Thursday, December 28, 2017

La descendencia de Moctezuma

González Acosta, con la credencial de uno de los descendientes de Moctezuma. Con ella cobraban la pensión.
El periódico español El País consulta al miembro de la AHCE Alejandro González Acosta sobre la descendencia del último emperador azteca:
Mucha gente en México sabe que Moctezuma Xocoyotzin procreó intensamente. La mayoría de los cálculos le adjudican 19 vástagos, lo cual, entonces y ahora, resulta extraordinario. Los aztecas pensaban que la línea sucesoria era cosa de las mujeres, una especie de seguro sanguíneo. El historiador cubano Alejandro González Acosta, experto en parte de la heráldica de la realeza azteca lo resume de esta manera: "hijo de hija mi nieto es, hijo de mi hijo quién sabe. Los judios también lo hacían así". González Acosta, investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, ha estudiado al detalle el árbol genealógico de la hija mayor de Moctezuma, bautizada Isabel tras la conquista. Es un erudito de las ramas reales, la línea sucesoria. Si hoy, a 500 años de la caída de Moctezuma y sus breves sucesores, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, si hoy, vaya, alguien reclamara el trono de la gran Tenochtitlan, debería ser algún primo de Federico Acosta. Quizá era alguno de los que fueron a aquella reunión en el Ajusco.

Friday, December 22, 2017

ACTO DE INVESTIDURA


ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CUBA EN EL EXILIO, CORP.
P.O. BOX 521364 / Flushing, NY 11352

INVITA

AL ACTO DE INVESTIDURA DE DOS NUEVAS ACADÉMICAS:
Dra. Ellen L. Leeder y Dra. Mariela A. Gutiérrez

A efectuarse el martes 9 de enero de 2018 a las 7:00 PM en la Sala de Conferencias de la
2550 NW 100th Ave.
Doral, FL 33172
(Entrando por la 102 Ave.)


PROGRAMA

Discurso de Investidura de la Dra. Ellen L. Leeder, con el título de Breve acercamiento a un suceso histórico cubano: “La Toma de La Habana por los Ingleses”

Discurso de Investidura de la Dra. Mariela A. Gutiérrez, con el título de José Martí: Amor Devoto a la Patria y a su América.

Discurso de Respuesta a las investidas por el Dr. Octavio de la Suarée, Secretario de la AHCE.

Entrega de los diplomas a las investidas y breves palabras de conclusión del acto por el Dr. Eduardo Lolo, Presidente de la AHCE.


QUEDAN TODOS INVITADOS

Presidio*

"La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio"
José Martí

Por Pedro Corzo

Aunque algunos piensen lo contrario, no se han denunciado suficientemente los horrores del castrismo, en particular,  los despiadados fusilamientos y la crueldad de la prisión política.

En Cuba antes del establecimiento del totalitarismo no llegaban a una docena las prisiones. 30 años después eran más de 300 las cárceles y campos de trabajo forzado que podían rivalizar por la crueldad de los esbirros que allí vigilaban, con sus iguales de la Alemania nazi, de la Unión Soviética, China o Corea comunista.

Por las cárceles castristas en estos 58 años ha pasado más de medio millón de hombres y mujeres porque les sobró voluntad para pagar el alto precio para ser libres  y  ciudadanos de pleno derecho.

El presidio político cubano es el más longevo y diverso de América, además el más numeroso, en particular el de las mujeres, las féminas cubanas sumas miles de años tras las rejas, algunas cumplieron más de 18 años de cárcel y más de un centenar de hombres superaron las 25 navidades encarcelados con al menos dos que superaron todas las marcas Ignacio Cuesta Valle, 29 años y Mario Chanes de Armas 30.

Lo más doloroso es que la prisión política no ha terminado. Junto a decenas de prisioneros está Janet Pérez Quevedo,  recientemente galardonada con el Premio Libertad Pedro Luis Boitel y Armando Sosa Fortuny, más de 40 años preso en dos etapas, reconocido con la orden Lázaro Machado, ambos cuentan con el apoyo de organizaciones de exiliados como el Directorio Democrático, Plantados hasta la Libertad de  Cuba, la Casa del Preso y el Presidio Político Histórico por solo mencionar unas pocas entidades.

No obstante, a pesar de los padecimientos personales y familiares que genera la prisión, hay que destacar que la mayoría de los expresos  tienen la convicción de que la cárcel les hizo mejores ciudadanos y estimuló su amor a la libertad y la defensa de sus derechos, lo que demuestran cuando comentan con sumo orgullo que fueron presos del castrismo y con la constitución de organizaciones que se identifican exclusivamente por que sus miembros fueron prisioneros políticos.

Hay varias organizaciones, todas de gran prestigio y con activistas que honran la cubanía,  pero hay una en particular que por sus prácticas de solidaridad y condición de santuario  demanda una mención especial y es la Casa del Preso que dirige Enrique Ruano, que es también la sede  del Presidio Político Histórico Cubano que preside José Luis Fernández por un segundo periodo.

Hace varios años el ex prisionero político y notable activista a favor de la democracia en Cuba, Luis Gonzalez Infante, publicó un trabajo en el que reseñaba varias organizaciones de ex presos políticos, entre ellas, el Ex-Club, que preside Ángel Cuadra, la Federación Mundial de Expresos Políticos, que dirige Eugenio Llamera; el Consejo Nacional del Presidio Político, cuyos  voceros son dos referentes de la lucha contra la dictadura,  Roberto Martín Pérez y Pedro Fuentes Cid; la Coordinadora Internacional de Ex presos y Ex presas Políticos, dirigida por una mujer que se distingue por su constancia y dedicación,  Neli Rojas, y el Comité Internacional de Ex Presos Políticos, que cuenta con una dirección colegiada.

Más allá del sur de la Florida los ex prisioneros políticos cubanos también demuestran su orgullo de haber combatido la dictadura dinástica. La Asociación de Ex Presos Políticos Cubanos en Venezuela que dirige Pedro Pérez Castro, la Unión de Ex Presos Políticos Cubanos de Puerto Rico que dirigen Kemel Jamiz y Gerardo Morera, en California opera la Asociación Libertad Presos Políticos Cubanos, que preside René Cruz otro ejemplo de compromiso con la Patria, y  la Unión de Ex presos de la Zona Norte, integrada por ex prisioneros de New York, New Jersey, Connecticut y zonas aledañas, dirigida en el presente por  Aurelio Candelaria.

Todas reflejan el compromiso de sus miembros con la libertad y los derechos humanos. La cárcel les preparó para ser mejores ciudadanos, para sentir y mostrar con orgullo su condición de ex presos políticos.


*Artículo escrito por Pedro Corzo y publicado en el Nuevo Herald. Para ver más “Jirones de Nuestra Historia” ir al blog Jirones de nuestra Historia.

Wednesday, December 20, 2017

La porcelana en el escaparate


Por Octavio de la Suarée                                             

     La porcelana en el escaparate, novela sin amor al amor (La Habana: El Dante, 1927), fue la primera novela de su autor –Octavio M. Suárez y Tirapo, mejor conocido como Octavio de la Suarée.
    La novela trata de las vicisitudes de un joven habanero, Oscar Sánchez, que un buen día capta la mirada de una bella joven que viaje en el tranvía del Cerro - Parque Central en La  Habana, y se enamora perdidamente de ella. Siguen entonces sus peripecias para acercarse a la muchacha y llegar a conocerla, teniendo en cuenta de que solo la veía cuando pasaba en el tranvía camino a la escuela y cuando regresaba de allá para su casa.  La belleza, elegancia y fragilidad de Eulalia Rossi –pues así se llamaba-- hace que la bautice con el sobrenombre de “la porcelana”. Con muchos esfuerzos, Oscar se entera de que la joven cursaba sus estudios en la Escuela Normal para Maestras de la Habana y hacia allí se dirige por las tardes para observarla al salir del recinto. Entablan amistad y desde ese momento Oscar ya no puede ni quitársela de la cabeza ni dormir de noche. Las relaciones entre los jóvenes tienen sus altos y bajos y en uno de ellos, el protagonista publica en un periódico local una “Carta a Eulalia” –sin apellido, por supuesto, que termina en un malentendido complicando el estado de sus relaciones entre ambos. El joven se decide ir a conocer a la familia de la joven en su propia casa para aclarar la situación y hacia allá se dirige, en compañía de un médico amigo sin invitación alguna. De contra, fingen la creación de una cuenta de muchos pesos pendiente contra la familia para justificar allí su presencia y como era de esperarse aquello complica más aún el asunto, hasta el punto que Eulalia termina en el hospital. Y aquí se complica aún más la trama.
     La novela está dividida en dos partes; la primera trata de “el hombre, el destino, la porcelana, el ‘níckel’ simbólico, la revancha, la intriga, la prueba, jaula de monos, cabeza abajo, el amor con muletas y triquitraques”; mientras que en la segunda se encuentran “en familia, la doctrina y alfileres de punta”.
       Cuando se publica La porcelana en el escaparate en 1927 La Habana ya venía sufriendo los desmanes del general Gerardo Machado y la obra con su provocadora portada de una coqueta colegiala de la Escuela Normal para Maestras y su singular dedicatoria no hace más que inflamar los acontecimientos. Ahí se leía: “Este libro ingenuo, que no podrá ser leído por las doncellas… porque ya no existe ninguna, se escribe: Para la mujer honrada que no ha nacido todavía. El Autor”.  Por supuesto, la inmediata denuncia del superintendente de las Escuela Públicas, el Dr. Ramiro Mañalich, no se hizo esperar y el autor fue detenido seguidamente y conducido a la cárcel de La Habana. Para colmo, en el libro se tildaba de “burros” a todos los presidentes de la república.  Después de unas explicaciones del autor,  el cargo de injurias y calumnias se cambió por el de publicación clandestina, ya que la imprenta había olvidado identificarse en la publicación.  No obstante, La Suarée fue condenado a dos meses y un día de prisión que cumplió en el castillo de El Príncipe. Con toda esa publicidad recibida, La porcelana en el escaparate empezó a venderse como pan caliente pues el público sospechaba que probablemente habría más acusaciones contra el gobierno cuando había sido necesario encarcelar al escritor y a los impresores.  La obra fue defendida, entre otros, por Ramón Vasconcelos desde el periódico El país en su artículo “Una novela, Una Normalista y un Gramo de Bromuro”.
     Octavio de la Suarée (1903-1994) nación en Cárdenas, provincia de Matanzas, y desde los dieciséis años comenzó su carrera de periodista. En 1921 se mudó a La Habana donde trabajó en los periódicos “El Día”, “Finanzas”, “El Liberal”, el radio periódico “Jamalaya”, “la Unión Nacionalista” y “La Voz”,  donde libró una campaña tan tesonera a favor de “Cuba para los cubanos” que, al interrumpir su publicación el periódico al ser promulgado por el Presidente Grau en 1933 el  Decreto-Ley del 50 por Ciento, las turbas asaltaron el edificio tratando de incendiarlo en represalia por la suspensión de aquella sección de La Suarée.  Más tarde, después de un viaje de cuatro años por Europa donde visitó Francia,Bélgica y España (1929-1933), publicó otra novela, En el país de las mujeres sin senos”, libro valiente y de vibrante estilo, al decir de otro crítico.
     Al mismo tiempo que el periodismo, Octavio de la Suarée ha cultivado las bellas artes, siendo autor de poemarios, ensayos artículos, cuentos, crítica y obras docentes, que le han valido reputación y provecho. Fue designado profesor de francés en la Escuela Profesional de Periodismo “Manuel Márquez Sterling” (1943) y se ha ocupado también de la secretaría de la institución y se encargó de dictar interinamente las Cátedras de Psicología y Moral Ética del Periodismo en las que triunfó, siendo asimismo autor del primer texto de “Psicología aplicada al periodismo (Cultural, 1944) que se haya escrito en el mundo.  Le siguió “Moralética del Periodismo”.
     Octavio de la Suarée está considerado asimismo uno de los tres precursores de la Escuela de Comunicación Moderna del Periodismo en Hispano América y varios de sus libros todavía se utilizan como libros de texto en varias universidades de Hispano América.


Octavio de la Suarée, hijo
William Paterson University

20 de diciembre de 2017.

A la muerte de José Lorenzo Fuentes

Alexandria Library Publishing publica esta nota a la muerte del escritor exiliado José Lorenzo Fuentes:
José Lorenzo Fuentes ha fallecido en esta ciudad de Miami a los 89 años, y sus restos estarán expuestos hoy miércoles 20 de diciembre, de 4:00 PM a 12 PM en la funeraria Vior, 291 NW 37 Ave, Miami FL 33125. 

A su hija Gloria, artista plástica, y demás familiares, nuestras condolencias.

Dijeron de José Lorenzo:
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Un grande escritor de nuestro tiempo. Gabriel García Márquez

José Lorenzo Fuentes es un novelista considerable… Obtuvo en Cuba un importante premio literario que yo no pude alcanzar. Guillermo Cabrera Infante

Después de la gaviota es un libro que se impone por su fantasía auténtica y manejo del lenguaje. Porque crea un mundo muy personal y variado. Jorge Edwards

José Lorenzo Fuentes es autor de una insoslayable obra narrativa, en la que destaca su colección de cuentos "Después de la gaviota", uno de los libros más célebres de la literatura cubana del siglo XX. Manuel Díaz Martínez.
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Alexandria Library publicó siete de sus libros: Cleopatra VirtualMandalaLa conexión deseo-realidadCuentos completosMeditaciónHierba nocturna y Del sexo al amor. Todos ellos se pueden adquirir en Amazon Un último libro inédito,Cuba en clave de Morse, está preparado para publicar.

A continuación copiamos la excelente reseña del periodista y escritor Luis de la Paz sobre la obra Literaria de José Lorenzo, aparecida ayer 19 de diciembre enEl Nuevo Herald:

«…es un duro golpe a la literatura cubana. Considerado uno de los grandes narradores cubanos de todos los tiempos, y uno de sus mayores cuentistas, se mantuvo activo y vital hasta el final de su vida. Este mismo año dio a conocer la sorprendente novela Cleopatra virtual, un texto moderno, atrevido y original en su concepción narrativa y maestría en el lenguaje. (…) El escritor ganó en 1952 el prestigioso Premio Hernández Catá, que le abrió las puertas en el marco literario nacional. Posteriormente, en 1968, recibe una mención en el concurso Casa de las Américas, por el libro de cuentos Después de la gaviota, cuyo relato titular marcó un giro en la narrativa de la época. En México se alzó con el Premio Literario Plural en el género de cuento.

«El escritor Félix Luis Viera, amigo y coterráneo de Lorenzo, expresa: “Murió uno de los grandes de la literatura cubana de todos los tiempos, uno de los principales «dueños» del cuento cubano. Murió un raro ejemplo de talento en grande mezclado con una humildad y una modestia aún mayores”.

«José Lorenzo tuvo una vida muy aventurera. Sobre los avatares de su vida, expresó en el 2008: “Mi vida ha estado sembrada de acontecimientos complejos y a veces contradictorios, propios de una persona de índole aventurera. Como la gran mayoría de los jóvenes de mi generación, aunque sin militar en ningún partido político, estuve guiado por las ideas revolucionarias, participé en la batalla de Santa Clara y durante casi dos años me desempeñé como periodista personal de Fidel Castro, pero también sufrí el presidio político y finalmente tuve que salir al exilio. Todo ese proceso lo he asumido como una experiencia literaria, como un abundante proveedor de temas y personajes”.

«La extensa obra de José Lorenzo incluye narrativa y libros de meditación. En una entrevista en el ciclo Viernes de Tertulia, destacó que su vitalidad creativa y la mente clara, se lo debía únicamente al yoga y la meditación. Alcanzó una Maestría en Hipnología Multidimensional y Biolística Curativa y tomó cursos avanzados sobre Medicina Tibetana y Autocuración Tántrica. Sobre estos temas publicó varios libros, como Mandala y Meditación, entre otros. También dedicó una gran parte de su vida a la investigación y al estudio de temas metafísicos como la magia, la medicina alternativa y la parapsicología, temas que se reflejan en su obra literaria. En su último libro publicado en vida,Cleopatra virtual, la magia y la parasicología tienen un gran peso en el texto.

«El escritor José Abreu Felippe destaca: “La muerte de José Lorenzo Fuentes deja un vacío en la cultura cubana que no se puede llenar. Hombre enciclopédico, no sólo fue el autor de cuentos como Después de la gaviota, sino también un estudioso y gran conocedor del yoga, la alquimia, las religiones orientales y la parasicología. Nos deja libros memorables como Mandala, con la belleza serena de lo insondable”.

«Entre los libros de cuentos de José Lorenzo destacan El lindero (1953), Maguaraya arriba (1963), El vendedor de días (1967), Después de la gaviota (1968), Mesa de tres patas (1980), Hierba nocturna (2007), El cementerio de las botellas (2012) y Mis mejores cuentos (2016). Además, las novelas El sol, ese enemigo (1963), Viento de enero (1967), La piedra de María Ramos (1986), Brígida pudo soñar (1987), Los ojos del papel (1990), Las vidas de Arelys (2011) y Cleopatra virtual (2017).

«Viera afirma que “José Lorenzo, no guardó odio para sus verdugos propietarios de la isla de Cuba.»

Dos joyas recientes de estudios sobre el Siglo XVI en América (II)

Por Alejandro González Acosta

La cosecha del pasado 2015 tiene otro fruto más, especialmente digno de celebración, que no desdice del anteriormente reseñado.
Este se lo debemos a la muy activa Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), fundada en 1973 por Don Tomás Navarro Tomás y otros prominentes hispanistas en EEUU, y hoy ágil e incansablemente dirigida por el proteico Gerardo Piña-Rosales, secundado en la actividad editorial por el eficiente y puntual Carlos E. Paldao. La política de expansión y diversificación de la ANLE con esta Directiva en ejercicio, es sin dudas un ejemplo y una invitación para las corporaciones hermanas en el ámbito hispánico.
Felizmente, los hispanistas podemos celebrar con justa alegría que al cabo de tantos años de espera haya aparecido -¡por fin!- la edición que en 1993 presentó como su tesis doctoral la profesora Alexandra Elisabeth Sununu, sobre el poema La Florida*, de fray Alonso Gregorio de Escobedo.
No albergo la menor duda cuando afirmo que con esta obra, Sununu cubre amplia y suficientemente la deuda espiritual y cultural con su primera patria y se ubica con derecho propio en el Parnaso crítico cubano. No podrá obviarse su nombre cuando se elabore un auténtico repertorio de los numerosos estudiosos cubanos que debieron asumir el exilio como única posibilidad para continuar su propia aventura de pensar, investigar, escribir y publicar en condiciones de libertad, no siempre fáciles y gratas, sino muchas veces de sordera e invisibilidad, si no de franca incomprensión y hasta oposición. Sununu forma parte de una nómina amplia y refulgente en el medio universitario estadounidense; por sólo citar algunos de los mayores: Jorge Mañach, José Manuel Carbonell, Emeterio Santovenia, Francisco Ichaso, Félix Lizaso, José Juan Arrom, Georgina Sabat de Rivers, José Amor y Vázquez, Elektra Arenal, Raquel Chang-Rodríguez, Rosa Perelmutter, Roberto González Echeverría, José Olivio Jiménez, Eugenio Florit, Armando Álvarez Bravo, Gastón Baquero, Eduardo Lolo, Emilio Bernal Labrada, Gustavo Pérez Firmat, Carmelo Mesa Lago, Raúl Marrero-Fente, Antonio Benítez Rojo, y muchos más, cuya ausencia aquí en esta breve relación no se debe a carencia de méritos, sino a flaqueza de mi memoria. Y esta brillante sucesión continúa hasta hoy, con nuevos nombres que siguen constelando la vida universitaria internacional, como una pléyade de grandes maestros. Pero no hay ningún otro país iberoamericano -ni siquiera España, creo- que pueda exhibir semejante nómina de figuras tan notables en la academia norteamericana actual.
La historia de este manuscrito es por demás azarosa: ha sido varias veces “descubierto”, y otras tantas vuelto a “olvidar”. El mérito extraordinario que tiene el regalo crítico de Sununu, es que por fin ya se podrá consultar y estudiar este monumento histórico–literario que, entre otros muchos valores, tiene el de incluir la primera alusión poética a la isla de Cuba, aún antes del llamado Espejo de Paciencia (1608) presuntamente compuesto por el canario Silvestre de Balboa y Troya de Quesada, haya sido o no escrito en el territorio insular. Se alinearon todos los planetas propicios de forma feliz, para lograr que este estudio, inicialmente dispuesto en dos gruesos volúmenes, no continuara durmiendo el injusto olvido de los inéditos sobre un oculto estante polvoso, y se pusiera finalmente en manos de todos los interesados en las expresiones literarias que ocurrieron en América entre los años finales del siglo XVI y los primeros del XVII, cuando se supone fue escrito este extenso poema con más de 22,000 versos endecasílabos en octavas reales, como era lo usual de las composiciones de aliento épico en su momento, aunque Sununu, con criterios de peso, prefiere considerarlo un “poema narrativo métrico” más que una epopeya tradicional.

“... con el cual nuestra gente castellana
entró por la ciudad jamás rendida,
cuyo famoso nombre es La Habana,
que no fue a yugo ajeno sometida,
donde el galán y dama cortesana
gozan de temporal y alegre vida,
esperando la eterna, y yo entretanto,
doy juntamente fin al libro y canto”.
 (Vol. II, Canto 23) Folio 291 (v) p. 504.

No era exagerado Escobedo con lo de “jamás conquistada”, pues a pesar de su reciente fundación, la villa ya había sido objeto de varios ataques de piratas, que no la pudieron ocupar. Y la imagen placentera de “el galán y dama cortesana”, aunque se presta a varias interpretaciones –puerto de mar, sitio de desfogues propicio para marinos abstenidos por fuerza mayor- no deja de ser simpática para los que ven desde ese principio un destino para la ciudad otrora despreocupadamente placentera.
La editora, después de considerar varias propuestas de fechado (en las páginas 36 a 38 de su extensa “Introducción”), calcula que fue escrito entre el 13 de septiembre de 1598 y 1615. El estudio sobre el poema es macizo y preciso, con un gran rigor al exponer las diversas versiones críticas y realizar la comparación entre ellas. El tema de la datación es sumamente importante en una pieza de este tipo, por la preeminencia que discute en cuanto a los textos españoles en América, y sus referencias contextuales, como el caso de la isla de Cuba. El erudito y esclarecedor “Prólogo” de Raquel Chang-Rodríguez contribuye para resaltar los brillos del trabajo realizado por Sununu, y lo inserta dentro de la tradición de las crónicas del descubrimiento, conquista y colonización, tema en el que Rodríguez la prologuista es una reconocida experta mundial.
Sin embargo, sin que ello reste ni un mínimo quilate a su espléndido trabajo, la editora incurre en una leve imprecisión, cuando señala:
“Ente otras selecciones de La Florida cabe recordar la Antología de la poesía cubana de José Lezama Lima de 1965 rescatando el fragmento dedicado a Cuba en las dos últimas estrofas del canto segundo de la segunda parte, el canto tercero y las catorce primeras del cuarto. Existe una reedición al cuidado de Álvaro Salvador y Ángel Esteban (Madrid: Verbum, 2002)” (p. 58)
En la edición aludida, de Verbum, los editores Salvador y Esteban en realidad incluyeron por primera vez los fragmentos de La Florida que nunca colocó Lezama Lima (pues muy presumiblemente este no conoció el poema, ni siquiera su existencia, pues de haber sido así, de seguro lo hubiera incorporado). Y en esa parte, los Editores (Salvador y Esteban) advierten, en el “Prefacio” de su edición:
“Se ofrece respetuosamente aquí el conjunto del proyecto de Lezama, tal como él lo concibió. Sólo una variante es preciso hacer constar, que compete al presente primer volumen de la obra: hemos incluido en un Anexo una parte de La Florida, de Fray Alonso de Escobedo (¿1598-1600?), poema extenso no tenido en cuenta hasta ahora. Si todas las historias y las antologías de la literatura cubana comienzan con el Espejo de Paciencia (1608), como hace Lezama, hemos adelantado en algo la cronología” (p. XI).
Y en el Anexo (curiosamente al principio de la edición), los Editores agregan sobre el punto de discusión, después de una breve descripción de los fragmentos señalados y una apretada sinopsis:
“Finalmente, queremos dejar explícito nuestro agradecimiento a Alejandro González Acosta, quien nos dio noticia del poema, y a Pedro Correa, que nos ha facilitado el texto y algunos datos sobre el mismo” (p. XV)
Como este punto me compete directamente, y atañe a la obra que reseño, debo informar para contribuir a la historia del texto editado por Sununu, que en 1997, encontrándome en el ejercicio de un año sabático en la Universidad de Granada, conocí por mediación del catedrático Don José Antonio Sánchez Marín a un probo y laborioso profesor de Instituto, hombre tan erudito como modesto, quien nunca buscó una cátedra universitaria, Don Pedro Correa, con quien de inmediato disfrutamos amenas y provechosas charlas, en una de las cuales salió a relucir el poema de Escobedo, que él venía consultando directamente en sus frecuentes visitas a la Biblioteca Nacional en Madrid.
Cuando Correa me comentó sobre la pieza, y compartió conmigo el texto, advertí y se lo hice notar, la importancia que tenía especialmente para la literatura de tema cubano, la cual –según Lezama y el resto de la crítica- comenzaba a partir del debatido poema Espejo de Paciencia, del cual nunca se han podido encontrar rastros de su manuscrito ni de su primera noticia impresa, la cual es tardía (hasta mediados del siglo XIX) y fragmentada, lo cual ha sustentado las sospechas de algunos estudiosos y literatos[1] de tratarse de un pastiche literario. Se han debatido intensamente, con sólidos y eruditos argumentos de ambas partes, la autenticidad o no del Espejo, pero hasta ahora, la prueba reina, el manuscrito original (s. XVII) o en su defecto el trasunto (s. XVIII), no han sido aportados.
Cuando supe después que mis amigos Ángel Esteban y Álvaro Salvador habían emprendido el reto de reeditar la antología de Lezama y pensaban añadirle un cuarto volumen, que diera cuenta del estado de la poesía cubana hasta la contemporaneidad (Lezama lo había concluido con José Martí como capítulo aislado y final), compartí con ellos la noticia del poema de Escobedo y de inmediato despertó su interés y atención crítica, con el propósito que me compartieron de incluirlo en su edición, en la cual generosamente me concedieron el crédito por mi modesta y circunstancial participación.
La noticia llegó a la isla cuando ambos profesores españoles fueron a presentar la edición allá, que facilitaron entre otros a Luis Suardíaz, quien de inmediato publicó un par de comentarios sobre la misma[2], pero obviando no sólo mi leve intervención (explicable por su visceral exclusión ideológica), sino la justa mención del ya fallecido Pedro Correa y su decisiva participación.[3] Supe mucho más tarde que otro amigo y colega cubano, el admirado profesor Raúl Marrero-Fente, también le había transmitido la noticia a Ángel Esteban de la existencia de la tesis inédita de Sununu con la edición del poema, después de publicarse la nueva edición de la Antología de Lezama.
La noticia contemporánea más antigua sobre este manuscrito todavía inédito es la de J. Riis Owre[4], de 1964, con quien Sununu declara haber tenido conocimiento del poema; sin embargo, como ella misma relaciona, se conoce desde mucho antes en este curioso y hasta cierto punto perverso proceso de apariciones y desapariciones del texto. Los primeros que guardaron la noticia de la existencia del poema fueron los historiadores franciscanos como Anastasio0 López, O.F.N.[5] Pero propiamente, la genealogía crítica de La Florida comienza desde el benemérito archivista Don Julián Paz, quien realiza la primera descripción en forma del manuscrito en 1933[6], aunque antes, de pasada, ya Marcelino Menéndez y Pelayo lo había mencionado apenas; al año siguiente de Paz, el crítico norteamericano Maynard Geyger publica su primer acercamiento a la obra[7], a la cual volverá a referirse más adelante[8]. Ecos de este interés llegarán hasta México, cuando Lino Gómez Cañedo, el devoto historiador eclesiástico, publica “Somes Franciscan Sources in the Archives and Libraries of America[9]. En los 40 hubo algunos brotes de interés sobre la obra, como los de Fidel Lejarza[10], que supongo atemorizó por su ingente volumen a los historiadores y la complejidad de su edición: si en algo concordaban todos los que la examinaron, era en la urgente necesidad de que fuera editada... por otros.
Pero no fue hasta que con el empeño de la meritoria Alexandra Elisabeth Sununu finalmente sale a la luz, de forma consultable[11] esta edición, pues aunque la tirada es suficiente (600 ejemplares, según me informa gentilmente Carlos E. Paldao, ya que no lo registra en el colofón) quizá por el interés que despertará sin duda quizá deba pensarse en una reimpresión cercana. Alexandra E. Sununu sabe muy bien de todo esto, por el esfuerzo y constancia demostrados. Y, sin embargo, dedicó gran parte de su vida a la edición de ese invaluable manuscrito que hoy por fin podemos consultar.


*Alonso Gregorio de Escobedo, La Florida. Estudio y Edición anotada: Alexandra E. Sununu. Prefacio: Raquel Chang-Rodríguez. New York, Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2015. Colección Plural Espejo, 4. 758 pp. ISBN: 978-0-9903455-8-9





[1] Entre estos, por ejemplo, Leonardo Padura, en su obra narrativa La novela de mi vida, sobre José María Heredia, donde se lo atribuye a Domingo del Monte y su tertulia de amigos conocida como “Grupo Delmontino”. Padura continúa una antigua tendencia crítica cubana que sospecha de la autenticidad de ese texto, y como aún no ha aparecido una prueba totalmente fehaciente al respecto, como podría ser el manuscrito original de Balboa, o al menos, el trasunto manuscrito del Obispo Morell de Santa Cruz en su Historia de la Isla y Catedral de Cuba, pues la interrogante subsiste. Recomiendo decididamente para el estudio de la obra y compleja personalidad del animador cultural cubano decimonónico, Domingo del Monte y su tiempo (La Habana, Ediciones UNIÓN, 1997), de Urbano Martínez Carmenate. Y para un resumen actualizado de la cuestión, véase: Ángel Esteban, “<Si no lo veo no lo creo>: en busca del manuscrito perdido (Sobre La Florida de Escobedo y el Espejo de Paciencia)”. En: La Literatura Hispanoamericana con los cinco sentidos. Editora: Eva Valcárcel. A Coruña, Universidade da Coruña-Servicio de Publicaciones, 2005. pp. 205-210.
[2] Luis Suardíaz, “Hallazgo singular. Hubo poesía en Cuba antes del Espejo de Paciencia.” Granma, Viernes, 19 de Abril de 2002. En realidad, Suardíaz estaba equivocado desde el principio, pues no debió afirmar eso de “poesía EN Cuba”, sino sobre Cuba, pues La Florida no fue escrita en la isla.
[3] Luis Suardíaz, en su artículo antes citado, sólo dice que Álvaro Salvador y Ángel Esteban lo “hallaron en la Biblioteca Nacional de España...” y tramposa y aviesamente escamotea el resto. Y esto, según los mismos Esteban y Salvador, no es cierto, pues declararon muy clara y honestamente el proceso como dispusieron de la obra. Finalmente, Pedro Correa Rodríguez publicó un interesante comentario sobre el tema: “Cuba en el poema La Florida del padre Escobedo”, Revista Portuguesa de Humanidades, Vol. 11, Nº 2, 2007, pp. 181-198. Seguramente Sununu no conoce este estudio, porque no lo incluye en su nutrida bibliografía.
[4] J. Riis Owre, “Apuntes sobre La Florida de Alonso de Escobedo”, Actas del Primer Congreso Internacional de Hispanistas. Coords. C. A. Jones y F. Pierce, Oxford, The Dolphin Books, 1964.
[5] Editor. Relación histórica de la Florida escrita en el siglo XVII. Madrid: AIA, 1931.
[6] Catálogo de manuscritos de América existentes en la Biblioteca Nacional. Madrid, Tipográficas de Archivos Olozaga, I, 1933.
[7] “An Early Poem on Florida”. The Fortnightly Review, 41 (1934) 271-71.
[8] The Early Franciscans in Florida. Washington, D.C., George Washington UP, 1936, y The Franciscan Conquest of Florida, 1537-1618. Washington, D.C. Catholic University of America, 1937.
[9] Americas, 13: 141-74 (19556).
[10] “Rasgos autobiográficos del P. Escobedo en su poema La Florida”. Revista de Indias 1-2 (1940), 35-69.
[11] Existe, y la menciona escuetamente Sununu, una edición anterior de 110 ejemplares: La Florida, Introducción y notas de Hermenegildo Zamora Jambrina, OFM. Córdoba (España), Ediciones El Almendro, 2008. 830 pp. Quizá la estudiosa había terminado ya su edición cuando conoció esta obra, muy cercana. Por sus numerosas contribuciones, el autor fue un dedicado y prolífico investigador franciscano sumamente dedicado a su callada labor, de tal modo, que no ha gozó de la notoriedad que merecería. Me atrevo a suponer que esta edición suya de La Florida ha circulado en el ámbito especial de las bibliotecas y centros franciscanos, pero no más allá. Buscando más información sobre este historiador, encuentro la triste noticia de que fray Hermenegildo falleció apenas el 9 de abril de 2014 en el Santuario de Nuestra Señora de Loreto en Espartillas, Sevilla, a la edad de 87 años, después de una fructífera vida dedicada al estudio y la investigación.

Tuesday, December 19, 2017

Dos joyas recientes de estudios sobre el Siglo XVI en América (I)

Por Alejandro González Acosta

2015 fue un año que merece destacarse en el territorio de los estudios del siglo XVI en América, pues en él aparecieron al menos dos obras notables que constituyen, cada una de ellas, sólidos aportes para el mejor conocimiento de la significación y características del primer siglo de la colonización española. Los estudiosos del tema americanista en el siglo XVI, podemos celebrar ese año como portador de una excelente cosecha de contribuciones muy sustantivas para los intereses que nos ocupan.
En realidad, fue apenas en el 2016 cuando empezaron a circular y conocerse los dos libros, que fueron impresos a finales del año anterior, pero ya constituyen, cada uno, obsequios investigativos con un sólido y perdurable valor, y sin pretender abusar del manido adjetivo, quizá resulten históricos. Sin embargo, todavía ahora, ya finalizando el 2017, apenas han recibido la justa atención de la crítica que merecen.
El primero de los libros es el sustantivo aporte que una profesora sevillana establecida en la Universidad de Zaragoza ha hecho con impecable y ejemplar dedicación, y era algo muy necesitado desde mucho tiempo atrás: la edición paleografiada y anotada del que quizá sea el más antiguo testimonio jurídico hispanoamericano conservado hasta hoy, escrito por un escribano autóctono en América: El Libro de protocolo del primer notario indígena (Cuzco, siglo XVI). Cuestiones filológicas, discursivas y de contacto de lenguas (Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2015)*, de la doctora Rosario Navarro Gala. Que yo conozca, no tiene siquiera un equivalente cercano.
La importancia de este aporte es difícil de reseñar. Se trata de una pieza que hasta por lo que ahora sabemos, no cuenta con parangón en su época: el rescate, aunque fragmentario, de lo que quedó de un testimonio escrito con alto valor documental, de un instrumento muy importante para la vida y la práctica judicial en una comunidad indígena específica, en una tan temprana fecha como las tres últimas décadas del siglo XVI, referida a una comarca periférica como Cuzco, es sin duda un hallazgo de valor incalculable. La “fortuna” de la investigadora –que no es tal, sino la pericia, la perseverancia y el dominio de los instrumentos de investigación- le permitió encontrar un tesoro en medio de una jungla de papel, dentro del conjunto de documentos indebidamente clasificados del valioso y todavía poco explorado Archivo Regional del Cuzco, antigua capital del imperio incaico.
Una obra como ésta, nos permite conocer con mayor detalle la compleja organización de la sociedad indígena, multiétnica –no hay que olvidar que allí  ya convivían indistintamente los pueblos originarios quechuas y aimaras dentro de un vasto imperio andino, y después se añadieron pobladores foráneos, españoles y de otras procedencias, según veremos- a partir de instrumentos jurídicos -testamentos, compra-ventas y legados- así como la riqueza vital de esa comunidad, y posibilita trazar, documentadamente, un perfil más preciso de lo que fue la vida de los indígenas bajo las condiciones de la colonia temprana en el Perú virreinal.
La obra se divide en dos Partes. En la Primera realiza una prolija y precisa descripción de las condiciones socioculturales del Cuzco criollo –ya refundado por los españoles- y los primeros tiempos de esa ciudad, así como el personaje Pedro Quispe, ese “escribano público de cabildo indígena”, quien es, sin dudas, un sujeto excepcional digno de estudio. La autora no se limita a reunir, descubrir y exponer, sino además analiza con cabal propiedad las prácticas discursivas y las estrategias de comunicación que se muestran en el conjunto documental, dentro de las múltiples modalidades de las piezas jurídicas que ofrece, así como la progresiva apropiación de la lengua impuesta por los españoles, por un sector minoritario en principio, pero creciente, que representa fielmente el indígena letrado Pedro Quispe, con su progresiva inserción en las nuevas condiciones planteadas por la realidad histórica. Esas variantes y peculiaridades del castellano temprano en su variedad andina, resultan minuciosamente estudiadas por Navarro Gala, así como los aspectos fonéticos, fonológicos y morfosintácticos.
Las dos terceras partes del grueso volumen (442 páginas), están dedicadas en la Segunda Parte a ofrecer el valioso documento con una sagaz paleografía y transcripción cuidadosa, enriquecidas además con anexos oportunos y láminas muy adecuadas para visualizar el documento, sin reserva alguna, memorable.

Esta obra interesa, pues, a historiadores, antropólogos, lingüistas, juristas y toda una dilatada sucesión de especialistas muy diversa y es, que sepamos y hasta nueva prueba que venga a desplazarla de ese sitial, el documento testimonial jurídico indígena transculturado más antiguo conservado hasta ahora en toda la región americana. El libro de Navarro Gala creo dará mucho para tratar, pues ella nos obsequia una pieza con múltiple riqueza temática, lo cual sin duda moverá la atención de los numerosos estudiosos involucrados con estas disciplinas.

[Continuará]

*Rosario Navarro Gala, El Libro de Protocolo del primer notario indígena (Cuzco, siglo XVI). Cuestiones filológicas, discursivas y de contacto de lenguas. Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2015. 442 pp. ISBN: 978-84-8489-875-7 (Iberoamericana), 978-3-95487-415-6 (Vervuert).


Monday, December 18, 2017

Condolencias

El PEN CLUB  de Escritores Cubanos en el Exilio lamenta profundamente el repentino fallecimiento del Dr Salvador Larrua, destacado académico, autor e intelectual cubano. El Dr. Larrua, al momento de su deceso era miembro de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio y de otras prestigiosas instituciones académicas y culturales. Reciban, familiares amigos y colegas nuestro mensaje de apoyo y condolencias.
Por la Junta Directiva del PEN-CLUB
                                                                                                     
José Antonio Albertini
Presidente                                                                       

Luis de la Paz

Secretario         

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Estimado Dr. Lolo
He tenido noticias a través de la RAHA del triste fallecimiento del Dr. Salvador Larrúa. En la Academia Hispanoamericana estamos todos consternados. La historiografía hispana pierde realmente a uno de sus más ilustres investigadores, aunque siempre nos quedará su obra. Quisiera transmitirle mis más sentidas condolencias que hago extensiva a todos los Académicos de la Academia de la Historia de Cuba en el exilio y a los compañeros de la ANLE.
Desde Cádiz un fraternal abrazo

María Felicidad Rodríguez Sánchez
Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Letras y Artes