes, todos los cubanos (algunos más, otros menos), le abrieron la puerta de la jaula a la fiera.

Thursday, January 18, 2018

Contactos nazis de Fidel Castro

Cuando viejos rumores encuentran su confirmación en el fondo de un archivo. La noticia la da el The Telegraph inglés:
"Fidel Castro 'recruited Nazi SS members to train troops during Cuban missile crisis'

Fidel Castro recruited former members of the Nazi Waffen-SS to train his troops at the height of the Cuban missile crisis, declassified German intelligence files show.The Communist leader also sought to buy weapons from arms dealers connected with Germany's extreme Right, showing the extent to which he was prepared to collaborate with his ideological enemies to prevent a US invasion on the Caribbean isle.
Papers released this week by the Bundesnachrichtendienst (BND) – the German foreign intelligence agency – show information gathered by German operatives 50 years ago during the tense days of the Cuban missile crisis.They reveal that Castro personally approved a plan to hire former Nazi officers to instruct the Cuban revolutionary army, offering them wages that were four times the average salary in Germany at the time and the chance to start a new life in Havana.
They papers, dating from October 1962, show that four former officers from the elite Nazi death squads had been invited to the Cuban capital, although subsequent reports could only confirm that two had arrived.It also showed how the Castro regime negotiated with two traffickers linked with Germany's far Right to purchase Belgian made pistols to arm the Cuban forces.
The conclusion drawn by German secret service officials was that the Cuban regime wanted to free itself from total dependence on Soviet backed training and supplies.
"Evidently, the Cuban revolutionary army did not fear contagion from personal links to Nazism, so long as it served its their own objectives," said Bodo Hechelhammer, historical investigations director at the BND, in an interview with German newspaper Die Welt.The papers provide insight into Cuban actions during a Cold War period that brought the US and Soviet Union to the brink of war.The 13-day missile crisis began on Oct 16, 1962, when then-President John F. Kennedy first learned the Soviet Union was installing missiles in Cuba, barely 90 miles off the Florida coast.After secret negotiations between Kennedy and Soviet Premier Nikita Khrushchev, the United States agreed not to invade Cuba if the Soviet Union withdrew its missiles from the island.



Fulgores de Fulgencio III: El gran desconocido.

Por Alejandro González Acosta, Ciudad de México.
 Mea culpa. Mea maxima culpa

En un rincón tenebroso de mis recuerdos infantiles están incrustadas algunas imágenes terribles de Fulgencio Batista Zaldívar.
En la mente impresionable de un niño de cinco años, quedaron grabadas las visiones horripilantes de otro niño un poco mayor que yo, quien posaba sonriente junto a unos cráneos humanos.
En la ya amarillenta revista -aunque entonces recién publicada- el pie de la foto aseguraba que el vástago del dictador fugado, tan cruel y sádico como su padre, se entretenía en jugar con los huesos de sus víctimas: era El Hijo de la Bestia, tan monstruoso como su progenitor. Mucho tiempo después supe que ese atroz recuerdo tenía un origen falso: aquel niño, tan inocente como yo, ni siquiera fue el perversamente fotografiado junto a unos restos arqueológicos de unos indígenas taínos que habían muerto 500 años antes. Ni los cráneos eran de víctimas, ni el niño era el niño que decía. Todo era una burda mentira. “Nos casaron con la mentira…” pero esas terribles bodas ocurrieron desde mucho antes y hasta mucho después, hasta hoy, por así decirlo.
En aquellas primeras revistas Bohemia de 1959 recuerdo otras imágenes, cada una más espantosa que la otra: instrumentos de tortura para sacar uñas y ojos, cortar manos y piernas, lastimar, herir, matar… Luego supe que todo era un montaje hábil e inescrupulosamente armado, un Gabinete del doctor Galigari, pero de attrezzo. Como suele ocurrir en los martirologios cristianos de ojos extirpados y testículos cercenados, eran mentiras malvada y fríamente concebidas. Todo este teatro del grotesco se resume en una cifra espeluznante: 20 mil muertos. Cifra terrible… y falsa también, como reconoció antes de suicidarse el autor tácito, y por tanto también cómplice (sonora justicia de las esdrújulas), Miguel Ángel Quevedo, luego expropiado y expulsado director-propietario de Bohemia, manipulado por su hábil acólito Enrique de la Osa: bíblicamente, en su pecado recibió la penitencia. Quizá su mea culpa final le haya ganado el perdón de su crimen contra todos los cubanos. Amén.
Aquel hombre horrible que había huido en la madrugada, siempre era mostrado en su ángulo más canallesco y bestial. Recuerdo en especial una foto tomada en una perspectiva de abajo hacia arriba, donde las ventanas de su nariz aparecían hiperdilatadas, anchas, brutalmente negroides, como un enorme tiburón dispuesto a devorarnos desde la página, o el hocico de un monstruoso lobo que iba a tragarnos a todos. La malignidad de la foto ampliada, reproducía en implacable detalle hasta los vellos nasales del personaje, deformado hasta una amenazadora caricatura de sí mismo. Era demasiado perfecta la sevicia y crueldad del personaje para ser real: ni aún un sangriento Macbeth resultó tan físicamente acorde con su papel.
Fue luego, mucho más tarde, cuando que quien había armado (o consentido) todo ese teatro, se había suicidado, asqueado por lo que hizo y cansado de tanta mentira, la cual al final se volvió contra él, según suele suceder. Fue el aprendiz de mago atrapado en su mismo error: invocó fuerzas que lo superaron y terminaron aplastándolo. Pero no era el único: fueron muchos los cómplices.
Con cruel perseverancia y absoluta falta de escrúpulos, implacablemente nos enseñaron a odiar aquel hombre y a todos sus seguidores y colaboradores, como lo peor del universo, cual un monstruo horrendo, un aborto terrible de la naturaleza, y grabaron en nuestras mentes el epíteto implacable e inapelable: La Bestia.

Como ha dicho certeramente Néstor Díaz de Villegas, la llamada Revolución Cubana ha sido y sigue siendo, ante todo, un exitoso espectáculo muy bien montado, una performance de la crueldad más refinada y efectiva. Constituye un enorme teatro del mundo donde todos, aún a nuestro pesar, hemos sido actores o comparsas, pero el guion y la dirección han venido de otros, un grupito muy eficaz y hábil, donde lo mismo se encuentran editorialistas del New York Times que antiguos espías del KGB soviético, y otros miles que han colaborado entusiasta e irresponsablemente en esta gigantesca representación. Muchos de estos artífices han sucumbido a su misma obra, como Pigmalión o Dr. Frankenstein; por cierto: justicia poética. La “revolución cubana” ha sido un asombroso producto de la mercadotecnia política, elaborada con un dominio ejemplar de la manipulación de multitudes y la manipulación individual, difícilmente repetible. Aunque los artífices y orfebres del engendro han negado insistente y convenencieramente su “excepcionalidad”, y promueven la ilusión de su reproducción (“crear dos, tres, muchos Viet Nams” dijo Ernesto Guevara en la Conferencia Tricontinental), lo cierto es que ninguna de las réplicas ha tenido el éxito de público logrado por la performance cubana hasta hoy.
Esta evocación es mucho más que el recuerdo aislado de un niño cubano: es la memoria compartida de toda una generación y de varias que la siguieron. “Nos casaron con la mentira”, dijo alguien que después resultó el mentiroso mayor y se nombró Amo de la Verdad; claro, su verdad … Y el profeta iluminado agregaba, sin saber -o sabiendo quizá que algún día esa profecía se volvería acusadora contra él- “por eso parece que la tierra se abre cuando conocemos la verdad”. Lo confieso, desde hace mucho, a mí la tierra me tragó. Y no sólo a mí, sino a muchos más. Y continúa con ese insaciable apetito, “esa hambre, mi amor, hereditaria”. Los cubanos padecemos de muchas hambres, pero, sobre todo, del hambre de la verdad.
La Historia en su devenir resulta una concatenación de acontecimientos, donde los personajes van actuando en una compleja y contradictoria coreografía, que muchas veces ni ellos mismos suponen, organizan ni visualizan: los hechos anteriores nos conducen imperceptiblemente a los siguientes, y esto se produce no en una nítida línea recta, sino sinuosa, con saltos y regresiones, tomando a veces rumbos insospechados y atentando contra toda lógica, atravesando contextos complejos y diversos dentro de una compartida universalidad. Es una contradanza diabólica y de círculos perfectos e implacables.

En la medida que con los años me sumerjo por mí mismo, sin anteojeras ni mediadores, en el estudio del pasado, mirando con saludable escepticismo la historia del relato que ya me fue dado, se diluyen mis certidumbres y debo replantear todo lo que aceptaba como cierto, definitivo y claramente establecido. Creo que esto es un síntoma común a muchos de mi generación y las posteriores, y sabemos bien que no es una empresa fácil sino muy dolorosa. Los historiadores complacientes y acomodados (y cómplices), llamarán a esto “revisionismo histórico” y lo condenarán inapelablemente: es ya una antigua costumbre nacional que descalificar sin ponderar ni debatir sea la mejor forma de eludir el diálogo argumentado, documentado y razonado. Colgar una cómoda -e injusta- etiqueta denigrante y descalificatoria siempre es más fácil -y menos comprometedor- que enfrentar una opinión o una reflexión con verdades. Pero sucede que precisamente en este preciso momento, por nuestros formidables bandazos históricos como país, los cubanos necesitamos ahora más que nunca antes, revisitar nuestra historia, y revisar con honestidad y perseverancia todo lo que nos enseñaron como verdadero y establecido.
Todavía mucha de la historiografía cubana de todas las orillas y horizontes acepta que la situación actual de la isla comienza a partir del fatídico 10 de Marzo de 1952. Esta atribuye exclusivamente a Fulgencio Batista, a su egoísmo ambicioso y una ceguera política, la responsabilidad de todo el drama que aún padecemos. Se olvida intencionalmente, de paso, el clamor popular que celebró el incruento “Golpe de Estado” como algo no sólo tolerado y aceptado, sino esperado y también ansiado. No hay duda que la memoria y su contrapartida, el olvido, son selectivos.
Cuando quienes lo descalifican a priori, acríticamente, hayan leído toda la obra de Batista, quizá podrán tener argumentos provocadores que les permitan (si realmente son honestos en su pensamiento) replantearse su visión. Yo ya lo he hecho (en su mayor parte), y he quedado no sólo sorprendido sino también emergido del otro lado de la corriente con un sentimiento de íntima culpabilidad.
Pero es un hecho incontrovertible que Batista, antes de 1952, fue uno de los “hombres de 1933”, los cuales derrocaron a otro “dictador”, Gerardo Machado Morales, quien también reclama una nueva visión y un juicio más equilibrado, si no justo, ante la Historia.